En el contexto del avance agresivo en el control de mercados y recursos de naciones periféricas por parte de las grandes corporaciones transnacionales y del apuntalamiento político-militar del capitalismo neoliberal a nivel mundial, la primera (y quizá más importante) batalla que les toca librar y ganar a los pueblos que ansían su total autodeterminación y emancipación es de índole cultural. Mediante ella podrían despojarse de la falsa conciencia que les ha sido inculcada a través del tiempo por los sectores dominantes, sometiéndolos y haciéndolos ciudadanos de segunda categoría (gran parte de las veces, sin considerarlos siquiera seres humanos, como se acostumbró en nuestra América con los pueblos originarios tras la invasión europea de hace más de quinientos años atrás). Por consiguiente, tiene que afincarse en valores, tradiciones e historia propios, aunque éstos se hallen impregnados de la visión e intereses de los sectores dominantes, pues de ellos podrán extraer los pueblos el impulso suficiente para emprender el proceso colectivo de participación y de protagonismo que les permita acceder a la construcción consciente de sus propios destinos; ya no marcados o subordinados por la concepción de la vida de quienes, por ahora, los excluyen del disfrute de mejores condiciones materiales de vida y, en consecuencia, de una vida libre y plena.
Una siguiente batalla -poco o nada distinta de la anterior, incluso, sin que sea éste el orden para que ocurra, pudiendo ser anterior o simultánea a ella- es reducir y evitar el silenciamiento de sus luchas, tanto aquellas que son sólo reivindicativas como las que se inscriben en la búsqueda de un mayor y efectivo grado de democracia social, política, cultural y económica. Ésta tiene por escenario cada uno de los medios utilizados para la difusión de opiniones, información y entretenimiento; lo que no será fácil en vista del entramado de capitales e intereses que une a los mismos, vinculados por lo general a las minorías usufructuarias del poder. No es un recetario único ni novedoso, tomando en cuenta que muchas de las grandes experiencias revolucionarias de la historia terminaron en fracasos al no comprenderse la necesidad perentoria de promover estas lides en el seno de los sectores populares, lo que abrió las compuertas a la restauración (inmediata o paulatina) del viejo orden. Otra batalla, posiblemente la mejor percibida y la de mayores expectativas entre los sectores populares, se refiere al poder, a su naturaleza y a su manejo, donde se definen generalmente los pasos a seguir en lo adelante por la población en general. A pesar de su importancia, pocos se preocupan de vislumbrar y estudiar en profundidad su origen, sus mecanismos y los cambios radicales que deben propiciarse con la finalidad de construir colectivamente un modelo civilizatorio de otro tipo. Acá es donde encallan muchas de las experiencias revolucionarias habidas a través de la historia al limitarse a un simple cambio de nombres y personajes, dejando intactas las estructuras y procedimientos administrativos del poder constituido. Así como su burocratismo corporativo. Lo que conspira inevitablemente contra la posibilidad real que el pueblo organizado y consciente asuma el cuestionamiento y extirpación definitiva del Estado burgués liberal imperante. -