Sigue Simón Bolívar enfrentado al poder gringo (IV)

Cuando el agente especial del gobierno de los Estados Unidos, John Irvine, llega a Venezuela, hace notar a todo venezolano con quien tiene contacto, que la encomienda que trae es de una importancia suprema y que sus exigencias tienen que ser cumplidas, porque si no el gobierno patriota podría sufrir graves consecuencias por parte del poderoso gobierno que representa. La encomienda que trae Mr. Irvine era el rescate de los buques estadounidenses Tigre y Libertad, que habían sido incautados por los patriotas por haberse burlado el decreto de Bolívar sobre la prohibición del libre tránsito por el Río Orinoco de cualquier nave que no tuviere debidamente autorizado por el gobierno patriota. Y así continúa la carta con fecha 6 de agosto de 1818 que responde a las pretensiones del agente Irvine.

"Resumiendo la cuestión podríamos presentarla bajo estos dos aspectos; sí se ha seguido el proceso con regularidad, y sí ha habido derecho para dar las condenas. Examinada atentamente la causa seguida contra las goletas Tigre y Libertad, sin du­da, se encontrarán informalidades, que se podrán calificar de esenciales por el efecto inevitable de las circunstancias. Pero si estas faltas perjudican a algunos es más bien al tribunal que las cometió, que a las partes que V.S. representa. Seguido el juicio por los trámites más rigurosos, los ciudadanos america­nos no habrían ganado más que multiplicar, sin necesidad, las pruebas que existen contra ellos, y aumentan sus perjuicios y los gastos del proceso que habrían crecido en la misma propor­ción. Además si nuestras prácticas judiciales han sufrido al­gunas alteraciones en la secuela de este juicio, el mayor agra­vio ha sido hecho a nuestras leyes, y el único derecho que po­dría reclamar el extranjero que se cree ofendido, es que vuel­va a seguir el juicio conforme a los trámites ordinarios. La cuestión se debe reducir a examinar escrupulosamente si el Almirantazgo de Venezuela ha tenido derecho para condenar las goletas Tigre y Libertad. La cuestión no se cambia por el modo con que se ha examinado el hecho, y el derecho no cam­bia porque está fundado sobre el hecho.

Desde los primeros días de enero de 1817, las plazas de Gua­yana y Angostura fueron sitiadas hasta el mes de agosto del mismo año. En este tiempo las goletas Tigre y Libertad han venido a traer armas y pertrechos a los sitiados, y por esto cesan de ser neutrales, se convierten en beligerantes, y noso­tros hemos adquirido el derecho de apresarlas por cualquier medio que pudiésemos ejecutarlo. En los primeros días de ene­ro hemos publicado el bloqueo del río Orinoco, y desde aque­lla época empezamos a poner en ejecución dicho bloqueo con todas las fuerzas, que el Gobierno tenía a su disposición. Nues­tros buques mayores cruzaban en las bocas aunque por inter­valos, y nuestras fuerzas sutiles que se hallaban estacionadas entre la Vieja y la Nueva Guayana, apresaron en los meses de marzo, abril y mayo un bergantín, una goleta, un guairo mer­cante y el apostadero militar de la isla de Fajardo. Si a princi­pios de junio tuvimos un combate con los enemigos en las aguas de Casacoima donde perdimos la mayor parte de nues­tras cañoneras, éstas fueron inmediatamente reemplazadas por las del Comandante Díaz y la escuadrilla del Almirante Brión.

De este resumen se deduce, que el río estaba bloqueado por nuestras fuerzas y que ningún neutro podía auxiliar con ar­mas y municiones las plazas sitiadas y bloqueadas sin ejecutar actos hostiles que le harían perder los derechos de neutralidad, si fuese apresado por los sitiadores y bloqueadores en su entra­da o salida, pues que contra ambas operaciones se oponen las fuerzas enemigas. Tanto se contraviene en entrar como en sa­lir de un puerto bloqueado, donde se ha entrado después de establecido bloqueo, y por consiguiente ni la Tigre, ni la Li­bertad tienen legítimos reclamos que hacer contra el Almiran­tazgo de Venezuela. Si las naciones neutrales hubiesen obligado a nuestros ene­migos a respetar estrictamente el derecho público, y de gentes, nuestras ventajas habrían sido infinitas, y menos tendríamos que dejarnos de los neutros. Pero ha sucedido lo contrario en todo el curso de la presente guerra"



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José M. Ameliach N.


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