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Querido presidente, un consejo que le da este pobre amigo, sincero, con bastante trote en la vida: NO IMPLORE EN ALOCUCIONES Y DISCURSOS QUE LO AYUDEN, que eso en política no funciona y muestra más bien un grave signo de debilidad y de desorientación. El pueblo espera de sus líderes resoluciones y guía en sus acciones sin dar muestras de que las adversidades lo están arrollando (Maquiavelo dixit).
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El pueblo entra en desolación y en un profundo desamparo cuando encontrándose en una total pelazón entonces viene usted y para completar le pide que lo ayude. ¿Dígame usted, presidente, de qué manera le puede ayudar un MUERTO DE HAMBRE?
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Porque el pueblo entonces se pregunta: ¿y quién nos ayuda a nosotros, quién nos puede dar un poquito de consuelo? Los bonos, presidente, en este impresionante despelote sin control, son simples y vaporosos peitos de monja.
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Yo me imagino, querido presidente, al Departamento de Estado, a la derecha nacional e internacional frotándose las manos, gozando y aplaudiendo cada vez que usted le pide al pueblo que lo ayude. Un pueblo sin poder de nada todavía, más que de votar, y que con cuánto amor lo hace por la revolución casi sin esperar nada a cambio.
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Usted pide Presidente que lo ayuden, y nosotros, claro, lo ayudamos en lo que podemos que es casi nada. Con sólo el hambre y las necesidades que estamos pasando es mucho lo que hacemos, sin salir por allí a saquear, ni a rebelarnos cogiendo para el monte, ni cayéndonos a trompadas o a tiros contra los indolentes ladrones comerciantes y empresarios y con esos abúlicos líderes de partido (gobernadores, legisladores y alcaldes) que divagan y divagan y no dan pie con bola, que no hacen realmente nada en esta horrible crisis, … es mucho lo que le ayudamos querido presidente, sépalo. Con sudores, sangre y lágrimas.
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Particularmente, y no pido perdón por hablar de mi caso, me considero un gran pelabolas que ha estado dando la pelea a su lado, que todos los días está uno echándole un cerrito de bolas que, por cierto, ya las tengo seudo- espichadas, que hemos pujado más que un jorobado en estos veinte años de plomo cerrado de la derecha. Pero mire, hermano presidente, que yo también me he enfrentado a buseteros y me han bajado de sus unidades y me han dado coñazos, no sólo los buseteros sino también los propios hijos de puta usuarios que son casi todos unos mierdas de arrastrados que en cuanto uno se arrecha contra las injusticias salen a darle la razón al hijo de puta que los esquilma (por lo menos esa es la situación que se ha vivido y se vive en esta Vendée, la ciudad de los caballeros incultos de Mérida).
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No se diga, la coñacera que he padecido en total soledad enfrentándome a los comerciantes: ferreteros, carniceros, verduleros, chinos, árabes, colombianos o batuecos. Y delante de policías y hasta de guardias nacionales que se hacen los locos y cogen para otro lado o me acusan de revoltoso…, y recibiendo andanada de escupitajos e insultos de los imbéciles compradores que siempre se ponen del lado de estos "santos varones de la usura".
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Y también, señor presidente, me he caído a coñazos con ciertos corruptos, con ciertos rojos rojitos, algunos que ya pasaron la frontera forrados de billetes verdes, pero que en su hora fueron intocables, y otros que siguen tal cual, vegetando, engañando y estafando a nuestro pueblo, pero mimetizados en los fragores de la lucha y en las gritaderas de oficio. Yo me busqué un abogado y fuimos a juicio y se los gané, ¡NOJODA!, y poco después vi como a esos grandes carajos los premiaban con los mejores cargos. Ave María Purísima…
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¿Quién en esta revolución se atreve a enfrentar a los canallas encaletados en el Estado sin el riego de sufrir tsunamis de insultos por parte de los autobautizados beatos del más recalcitrante de los "chavismos"?
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Escribí un artículo criticando al Comandante Chávez en 1999, y cierto ministro y algunos encopetados muermos del memecismo "revolucionario" lo enarbolan como una gran afrenta al chavismo, precisamente para descalificarme para cuando estallen mis cuchillos de claridades, y entonces se diga que soy un infiltrado... Que ando buscando un cargo, alegan, porque es en lo único que estos bandidos piensan, que les ronquen en la cueva... Que quiero meterme en el gobierno para coger y joder a los que por ley de la naturaleza y del hijodeputismo universal todo se lo merecen. Es esta, la mejor manera de proteger sus feudos y negocios.
