¡El colmo del adulante! La lucha por el salario la ve como una conspiración. ¡Qué luchen los maestros!

Puede ser un desviado a la derecha, que confunde los planos o un zurdo, para quien la mano zurda "es su derecha". Pero pudiera ser un personaje que quiere llamar la atención, llegar dónde sueña y en fin de cuentas, como se decía en tiempos de Gómez, "es mejor que halar escardilla en la sombra". Aunque, para ser justo, puede tratarse de alguien quien cree, de ilusos está llena la vida, vivimos en una sociedad "socialista", donde el mercado no impone sus leyes, la renta o ingreso se reparte equitativamente y "cada quien recibe de acuerdo a sus necesidades" y se entrega de "acuerdo a sus capacidades". Esto es posible. El mundo es un carrusel y también un manicomio. ¡De todo hay en la viña del señor!

Es tan soñador que se ha creído el cuento y completo, con pelos y señales, que vivimos en una sociedad socialista; por tanto las clases fueron enterradas, tanto que ya no se les reza ni recuerda y eso que ellos mismos, quienes creen vivir en una sociedad de iguales, llaman lucha de clases, es cosa del pasado. Si usted quiere saber de ella, no vaya al mercado, primero porque no existe, sino a los museos. En los mercados todo es regalado. Usted lleva una cesta y se la trae repleta, como dicen los cumaneses, hasta los "tequeteques" y eso no le cuesta nada. Sólo tiene que cuidar tomar lo necesario, "de acuerdo a sus necesidades", pagando muy poco y hasta nada. Las clases pues, ni siquiera son almas en pena que pudieran andar por allí, como en forma gaseosa echando vainas, sino petrificadas están y exhibidas como recuerdo de un pasado triste.

Por creer eso, sé que es así porque no es tan cruel, aunque intente llegar a donde aspira a como dé lugar, juzga que las luchas salariales de ahora, en los gremios universitarios, entre las enfermeras y enfermeros, maestros, forman parte de un plan conspirativo para tumbar al gobierno. Y hasta es más papista que el Papa, pues Elías Jaua, acaba de recomendar a todo aquel que se sienta inconforme y perciba una injusticia, atisbo de burocratismo, que proteste. Es más, fue tan radical Jaua que se expresó de esta manera:

"Como cantaba Alí Primera: "Aunque diga groserías el pueblo tiene derechos". El pueblo también tiene el deber de abandonar la pasividad frente a tanta ignominia del capitalismo salvaje y del burocratismo autoritario. Tiene el deber de organizarse para luchar por sus derechos."

El adulante olvida que la vieja y elemental prédica de los revolucionarios, no sé si lo fue, cuando había que mojarse, si lo es ahora por ser joven y lo aprendió en los libros o simplemente nunca lo ha sido, sino se cree un experto en acomodarse y buscar el árbol más copioso, es la lucha por el salario. Este es la expresión cuantitativa de la explotación a que se ve sujeto el trabajador en el capitalismo. Pero también una importante bujía para impulsar las grandes luchas por el cambio dentro del capitalismo que los dirigentes no deben apagar. Y debe ser objeto de lucha diaria dentro del sistema, sin apartarse de las consignas, propuestas y cargas por el cambio. El tipo no adulante lucha en cualquier circunstancia de la vida capitalista por una mejor vida para los trabajadores.

