Presidente, mucho ruido y pocas nueces

El presidente Maduro ha mejorado un mundo su discurso. Hila bien. Los baches quedaron atrás. Le pone un mundo a sus palabras. Yo diría que abusa del énfasis. Delante de los militares se suelta, como un orador consagrado. Utiliza acertadamente verbos vivos, de pura acción. Y apela a los héroes para infundir ánimo a los cadetes y oficiales, así como a la tropa, firmes todos, sacando fuerzas para mantener los ojos abiertos, y los oídos, como un túnel, impecablemente limpio, para que pase el mensaje sin distorsión alguna, y sin ruidos perturbadores. Clarito, como la luna llena, cuando nos quiere alumbrar. Pero, me asusta tantos juramentos, tantos llamado a la lealtad me asombra, de verdad, verdad; Jamás había visto algo parecido en la era democrática.

Pero, es el nuevo estilo nuestro presidente. Nos muestra un discurso apurado, como queriendo atropellar las palabras para que dijeran más allá del silencio, lo que él no puede decir abiertamente por las circunstancias que rodean el panorama político del país. Y así debemos comprenderlo. Nada más. Lo demás es buscarle cinco patas al gato. Pero lo que sí pareciera cierto, según mi torpe óptica, es que las arengas aquí y allá, se las lleva el viento. Puros aplausos y rostros sonrientes, pero resultados nada. En otras palabras, puro ruido y pocas nueces, como se dice popularmente.

Desde el presidente para abajo, todos, absolutamente todos, usan el mismo discurso rayado, cansón, sin mensaje y sin rumbo. Usted oye a Jesús Farías, Tareck El Aisaimi, Delcy Rodríguez y a su hermanito Jorge, a este o aquel ministro o dirigente del PSUV, y parecieran cortados a la misma medida. Todos apelan al mismo discurso, intentando decir algo, sin decir nada. Intentando justificar lo injustificable. Son palabras, solo palabras flojas, sosas, carentes de originalidad; pero lo peor es que a la postre no resuelven nada. Los resultados son los mismos que hemos visto desde hace tres años.

Miento (parodiando al presidente). No, no miento. A las pruebas me remito: sigue el dólar criminal haciendo de las suyas. Sigue el desabastecimiento de alimentos, y de medicamentos con resultados no deseados en las personas enfermas. (Me hice tres tomografías por 220 millones, la pasada semana. Ahora, cuando escribo, una sola cuesta ese monto). Los precios aumentan cada seis horas. Los salarios no alcanzan para nada. No merece la pena que ponga ejemplos. Todo el mundo, en este país, sabe que no se puede vivir. Estamos fritos entre la elevada inflación y los salarios. Por cierto, ¿qué ha pasado con la corrupción? Viento en popa, compadre. Meten preso a uno por aquí, y salen 20 riéndose, con los bolsillos llenos.

Pregunto: ¿Qué hacemos, los venezolanos y venezolanas de a pie? ¿A quién acudimos? Ya no contamos con el Chapulín Colorado. Solo contamos con la Patria. Tenemos Patria, pero con hambre. Nos estamos muriendo por falta de medicamentos, y no encontramos quien nos proteja, pues, el Estado esta convertido en paquidermo que no puede moverse, luce atrofiado, desgastado, incapaz de hacer lo que tiene que hace un Estado por sus ciudadanos, cuando cuenta con leyes por demás, pero que no se aplican por miedo, por negligencia o por omisión. El resultado es el mismo. Nada.

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Decir estas cosas no es ser contrarrevolucionario. Todo lo contrario, es ser un verdadero revolucionario. Cansado de ver tanta injusticia y de observar como los camaleones se apropian del país, sin impórtales un pito. Sólo piensan en llenarse los bolsillos, y después cogen la de Villadiego, a gozar del despojo que le han hecho al Estado. Un Estado paquidérmico, que duerme el sueño de los sepulcros.



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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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