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Yo apoyo esta revolución porque soy un gran aguafiestas de una caterva de canallas que a las calladitas están robando y estafando al pueblo. Yo, sí lo apoyo, señor presidente, en medio del más grande pelabolismo que ser humano alguno haya podido sufrir en este mundo.
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No queda más remedio que referirse a lo que más sabemos: de uno mismo. He ayudado a esta revolución, pese a que me han tratado a los coñazos, pero es que yo tengo, querido presidente camarada, criterio propio, y sigo a toda vela sin pararle a los escollos. Uno a todo no puede decirle amén.
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Atacado por distintos bandos, he sido en mi región mil veces más odiado por la derecha que el mismo Diosdado Cabello. Y además desprotegido ante acosos y amenazas de muerte, de tal modo que he tenido que huir de mi propia familia, de mi casa, porque el día que me maten, adiós luz que… fuiste tan pendejo, y que te apagaste como un triste cabito de vela de a dos centavos (que ya no se consiguen, por cierto).
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Para mí, los ejemplos gloriosos de esta gran lucha que estamos dando, son Bolívar y Chávez. Bolívar cuando enfermó en Pativilca en 1829, y en Santa Marta en 1830, no pesaba ni cuarenta kilos, y así veo ahora al pueblo en las calles. Bolívar muchas veces no comía porque le daba vergüenza saber que en aquella época muchos estaban pasando hambre, y él era el que menos comía y siempre compartía el pobre rancho con sus soldados. Chávez aunque parecía fuerte y pasado a veces de peso, en verdad no se alimentaba bien: desde 1992 y mucho antes nunca tuvo tiempo para sentarse a comer tranquilamente. Hay, ¡carajo!, que dar el ejemplo.
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Yo sé que esta situación no da para una espera prolongada, porque el hambre no conoce de ley, así como la necesidad no conoce de ley, un dicho muy antiguo. Usted dice, presidente, que lo ayuden, organizándonos, y me he metido en docenas de batallas en mi terreno y casi siempre nos han dejado desamparados los fulanos "revolucionarios" con cargo y poder que son lo que mueven la máquina de las decisiones…, porque en este proceso los jefes buscan arreglarse primero ellos, y que los que vengan atrás que arreen los desastres que… dejan. Usted, querido presidente (como ocurrió en la Batalla de Argel) debe arrecharse tanto con la derecha, como contra ese gentío que se dice chavista y que no tiene cabeza ni para piojos, y que son un lastre tan arrecho como lo son los mismos saboteadores y guarimberos de cada minuto y cada segundo tanto dentro como fuera del país.
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Me decía el otro día un ministro, un portentoso ministro: "Ya yo no tomo café ni como queso ni carne, porque es justo que habiendo tanta gente del pueblo que no se lo pueden permitir vaya yo a darme tales privilegios. Yo debo estar al mismo nivel del pueblo sufrido, pasando por el mismo túnel de los millones de necesitados que deambulan por un mercado sin poder comprar nada. Yo soy socialista, y hay que defender esto a como dé lugar, ¿y con qué moral podría yo salir por allí a hablar de bolivarianismo o de chavismo viéndome la gente papeado y viviendo en Jauja? Me moriré de hambre pero sé que también morirán conmigo todos lo que piensan como yo, de presidente para abajo".
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"Mi quincena –me dice mi hermana, empleada pública, también profesional-, señoras y señores, es de un millón seiscientos mil bolívares, y como cualquier hijo de Petra, me he ido al mercado: compré cebollín, cambures verdes, doce huevos y… murió la quincena. Pregunté por la carne: casi cuatro millones, lo mismo un pollo. Yo sí lo ayudo –sigue diciendo mi hermana, chavista más allá de los tuétanos-…, amado presidente, yo sí lo ayudo de todo corazón, y dígame qué más puedo hacer para meterle el hombro mucho más. Si me consigue una ametralladora, a lo mejor resulto más eficaz, se lo juro, hermano del alma, pero yo sé que somos millones los que estamos en esta misma batalla con las tripas estragadas, y que sus ministros también la están pasando bien fea como yo... Menos mal".