La degeneración progresiva de este proceso la cual comienza desde los tiempos del comandante presidente Hugo Chávez, actualmente se ha desbordado hasta límites incontrolables.
Al menos existía la certeza de que Chávez controlaba en buena parte, el que la situación de corrupción e ineficacia no llegara a sobrepasar los límites de la gobernalidad, hoy no podemos decir lo mismo. Por una parte creció y se desbordó la corrupción dentro de la administración pública a todos los niveles, y el control pasó a estar en manos de las mafias organizadas dentro del gobierno del país. Ejemplos como los del sector militar y fundamentalmente de la Guardia Nacional, que sin ningún tapujo, ni el mínimo recato, comete abusos y fechorías no solo en contra los ciudadanos, si no en contra los intereses de la Nación, en una amplia gama, que va desde las vacunas sobre las adquisiciones de mercancías del transeúnte ordinario, en todas o casi todas las alcabalas del país, hasta el contrabando masivo de alimentos y combustible a través de los puestos fronterizos por parte de altos mandos militares. A esto hay que incluirle las insólitas alianzas con el hampa común, que ya no se limita a la venta de armas a los pranes en las cárceles, si no que a nivel de la extracción aurífera en los pueblos del sur por ejemplo, los militares les han permitido a grupos delictuales a asumir el control absoluto de pueblos enteros, a cambio de parte del botín que estos cobran a los mineros del oro, el cual a su vez es obtenido por la minería artesanal de la manera más primitiva y contaminante, causando daños a la naturaleza muchas veces irreversibles. Por otra parte, el acaparamiento en las ciudades del dinero en efectivo y víveres de primera necesidad por altos oficiales militares, es desviado hacia dichos pueblos de minería con la finalidad de la adquisición de oro, el cual es vendido por estas mafias militares a consorcios internacionales en perjuicio de los intereses económicos de la Nación. Es decir sin ningún remordimiento, estos psicopáticos gánsteres militares causan varios tipos de daño al País, y por ende a sus habitantes: Permiten el deterioro progresivo de la naturaleza en las áreas de explotación minera. Defraudan a la Nación con el contrabando del preciado mineral. Privan a la población del dinero en efectivo, lo cual ante la escases causada por la falta del dinero contante (necesario para adquirir a precios muy por debajo del precio de los mismos si se paga por vía electrónica), obliga a la banca a racionar la entrega del mismo con inmensas colas desesperantes que la población asume con una inexplicable pasividad. Por otra parte a consecuencia del desvío hacia los pueblos mineros, o el paso fronterizo de los productos esenciales o el combustible a los países vecinos (Colombia en particular), el precio de estos productos de consumo de primera necesidad, y productos farmacéuticos (muchos de ellos subsidiados por el gobierno), se encarecen día a día, y aquí entra en juego otra aberración, la especulación sin control por parte de los comerciantes quienes a su vez pagan comisión a las autoridades que deben controlarlos, para que los dejen hacer a su antojo, con el precio de estos productos de uso necesario para la población. Entrando aquí a jugar el único factor reconocido y catalogado por el gobierno como causante de todos nuestros males, la llamada Guerra Económica, es decir las trabas internacionales a nuestras importaciones, implementada esta a su vez, y sostenida como arma política por una oposición de derecha, a la cual le importa muy poco el sufrimiento de la mayoría de la población, con tal de salir de un gobierno al que no han podido derrocar por otras vías.
A todo lo anterior hay que añadir, que no solo el estamento militar con sus prácticas gansteriles ha venido propiciando el mayor deterioro histórico de la Nación; la organización de grupos mafiosos dentro del gobierno, también incluye a muchos funcionarios civiles de gran vuelo.
Pero lo peor de todo, es que el mal ejemplo de nuestra alta representación política económica y militar, ha calado a todos los niveles de la población, dando rienda suelta a veces por necesidad, y otra por la obtención de dinero fácil, a una especulación generalizada. Y lo peor de lo peor, ya importantes sectores de nuestra población está tomando como natural el hecho de hacerlo.