En la ANC se insiste en convocarnos a sesiones especiales o solemnes con el añadido de “traje formal”. Como allí hay más de un “informal”, entre los cuales me cuento, unos cuantos de nosotros hemos transgredido esta instrucción, pero ahora se ha convertido, si no en una orden, al menos sí en una sugerencia firme. Es curioso, pero esta Asamblea de revolucionarios está rindiendo pleitesía a una indumentaria impuesta por la colonización europea y sobre todo a una prenda de claro origen clasista: la corbata (aunque se ha dicho que “al menos” vistamos un saco, es decir, es mejor si llevamos corbata).
Aclaro que no padezco de ningún radicalismo contra la corbata, yo mismo la uso en raras ocasiones. La gente que se ponga encima lo que quiera, lo cual debería valer también para mí, que parezco gente, sin estar seguro de que lo sea. Esto último porque soy hijo de campesinos pobres, sector del pueblo que a menudo y todavía es tratado como si fuesen animales, de hecho los latifundistas los cazan y los eliminan, en una especie de safari macabro que se impone en oportunidades en el campo venezolano.
Todo el mundo sabe que la indumentaria del traje y la corbata fue traída a América desde Europa, junto a la sífilis y la cruz. Hay unas fotos que encierran un tanto de tristeza -y que ignoro si puede reproducirla Aporrea en acompañamiento de este artículo-, las cuales muestran a varios habitantes originarios de Norteamérica vestidos a la usanza europea. Acepto que la transculturación de nuestro continente es casi irreversible, pero tampoco hay que exagerar.
La corbata, y no deja de ser curioso, tuvo su origen en Croacia y el mismo se remonta a circa 1635, cuando miles de soldados de lo que hoy es Croacia marcharon a París para apoyar al Cardenal Richelieu y al Rey Luis XIII. Característico de estos milicianos era su atuendo, algo extraño para la época: los croatas llevaban anudados al cuello una especie de pañuelos con un nudo hacia la mitad del cuerpo. Esta prenda llamó la atención de los franceses, siempre tan dotados para los asuntos de la moda, quienes la convirtieron en un adminículo que poco a poco fue derivando en una prenda clasista, que empezaron a utilizar los funcionarios y les fue dando un toque más “elegante”.
Alrededor de 1650 se aprueba el uso de la corbata de forma oficial, y es en la corte de Luis XIV donde obtuvo más éxito, como símbolo de “distinción”, o sea de diferenciación clasista. Pronto la prenda de marras adquirió el nombre de “croate de la”. Con el tiempo la corbata se tornó en un símbolo de la élite de toda Europa hasta llegar a América a través de las colonias europeas. Ya durante la Revolución Francesa, se convirtió en la insignia de la aristocracia para distinguirse del pueblo. No hay duda de que la corbata es una pieza clasista y una de las tantas imposiciones culturales de Europa en todo el mundo. Pero no estoy iniciando una campaña contra la corbata, al fin y al cabo un trapo guindando del cuello es mucho menos dañino que otras manifestaciones del colonialismo, como la arquitectura, que nos hace construir edificaciones aparatosas y costosísimas que no tienen nada que ver con nuestras características climáticas o naturales en cuanto a materiales de construcción; o a la medicina y la farmacología, que nos lleva a despreciar conocimientos valiosos y ancestrales de nuestros indígenas y campesinos; o la relación con la naturaleza, tan destructiva en la cultura heredada de los colonialistas y tan sabia y conveniente en la de nuestros ancestros originarios. De hecho, hay entre nosotros vestimentas más útiles aunque “informales” que las prendas europeas, como las guayaberas, los ponchos, los anacos (faldas indígenas) o las prendas mestizas con cortes europeos, pero tejidas y bordadas con motivos y estilos gráficos de reminiscencias primigenias.
De todas formas, que use corbata quien quiera, pero que no pretenda nadie convertir tan inútil formalidad en virtud. Finalmente, mañana 5 de julio (escribo este artículo el día 4), como muestra de tolerancia, sorprenderé a los colegas constituyentes usando una prenda más formal que todas las que se usen en la sesión solemne que ha sido convocada… pa que no digan.