Personalmente creo (eso no lo discuto con mis amigos más cercanos) que el atentado es una cortina de humo. Por los motivos que sean. Porque un equipo de venezolanos torpes quisieron matar a "todo los representantes de los poderes públicos", o porque es una mentira bien hecha. El ataque es una "cortina de humo".
Si es real, ahora el gobierno tiene la cancha de usar "el Atentado" como una excusa para hacer lo que sea (en eso tiene razón el viejo Pepe Mujica), y si no lo es, también. A Fidel Castro le hicieron en su vida más de 300 atentados –o más-, como jefe político y de Estado, y nadie se enteró, por razones de seguridad, de inteligencia; discreción política, porque siempre es necesario manejarse con la verdad y no con los deseos, o mintiendo, exagerando, dramatizando; en eso no se puede fantasear o sacar dividendos políticos: te pueden matar, y pueden matar amucha gente.
El caso es que la mayoría cree en que hubo un atentado. Dentro de esos, algunos piensan que, como yo, esa acción nos distrae de decisiones fatales las cuales auguran muchísimos problemas sociales, a pesar de (como dice Toby Valderrama) la sociedad esté fraccionada, pensando en su propia salvación. Es inevitable contener la ira, o las fuerzas reactivas de las masas, así esta no tengan consciencia o dirección política clara.
Eso lo saben en el gobierno, a eso le temen. A eso tememos todos, a la anarquía, a la emergencia del despotismo, de un estado de represión y contención de una explosión social donde cualquiera pendejo puede capitalizar "la moña", hasta un sargento de policía. Desde el 20 de agosta en adelante hay que andarse con cuidado. El razonamiento es simple, uno no puede confiar en un "plan" que no va al fondo de problema. Mientras no se quiera, o no se esté seguro de acabar con el enemigo, imposible persuadirlo de que sea nuestro amigo. Esa no es una decisión unilateral, el enemigo tiene que estar de acuerdo con uno, tiene que "querernos".
Es el cuento de Sapo y el Alacrán, que parece que para el gobierno este cuento es mucho menos sabio que entregar nuestro destino a la voluntad de Dios. El Alacrán –como se sabe- no puede con sus inclinaciones naturales, y a pesar de que el sapo lo ayuda a cruzar una poza, de una orilla a otra, lo pica, lo emponzoña, lo muerde, lo envenena y lo mata, justo a medio camino, sabiendo que morirá junto al sapo, ¿pero?... porque no puede actuar en contra de sus instintos, de su inclinación asesina, de morder, de matar.
El gobierno quiere domeñar a un enemigo altamente instintivo, que no perdona, por más que le supliquen, por más que le coqueteen, por más que los perros ladren. El enemigo –nuestro enemigo- el capitalismo, el imperio (capitalista) sigue pa´ lante, como el Alacrán, como la lava, como todo lo que en la naturaleza se conoce como imponderable.
Lo único que nos defiende del enemigo es un ataque frontal, resistir con valentía, perder el miedo, lanzarse directo al corazón, o usar "el toque italiano", mandarse al medio de la frente.
Pero, ahora más que nunca, el gobierno apuesta a ganarle tiempo al tiempo, correr la arrugo, a llegar a las elecciones de alcaldes, otra fiesta democrática tradicional de la sociedad democrática burguesa ¡Qué más romántico que entregarle a los contrarios unas elecciones democráticas burguesas "envueltas en un pañuelo blanco", como diría Aquiles, para espantar los fantasmas de la violencia popular, más temible que cualquier atentado de principiantes.
Creo profundamente que nuestro mal espiritual, como sociedad, lo resumen aquellos venezolanos que se van y se siguen yendo; ese impulso moralista es nuestro promedio moral, nuestro baremo ideológico, la medida de nuestra desgracia como sociedad: a saber, gente sin referencias, asideros históricos, sin anclaje clasistas; inclusive sin sentido claro del buen vivir, por ejemplo, virvir en una ciudad como Caracas (para aquellos migrantes caraqueños o que haya nacido y vivido en Caracas), la ciudad con el clima más arrecho y la naturaleza citadina más prodigiosa del mundo, la ciudad mejor del mundo.
Que se mueran nuestros migrantes de frío en Ecuador, solo por querer cumplir con su Odisea, prefieren el pasaje a una cobija, es ridículo y vergonzoso, triste pero vergonzoso; que se humillen por salvarse nadie sabe de qué exactamente; que se prostituyan las mujeres y los hombres, por superarse: superarse nadie entiende en qué o para qué…, no entiendo, soy muy viejo y muy obsesivo en mis vainas para entender esta cultura volátil, mercantil, sin historia, sin memoria, sin otro valor que no sea ser rebaño, ignorante, inculto y sentirse orgulloso de eso, prejuicioso, ostentoso y cagón, así tengas que mentir y mentir.
Lo migrantes vecinos que ahora están en nuestro país no se van, o no regresan a sus países de origen tan rápido: colombianos, ecuatorianos, peruanos, etc., incluso chilenos y argentinos. Por qué, porque muchos saben lo terrible que es vivir en esos países infectados de todos los males históricos de la explotación, los prejuicios, de la violencia. Países que no pasaron por una guerra social tan fiera y nacional como nuestra guerra federal, la cual obligó, por la furia de la dignidad humana del pobre, a suavizar las diferencias de clases, a hacer de los oligarcas gente más decentes frente a la ira que contiene la explotación. A este país, con este pueblo, que se sacrificó casi en su totalidad, por acercar las diferencias duras de una sociedad casi primitiva, colonial, y que carga, a pesar de sí, con la memoria de su pasado, llegaron todos estos hermanos que ahora no regresan facilito a caer de nuevo en manos de sus verdugos… y de la inclemencia del tiempo y la naturaleza (¡amo Caracas!, no lo puedo evitar)
Lo natural de un pueblo educado en socialismo ha debido ser resistir y pelear, por un país maravilloso, agraciado y rico, y de un pueblo obligado a su historia, cuando despierte. Pero hoy, a punto de ser vendido al capitalismo insaciable, irresponsablemente, como lo hacen los borrachos inconscientes; venderlo por un plato de lentejas, ¡Pan pa´ hoy, hambre para mañana!…
En nombre de Venezuela, pido que resistamos, ¡despiertos!; que aprendamos de la escasez, que nos ha enseñado mucho, pero que reclamemos de nuevo el poder, de planificar y decidir nuestro futuro con propiedad: "el que se fue no hace falta, hace falta el que vendrá", y ese tiene que nacer de esta realidad, consciente, despierto, valiente, otro Zamora, otro Chávez: no en vano somos pueblo de libertadores