En Venezuela, los dirigentes de los trabajadores, hasta quienes creen ser opositores, si es que aún quedan, han caído en una trampa. Han dejado que el gobierno o el Estado, un ente burocrático que refleja los valores de la base material en la cual se sustenta, sin importar quien esté al frente del gobierno, asuma el rol de ellos y la clase toda. Aquí nadie ha estado luchando por el salario sino que eso se le deja en manos del gobierno y vivimos todos esperando, día a día, que el presidente hable y anuncie aumentos pírricos que la inflación consume en cosa de segundos. Si no se lucha por el salario se cae en la conformidad y se termina adocenado, domado y complaciente. Nunca antes, en la historia moderna de Venezuela, hubo una clase dirigente del movimiento de los trabajadores más sometida que la que ahora tenemos. Entregó sus banderas, cometiendo el grave error y hasta disparate, de creer que un hombre o grupo de hombres, por muy compañeros que ellos sean y desborden buena fe, estando el frente del aparato del Estado pueden hacer, por su propia decisión, exactamente lo que clase desea, aspira y necesita. Han pasado por alto que las contradicciones que deben moverlos siguen vivas y actuantes y ante eso hay que desplegar las fuerzas y no desarmarse, ni desarmar a la clase, creyendo que pueden entregar su derecho a dirigir y empujar por los cambios en manos de unos pocos.

Pero la realidad es terca como una mula. Pese la buena fe del gobierno o quienes gobiernan, las armas de los amos del capitalismos no están melladas y cortan hasta una paja en el aire. La inflación, que el adulante no duda en llamar inducida, que algo tiene de eso, no es toda, en todo caso demuestra como las clases dominantes, pese quienes gobiernan, pueden imponer su ley. Y siendo así, los trabajadores todos, que prefiero llamarlos así porque lo de "clase obrera es como muy limitante y sectaria" y no lo es sólo en el lenguaje, sino que en veces eso sucede en la práctica, deben tomar de nuevo el derecho de luchar por su salario, sobre todo, cuando el gobierno, por mucho empeño que ponga, ha demostrado no estar en condiciones de protegerlos por mucha buena intención que ponga y porque esa no es una tarea propiamente suya. Si alguna razón tiene Jaua, es reconocer aunque sea de manera confusa, que el Estado está cargado de una cultura con poderosos lazos que maniata a quienes le manejan y les hacen seguir haciendo lo de siempre.

Deben los trabajadores salir a luchar por su salario, cambios y ajustes que la sociedad demanda y no dejar que los burócratas, de los cuales habla hasta el propio Jaua, que algo debe saber después de tantos años en el gobierno, se tomen para sí un derecho y obligación que no es de ellos y además son los menos apropiados. Por supuesto, como escribió un amigo, los trabajadores no sólo deben luchar por el salario sino cuidar que las empresas e instituciones funcionen cabalmente, vigilar por el bienestar de las instalaciones, sobre todo las estatales, aunque todavía no son suyas propiamente, hacer auditoría para que los gerentes no les roben a ellos, la nación y a nosotros todos. Por ejemplo, las enfermeras y enfermeros, médicos, deben atender lo mejor a sus enfermos, cuidar no se derrochen los insumos, nadie sustraiga indebidamente medicinas e implementos necesarios para la salud, procurar que cada día todo sea mejor y el Estado se muestre más competente y responsable.

Por último, los maestros, activos y jubilados, deben seguir luchando por sus mejoras salariales, sobre todo aquellos de muchas gobernaciones, bajo el control de partidarios o no del gobierno central, que todavía reciben salarios con tres o cuatro años de retraso, lo que no alcanza ni para comprar lo más elemental para alimentar a la familia. La homologación, tomando en cuenta la desventaja abismal que hay entre ingreso de un maestro nacional con uno nacional, aprobada por el gobierno, todavía en la mayoría de las gobernaciones y alcaldías, no se ha aplicado. ¿Y qué deben hacer de acuerdo el criterio del adulante? ¿Esperar más de lo que han esperado y que algún o unos cuantos burócratas se acuerden de reparar esa injusticia?

Quien acuse a los trabajadores de estar metidos en una conspiración de derecha por reclamar un salario justo, en una economía como la nuestra, se excede de adulante, peca de exhibicionista, es de la ultra derecha y no lo sabe o es un tonto de capirote. Pero de estos últimos, muy pocos se hallan en las páginas amarillas.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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