Maduro y el ascenso social de nuestros libertadores

Hay cosas, que necesariamente el común no tiene que saber, pero un presidente de la República, debe conocer. No para aceptarlas, si, para tener argumentos valorativos. Y, hago esa observación, porque es que hay mucho iletrado suelto, que acusa a Nicolás de iletrado, de poco preparado, pues yo puedo decirle, que después de 20 años de estudio, culminado en un doctorado en la UCV, mi formación, ni la plata de mis padres, dieron la oportunidad, única, de haber tenido como universidad, mas de siete años como canciller, en donde sus acompañantes y amigos, provienen de las mas altas academias del mundo. Esa formación, esa oportunidad, no la tuve yo, no la tuvo ninguno de esos rectores de universidades, que hoy colocan a mi presidente, como un iletrado, envidia quizás o no aceptación de formas noveles superación humana.

Sin embargo, esta aclaratoria, me lleva a algo, que me perturba, cada vez que oigo su devota fe cristiana y que me saltó los tapones, con el aumento de sueldo de los militares, más cuando estos están en la punta del icebergs, y más cuando vi mi bono de investigador, donde me dieron doce bolos y ahora mis prestaciones, fueron menos que un cartón de huevos, solo porque, mi presidente Maduro, no siguió, la recomendación, de que los servicios públicos y los sueldos se les redujera dos ceritos en el cono monetario.

Además de estas diferencias pragmáticas, espero exponer en estas cortas líneas, algunas diferencias ideológicas, que me separan de mi presidente. Ya que el libro "Francisco de Paula Santander, un Venezolano de Excepción", ese si que no llegará a conocerlo, ya que publicar, ahora, hasta le maman gallo a uno, cuando lo menciona.

Voy al punto, donde trataré de mostrar, las algunas diferencias con mi presidente y otros, sobre el origen de nuestros libertadores, ahora ascendidos y fervientes católicos.

Los jesuitas conocían, sabían, que el gran motor ideológico sólo se movía a través de la educación de las elites; su currículo se centraba en: gramática, retórica, filosofía, teología y matemática; la escuela de las artes era para gente plebeya con talento, como fue el caso de El escultor indígena Manuel Chili, apodado Caspicara; el Miguel Ángel de América. Hoy, al igual que ayer, son los hijos de militares, o, hijos de médicos, los que entran a esas respectivas academias; los pobres, contimás, a un instituto o la Bolivariana o a la escuela de enfermería.

Pero centrémonos en el origen de nuestros libertadores, ahora galardonados con ascensos y platica, diferenciales del común universitario.

Las escuelas menores, estarían en manos de los Agustinos, Franciscanos, Dominicos, los cuales, según Valencia Crespo, eran "colegios de enseñanza práctica, donde además de leer y escribir se aprendía otras labores como usar el arado, sembrar semillas y hornear ladrillos. La institución estaba destinada de preferencia para los indios, mestizos y uno que otro criollo huérfano, los profesores eran religiosos y la enseñanza gratuita". A la escuela de los jesuitas entrarían niños blancos también con talento, pero con plata, como es el caso de nuestros próceres en cuestión. En cada visita a los acomodados de la colonia, o en sus misas, le inculcaban ciegamente a las madres, criollas y mestiza blanqueadas, únicas con el derecho de escuchar la palabra de Dios, por ser nacidas de las riquezas producto del contrabando, aquel anatema que hoy corre por las calles de mi pueblo "estudie mijito, estudie". Hoy, profundamente creemos, que quien no va a la universidad es un pendejo, eso nos lo enseñaron los jesuitas, y por ello, sus sueños se extendieron por toda América, tomaron arraigo y hoy, profundamente nos agobia la espera, de la andanza de un cristo que aparezca, y detenga el reloj de los largos sueños.

Para completar sus desaciertos, al imponerle tributo a los criollos, un rey que no lograba crear mecanismos funcionales para su reforma, se dejó llevar por los chismes de los dominicos, agustinos y franciscanos, los cuales marginados de los privilegios pontificios dado a los jesuitas, buscaban sus reivindicaciones. El sector educado, el cual era una minoría, pero con el poder económico acumulado en sus manos, rechazaba los deslices del rey, eran sentidas como acciones despóticas, ello más temprano que tarde daría al traste con las pretensiones de España. Apartados los hijos del valle: criollos, curacas, curas, encomenderos de cargos administrativos importantes, en 1780-1781 se intensificaron las revueltas en nombre de la libertad de los pueblos de Bolivia y Perú.

Una independencia promovida por una clase educada, criollos y mestizos desplazados, se convirtió en una rebelión; surgía, debido al descontento de la aristocracia criolla que buscaba una serie de prebendas que les eran negadas por el virreinato.

