Dicen
algunos críticos que cuando en una mujer se combina la belleza física
con la inteligencia es potencialmente una artista en la audacia. Evita
Perón no era una beldad, pero en oratoria –amén de ser distinguidamente
inteligente- no ha habido hasta ahora otra mujer en América Latina que
la supere, y si le hacemos analogía con el sexo masculino, tendríamos
que incluirla en la lista de grandes oradores detrás de Jorge Eliécer
Gaitán y Fidel Castro. A nadie se le ocurra pensar que estoy haciendo
comparación entre la señora Evelyn Trejo y Evita Perón.
He
escuchado entrevistas hechas a la señora Evelyn Trejo en directo. Sabe
defenderse y habla con coherencia, por supuesto, inclinándose a favor
de los ideales que representa. Sería injusto exigirle lo contrario.
Podríamos decir que tiene vocación democrática sin salirse del contexto
del sistema capitalista. No creo, ni que me lo jure Cristo, ella quiera
un régimen donde pasen todos los medios de producción privados a manos
de la propiedad social. Esto es socialismo –como primera fase de la
sociedad comunista-, y ella le reprocha a Chávez haberse entregado a
los comunistas, aunque le concede razón contra los imperialistas. Por
lo menos no es mezquina, políticamente hablando, como otros de la
oposición que no ven absolutamente nada del gobierno de Chávez ni en
positivo para el país ni en beneficio del pueblo.
La señora Evelyn Trejo concedió una entrevista al semanario “Quinto Día”, que resulta interesante y me ha motivado a escribir este artículo destacando un tema que es
bandera de la oposición en su campaña contra el Presidente Chávez. Ella dice que
para dirigir la vida de los venezolanos es necesario un líder sólido
con cimientos familiares que expanda los valores que se aprenden en la
familia. Eso, en verdad, suena demasiado hermoso y humano pero la
historia no lo concibe de esa manera, y por ello es que se han
producido grandes revoluciones que han transformado el mundo hasta lo
que es realmente hoy día. Por supuesto que quien no quiera a su familia
no puede querer a nadie, pero si los grandes dirigentes de la
revolución burguesa se hubiesen dedicado las 24 horas del día a dar
pruebas de amor a su familia, a dar fe ciega de lo que sus progenitores
les enseñaron en el hogar, el feudalismo y la Inquisición aún estarían
riéndose de las payasadas de sus opositores. Los hijos, por ejemplo, de
los grandes latifundistas rusos no eran enviados a la universidad para
que no se dejaran influenciar por las ideas progresistas de la
burguesía. Y nadie debería de dudar que esos padres quisieran a sus
hijos y éstos a sus padres, pero ¿era justo que los hijos siguieran el
mal ejemplo tradicional de sus padres?
Si
Marx, que vivió el dolor de ver morir un hijo por desnutrición, se
hubiera dedicado exclusivamente a producir para su familia olvidándose
del proletariado, jamás y nunca hubiese coronado su maravillosa y
actualmente vigente obra: haber creado la concepción
materialista de la historia, y el marxismo como la doctrina más
científica, dialéctica y revolucionaria de la lucha de clases que
conozca la humanidad. Si Engels se hubiese dedicado a expandir los valores de sus padres nunca
hubiera dejado de ser un rico gozón y explotador y no lo que realmente fue: un excelso ideólogo del proletariado, ejemplo de la solidaridad revolucionaria, y forjador de la revolución socialista. Si
Lenin y Trotsky se hubieran dedicado a invertir el mayor tiempo de su
vida a consolidar los cimientos de su vida familiar y cumplir
rigurosamente con los valores de sus progenitores, la historia de
Europa seguiría teniendo en los zares y los reyes las únicas voluntades
supremas del destino del mundo.
Si
Bolívar, para acercarnos más a nuestras realidades, se hubiese dedicado
a seguir fielmente los valores de su familia invirtiendo su mayor
tiempo en manejar la riqueza heredada, y enseñándole cimientos de
costumbres reducidas a las fronteras de familia de haber formado un
hogar estable y sólido, hasta el perro “Nevado” hubiera tenido más
importancia histórica que quien merecidamente se ganó el título de
Libertador, precisamente por haber hecho lo contrario a lo que
religiosamente se tiene por concepto de familia y, por cierto, el
capitalismo lo ha llevado al extremo del egoísmo y el individualismo.
El político que ponga a su familia por encima de su pueblo, de los
intereses supremos de la libertad y la justicia para su pueblo, ¡me disculpan!
no ve más allá de la punta de su nariz, no debe proponerse gobernar una
nación para transformarla en bien de todos. Claro, eso no quiere decir
que se olvide de su familia, que no la quiera. No, de eso no se trata.
De lo que se trata es que en la medida que vaya generando libertad y
justicia para su pueblo, en esa misma medida lo va adquiriendo para su
propia familia, lo cual no resulta lo mismo haciendo lo contrario.
La
propia señora Evelyn Trejo reconoce que la campaña electoral le ha
afectado su familia, porque siempre estaba en su casa con sus hijos y
ahora tiene que estar hasta 4 días sin ellos. Si un gobernante dedica
su mente todo el día para pensar en su familia, no se ocupará de los
grandes problemas que afectan a su nación y terminará dando la espalda
al pueblo. Las necesidades de un país no se pueden medir por las
necesidades de la familia presidencial, aunque a un pueblo hay que
amarlo, por lo menos, con la misma proporción de amor que se tenga por
la familia.
Existe
algo en que la señora Evelyn Trejo, sin negarle ni criticarle el
inmenso amor que siente por su familia, demuestra que no tiene creencia
en que la sociedad nunca podrá llegar a sentir amor por el prójimo como
por sí misma. Ella dice: “Cargo con mi bebé y no le confío mi hija a nadie, porque su educación la decido yo…”.
Eso se le debe respetar, pero precisamente la lucha y la gobernabilidad
tienen que ser para que un día sea la sociedad quien cuide y eduque a
los niños y las niñas con ese amor y sabiduría infinitos que es propio
del ser humano trabajando de acuerdo a sus capacidades y obteniendo
bienes de acuerdo a sus necesidades, y, de esa manera, todas las madres
y todos los padres disfruten de la verdadera felicidad social. Sólo con
el socialismo se crearán las bases para que las madres queden
completamente liberadas de todas las ataduras de la esclavitud
doméstica. Será ese el momento en que una madre confíe en que la
sociedad entera le ame a su cría, y la sociedad entera sea protagonista
en la crianza de todas las criaturas que nazcan bajo su existencia.
El
día en que Chávez, o cualquier mandatario que tenga por norte una
revolución, le dedique 16 horas a su familia, 4 al pueblo y 4 para
dormir, téngase por seguro que marcha por un camino totalmente
contrario a las necesidades de su nación y de su sociedad.