Hugo Chávez Frías, fue y será el político más visionario de Venezuela, América Latina y buena parte del mundo. Eso no lo duda ni el señor Trump. Nadie podrá olvidar aquel 8 de diciembre cuando propuso, sin titubeo, el nombre de Nicolás Maduro Moros, como el hombre que lo debía suceder en el alto cargo de presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo pensé que sería otro, que, por ciento aparecía al lado del Comandante Supremo. Esa decisión sorprendió a tirios y troyanos.
Con el dolor a cuesta, y con los ojos aguarapados, por la desaparición del máximo líder de la revolución, Nicolás Maduro Moros, más conocido en "los bajos fondos" como el autobusero, se lanzó a una campaña electoral relámpago. Recorrió el país, haciendo de tripa corazón. Y, como un ganador nato, venció en buena lid a su contrincante, quien quedó con los ojos claros y sin vista, o, como decía Joselo, como pajarito en rama.
La derecha perdedora, se dijo, para sus adentros: "A este chofercito de pacotilla, no los tiramos en caldo de ñame". Por supuesto, no le reconocieron su victoria, y, en su lugar, comenzaron la guerra a fondo contra el hombre por quien nadie daba medio, por lo menos en el bando de la oposición. Hasta algunos chavistas dudaron de la permanencia de Nicolás Maduro en el poder. Pero, les salió el tiro por la culata. El hombre se apretó los pantalones y se enfrentó, como un duro de matar, a las huestes de la derecha radical, así como de los motolitos agazapados, esperando que los radicales hicieran el trabajo sucio. Pero se equivocaron con el chófer.
Paso a paso, palmo a palmo, y con el corazón de hierro los enfrentó, en todos los terrenos y los hizo morder el polvo. Y cayeron en la trampa. De nada les valió su contubernio con la derecha internacional y con el imperio gringo. Así, entre derrota y derrota, fue corriendo el tiempo. Ganaron la Asamblea Nacional, en el 2015, por paliza. Pero el chófer de autobús, apretó el acelerador y convirtió una derrota en una victoria. Bastó unos meses para que la AN se convirtiera en una pobre Asamblea donde los diputas iban a contarse cuentos chimbos, sobre esta estrategia y esta otra. Todas, absolutamente todas, el hijo político de Chávez, las hizo trizas.
La estrategia de la guerra económica fue la más larga, y se llenaron de ilusiones, y juraron a papá gringo que ahora sí caería el hombre de nacionalidad sospechosa. Paso el tiempo y nada. No pudieron alzar al pueblo en contra de Maduro. Y este señor, ni corto ni perezoso, les volteo la tortilla con la creación del Petro, y con el anuncio de la eliminación de cinco ceros al valor de la menda actual… ¡Ah, carajo!, ahora sí se subió la gata a la batea. Y fijo el 20 de agosto para la entrada en vigencia la reconvención monetaria. Para ese día y los siguientes se esperan grandes anuncios, por parte del Presidente, que darán al trasto con el dólar criminal, y pondrá las cosas en su justo lugar. La economía comenzara un nuevo ciclo de prosperidad, para todos los venezolanos.
Así llegamos al 4 de agosto. Se celebraba el día de la gloriosa Guardia Nacional, en la Avenida Bolívar. Y sucedió. Ese día, pasará a la historia política venezolana, como el día en que se pretendió asesinar el presidente Nicolás Maduro, utilizando un par de drones cargados de explosivos. Pero fallaron. En otras palabras, se jodieron. No pudieron con el chofer de autobús. Como era de esperar, la derecha interna, se hizo la loca, su dirigencia ciega, como siempre, fue incapaz de condenar el acto terrorista. Pero ese silencio les saldrá bien caro, pues cada día el pueblo los aborrece más. Por mediocres, por incapaces, por jala bolas al señor Trump, por aliarse con gentuzas como Juan Manuel Santos, Luis Almagro, entre otras joyitas, y, por lo peor, por traidores a la Patria.
Puerto Ordaz, 6 de agosto de 2018.