Como se detallan aquí las cosas, la cosa de la independencia no podemos suscribirla a 1800, ya que los muertos, que se dieron desde el mismo momento que llegaron los invasores a América, quedarían como unos pendejos. Sin embargo, puede observarse que sólo fue hasta que se acentuaron ciertas contradicciones sociales, a partir de 1700 cuando se consolidaron las bases y los principios del movimiento independentista en América, en un proceso de guerra que se desarrolló desde 1.730 hasta 1830, cuando los Borbones y más tarde Napoleón, despejarían el camino hacia la independencia; allí nacerían y se formarían Bolívar y Santander; dándose como resultado, lo que los jesuitas se plantearon y que hoy en cada calle y ciudad se vislumbra, el poder en manos de los triunfadores y mayormente en los hijos del valle, mientras, los pobres del ayer, morimos hoy de miseria cada noche después de cada tarde olorosa a tierra mojada y sudor, en un largo sopor de una América que no acaba de sufrir y que aún se vislumbra en los reflejos de los espejitos prometidos.

Y como esta historia está llena de libertadores, no queda otra que decir, tal como lo diría, cualquier nacido a la orilla del mar "Yo si vuelvo a nacer, nacere pescador", lo mismo dirían Bolívar y Santander ante una América que se estremecía y un rey moribundo, "yo si vuelvo a nacer, hare lo mismo"; no otra cosa le tocó a nuestros patriotas; su contexto, ese contexto, los hizo libertadores, se les promovió para ello, jamás la providencia, ni el principio mesiánico del elegido o el nacido cada 100 años.

La génesis y principios por lo que había nacido la Independencia, el poder para los blancos criollos; la invisibilidad inculcada en la cognición indígena y mestiza, no podía ser cambiada por más batallas libertadoras que se realizaran, uno por la forma engañosa y fuerza en que la guerra fue implantada y facilitada en un pueblo pobre, que se sentía incorpóreo en esta América que germinaba, todo ello, no suma para creer que nuestra independencia se montó sobre la ilustración de Locke, Rousseau y Montesquieu, por más que aparecieran de vez en cuando y, estuvieran en uno que otro o decires de bibliotecas escondidas de mi Venezuela y Cartagena; los que pusieron los muertos, estaban lejanos de cualquier ilustración.

Los libertadores, aunque en nuestro imaginario atestemos sus barcos, llenos de llagaduras y desvelos de libros, sus letras no pueden notarse, ni verse, en los mecanismos impuestos en el corto periodo de la Gran Colombia, en un Estado dirigido por Santander y Bolívar.

Lograda la libertad independentista los filósofos fueron pasados por el forro de la vida; Santander permitiría el cobro del diezmo y tributos para la manutención del clero, un clero distinto a los jesuitas, pero clero.

Bolívar se declararía dictador; ante un pueblo que no vio la mañana azul prometida, no vio la diferencia entre la larga noche vivida y una vocería, que, en larga guerra, había mentido; para los pobres nada había cambiado. Si bien, se proclamó la educación pública, los mecanismos de su difusión los dejó en manos de curas.

Santander, como había sido educado bajo los currículos de los jesuitas, proclamaba y extrañaba esas enseñanzas y, con independencia fueran otras las congregaciones, que en su momento de formación estuvieran, existía el mismo ratiun studiorum implantado por los jesuitas desde 1599. Su impronta religiosa, política, social y económica, siguió presente a pesar de su expulsión.

Este mestizaje educativo entre público y privado, duró, hasta que Santander claudicara ante las presiones del papá de los pollitos, el papa; ese día Rousseaus, se calló de culo; al final, por donde se pisara, ya otras huellas marcaban, desde hace largo rato, el destino de América, seguíamos guiados por la iglesia católica y no por la ilustración, éramos ante todo papistas, tal cual 1497, momento de la toma de América; la guerra a muerte ahora les tocaba a los pobres, "contad con la muerte aun siendo indiferentes"; larga espera entre cantar de grillos.

La educación pública y laica, sólo resurgiría en Venezuela hasta los decretos de Guzmán Blanco, en 1880; a pesar de ello, hoy en día, 2006, todas las mañanas, en todos los días de clase, nuestros pequeños hijos tienen que rezar y hacerse la cruz; A Guzmán blanco y a nuestra Constitución Bolivariana, las maestras y maestros, le sacan el dedo del medio; el ratio estudiorum jesuítico, está vigente. En Colombia, en pleno 2012, son más serios, mantienen dentro de su contrato social, la religiosidad, la educación privada es su prioridad y lo místico, su dominante.

Lograda la independencia, nada había cambiado en la educación desde que se fueron los jesuitas. La ratio studiorum y los procesos formativos que habían diseñado, configuraron en buena medida el sistema educativo colonial, ya no sólo de la Compañía sino incluso de otras órdenes, ido los jesuitas poco había variado los libros seguían siendo los editados por ellos; cada mañana, para los pobres, seguía siendo salvaje.

