Estoy profundamente agradecido de que este compatriota se haya tomado el trabajo de defender con tanta propiedad mi artículo "¡Muerte a los pensionados!". No tenía ni idea de esos ataques que recibí en Twitter (no soy usuario de esa herramienta), ni tampoco que los camaradas de Aporrea (a quienes también les agradezco) hayan debido hacer una aclaratoria. Pero sí he sido víctima de terrible acoso por vía de mi correo electrónico. Me han dicho de todo y han hecho amenazas a mi persona y a mi familia. He puesto en buenas manos las señas de los correos amenazantes, por si me pasara algo, se sepa a quiénes buscar.
Algo que debo decir es que al menos el 90% de quienes me hicieron acusaciones absurdas son escuálidos radicales enfermos de odio. Son esos bichos, casi todos de clase media, que se creen superiores a los demás, y vea usted qué brutos e incultos son. También recibí críticas de unos muy pocos chavistas, en general respetuosas pero que me obligan a recomendarles que para ser buen lector hay que superar los rudimentos que con justicia y tino ha distribuido la Misión Robinson ¡A correr tras las buenas lecturas, muchachones, que un ser sin estudios es un ser incompleto, según dijo un tal Simón Bolívar!
Claro, hay algunas cosas en las cuales no sé si estoy del todo de acuerdo con Saldivia, como eso de que "Nadie nace sarcástico". Mi santa madre me echaba un cuento, que no sé si estaba adornado por su desmedido amor hacia mí, según el cual yo, desde mi camita de pequeñín (de acuerdo a ella, aprendí a hablar muy rápido, lo cual debe explicar el por qué soy tan hablachento y deslenguado), dije una vez la procaz frase "¡Coño de la madre!". Ella, severa, me increpó preguntándome "¿Qué dijiste?" y yo respondí "¡Toña la Negra!".
No obstante, hay cosas también que abonan a la hipótesis de Saldivia. Fui un escolar muy modosito y tranquilo, hasta el punto de que formé parte del insufrible "Cuerpo de Disciplina" de mi escuela, una especie de conglomerado nerd que colaboraba con la dictadura docente. Inmediatamente después de que ingresé al liceo me hice comunista y se inició así mi conversión en Hulk, el hombre increíble. Desde entonces me hice ejecutivo del sarcasmo, así que probablemente eso me vino con mi abjuración del catolicismo y mi metamorfosis política desde la Nada al comunismo. Punto para Saldivia.
Por cierto, de esa misma época de mi incorporación a la gloriosa Juventud Comunista, recuerdo que empecé a publicar, junto a otro zagaletón, una hojita clandestina, impresa por el método de sacar copias con papel carbón en una máquina de escribir, que circulaba limitadamente en el edificio donde residía. Allí hacíamos comentarios sarcásticos sobre las señoronas del vecindario, apelando a chismes que escuchábamos y a otros que simplemente inventábamos. Claro, algunas de esas damas sospechaban de nosotros, pero nunca nos amenazaron de muerte.
Comparto con mi adalid la admiración por Mafalda, aunque siempre me han gustado más otros trabajos caricaturistas del gran Quino. Recuerdo uno en particular que considero una joya del sarcasmo. En una viñeta, aparece un salón donde se desarrolla un evento partidista. En medio de las pancartas y banderas, los militantes, una módica multitud de viejecillos, escuchan a otro vegetal que aparenta ser su líder. Este vocifera algo así como "¡Nosotros, que jamás hemos engañado al pueblo! ¡Nosotros, que nunca hemos ofrecido nada que no podamos cumplir! ¡Nosotros, que nunca hemos negociado tras bastidores los intereses de los trabajadores!". De inmediato, otra viñeta. La cara del líder se torna mustia y, al borde del llanto, afirma: "¡Nosotros, que jamás hemos ganado una elección!" ¡Qué sabiduría!
Lo cierto es que de ahora en adelante no me perderé un solo artículo de Saldivia. A lo mejor el tema ni me interesa, pero lo haré solo por disfrutar la sabrosa escritura de una pluma bien cargada.