El bloqueo del Río Orinoco resulta efectivo (III)

Nuestro Libertador, Simón Bolívar, al responder a las exigencias hace el agente estadounidense John Irvine con respecto a las incautaciones de 2 goletas con banderas norte americanas, por ambas burlarse del bloqueo decretado por el gobierno venezolano sobre la libre navegación por el río Orinoco y, más grave aún, contrabandear armas, municiones y otros aprovisionamiento en beneficio de las tropas españolas, hace gala del conocimiento que tiene de las leyes marítimas de la época, con lo que le da una lección de la capacidad que tiene para comandar la revolución independentista de Venezuela, y dejar establecido que no se someterá a los caprichos de la poderosa nación gringa. Seguimos con otra parte de la carta que con fecha 6 de agosto de 1818, el Libertador le envía al nombrado Míster Irvine.

"Sólo falta responder a la excepción de que el juicio se si­guió de un modo ilegal, sin permitir el uso de un intérprete y sin oír la defensa. Confesando el capitán Tucker los hechos que se han expuesto, y no habiéndolos contradicho el defensor Lamson, sino confirmándolos, no eran necesa­rios otros procedimientos, que sólo servirían para hacer más costoso el juicio a las partes. Esta misma consideración se tuvo presente para no practicar por escrito todos los demás actos e informaciones que se tomaron, y los dueños de la Tigre debe­rían agradecer que no se les hubiese agravado con más gastos originados de su más larga detención y de las costas del proceso. No puede concebirse como el capitán Tucker alega que no se le permitió hacer su defensa, ni usar de intérprete. Lo pri­mero es evidentemente falso, pues además de la que verbalmente se le oyó, consta en el sumario la que presentó por escrito Mr. Lamson. En vano intenta probar su falsa aserción dicien­do que la sentencia siguió inmediatamente a su declaración. Basta abrir el sumario seguido, para ver que ésta se le tomó el 24 y aquélla no se pronunció sino el 27 de septiembre. Lo se­gundo lo es igualmente, porque preguntándole si necesitaba de intérprete respondió que no y el haber firmado con su nom­bre su declaración manifiesta que supo lo que firmó a menos que quiera decirse que se le forzó a hacerlo. Creo que nadie podrá acusar al Gobierno de Venezuela semejante conducta, ni el capitán Tucker alega esta excepción.

El derecho para la condena de la goleta Libertad no admite ningún género de duda. Los hechos están uniformemente testificados; son incontestables. Alegar ignorancia del bloqueo y sitio, un buque que salió de Martinica en el mes de junio de 1817, cinco meses después de publicado aquél y estableció és­te cuando las relaciones más frecuentes de esta plaza en el gobierno español era con aquella Isla, es manifestar un alto desprecio por la verdad y por la buena fe. Sin embargo el co­mandante de nuestras cañoneras fue tan liberal, que pasó por un simple dicho, y la mandó salir sin detenerla y auxiliándo­la. Si después se le ha encontrado remontando otra vez el río es abuso de nuestra liberalidad y confianza, su infracción ha sido doblemente grave. Otra excepción opuesta por el capitán Hill es que no sabía por dónde bajar. Pero un buque que ha podido encontrar las bocas del Orinoco y entrar por ellas hasta cerca de la Antigua Guayana ¿No podrá hacer el mismo viaje para salir aun cuan­do no se le hubiese dado práctico? Si el capitán Hill dijera que después de haberse separado de nuestros buques, la escua­drilla española lo obligó a subir, podría pasar por probable su excepción, y a lo menos le daría derecho para reclamar con­tra esta nación los males que se le siguieron de haberlo forzado a quebrantar el bloqueo contra las leyes de la neutralidad.

Si el Almirante Brión hizo uso de los buques en cuestión, an­tes de ser juzgados, pudieron sus capitanes haber añadido, cuan­do fue, y las circunstancias que precedieron a este hecho. Los buques fueron siempre respetados, y no se habrían empleado nunca en el servicio de la República si los mismos capitanes no se hubiesen prestado voluntariamente a las proposiciones que se les hicieron, y si, en prueba de la cordialidad de sus consen­timientos, no hubiesen ofrecido hasta sus personas. El Gobier­no no puede dar una prueba más irrefragable de esta verdad que el haber sido empleados en los buques, después de arma­dos, parte de las mismas tripulaciones que antes tenían, y al­gunos de los oficiales"



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José M. Ameliach N.


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