La ideología implantada por la iglesia, en una educación, xenofóbica, patriarcal y misógina, como superestructura dominante, haría mella en nuestros libertadores y en una sociedad que se configuraba y se configura; haciéndose más profunda en los umbrales fronterizos.

Años después de la expulsión de los jesuitas, los colegios quedaban en manos del gobierno, de las autoridades eclesiásticas o de otras órdenes, los programas, los currículos; los autores jesuitas continuaban siendo fundamentales para el sistema educativo en la Nueva Granada.

En el caso colombiano, este argumento de influencia sobre los libertadores, parece encontrar eco en el abrumador número de estudiantes bartolinos, estudiantes talentosos, como: Antonio Nariño, José Félix de Restrepo, Francisco Antonio Zea, Frutos Joaquín Gutiérrez, Rafael Urdaneta, Antonio Ricaurte, José María Carbonell, Francisco de Paula Santander, Juan Fernández de Sotomayor, que cumplieron un papel destacado durante la Independencia y posteriormente en la construcción de las nuevas instituciones republicanas.

En Venezuela por su parte, cuando se escudriña el origen social de los 37 participantes del congreso de 1811, el único diputado pardo de esa sociedad patriótica era, Gabriel Pérez Pagola de la villa de Ospino. En cuanto a su presidente, Francisco de Miranda, se presentaban indicios y dudas de su origen mantuano, todos los demás hacían parte de los grupos distinguidos de las sociedades provinciales que habían desempeñado oficios capitulares, propietarios de haciendas u obtenían beneficios de la actividad comercial, todos, habían estudiado en la Universidad de Caracas, ocupando altos rangos en la oficialidad del ejército o eran miembros prominentes del estamento eclesiástico; eran mantuanos.

El Colegio Nacional de San Bartolomé, o Colegio de San Bartolomé, o Colegio de la Compañía de Jesús en Santafé, fundado el 27 de septiembre de 1604 por el arzobispo de Santafé de Bogotá Bartolomé lobo Guerrero y los Jesuitas: José Dadey, S.J., Martín de Funes, S.J., Juan Bautista Coluccini S.J. Martín de Torres S.J, Bernabé de Rojas S.J, Diego Sánchez, S.J, era un establecimiento de educación primaria y educación secundaria, que buscaba niños talentosos dentro de la clase blanca para su formación filosófica.Cuando allí estudio Santander existía otra orden religiosa, pero se cumplía el ratio studiorum establecido por los jesuitas en 300 años.

Con una Iglesia Católica reforzada y aliada con las clases dominantes para continuar con la subyugación de los pobres, los ideales de verdadera libertad y democracia se diluyeron de inmediato dejando vigente la misma estructura económica y social de los colonizadores. La única diferencia fue el cambio de mando de los europeos a los criollos, oligarcas nacidos en suelo americano; los principios básicos que estimularon la independencia se habían cumplido.

Todo el armazón de dominación siguió intacto: los privilegios de clase, los diezmos de la iglesia católica, las ferias y fiestas, los monopolios, la dominación de la oligarquía y su derecho para legislar y para establecer las condiciones económicas, políticas y sociales que redundaran en su propio beneficio y que aseguraran su permanencia en el poder durante generaciones hegemónicas.

El trabajo ideológico de los jesuitas, había concretado su fin, el determinismo triunfó, toda la ratio studiorum había cumplido los propósitos del Vaticano, dominar fácilmente a los nuevos dueños de las repúblicas. Así, que, producido el deslinde de la Gran Colombia, siendo presidente de Colombia Francisco de Paula, trece años después de la batalla de Boyacá aún no había ocurrido la independencia de los pobres, no se habían roto sus cadenas, ni jamás se romperían.

El mundo eurocéntrico nos domina, ahora, con mayor fuerza, los libertadores fueron hombres que cumplieron con su palabra empeñada, hoy las elites mantuanas y militares mantienen el poder y se lo discuten, con sus iguales. Mientras, las bases populares no hemos cumplido, seguimos siendo eternos aprendices de pordioseros, rehuimos el poder, bajo la abstracción, de que primero entra un camello por el hueco de una aguja, que un rico al reino de los cielos.

La calles y vericuetos de esta Venezuela, muestran, que la idea básica de los libertadores iniciales fue truncada, lo estratégico, se convirtió en táctico y el poder implantado sólo cambió de forma, lo sustantivo quedó intacto. Ante este dilema existencial y ante una América paradigmática, es mejor quedarse con el cuento sabido, por totori mundachi, cuento callado por unos y otros.

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Gabriel Omar Tapias

Investigador

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