Cuando era niño, y eso hace, como decimos los venezolanos "una ruflá de años", cualquier mentira, no importaba su naturaleza, hasta lo relativo a la calidad de un producto, se le calificaba "paquete chileno". Y eso no fue una cosa que inventamos aquí por xenofobia, pues todavía los chilenos no habían llegado en grandes contingentes como cuando tumbaron a Allende. Llegaban pocos y de estos muchos fueron educadores e intelectuales conquistados, en el mejor sentido del término, por el Dr. Luis Beltrán Prieto, siendo Ministro de Educación de la Junta de gobierno que presidió Betancourt, entre 1945 y 48. Todavía en los inicios de la década del sesenta del siglo pasado, Luis Manuel Peñalver, con el nacimiento de UDO apeló también a ese valioso recurso sureño. Pero como dicen, "entre los bagres se mezclan las guabinas", en aquella prestigiosa corriente migratoria chilena y de otros países sureños, hacia Venezuela, entonces mirada como la isla de Jauja, vinieron tipos que pusieron en práctica eso que llamaban el paquete chileno. Pero si uno analiza la práctica o la estafa, percibe que el venezolano de entonces seguía siendo el mismo indio aquel a quien el conquistador le cambiaba oro y perlas por pedacitos de vidrio o, como decían en mi barrio, "pico de plato". Y esto eran los pequeños pedazos de algún plato de loza hecho trizas o trisado, como dijo una vez en un bello artículo el ya nombrado Dr. Prieto. No sé si el nacional era demasiado buena gente o por demás pendejo. ¿Y si sigue siendo el mismo de antes?
El paquete chileno era trampa caza bobos. Creo que parecida a lo que está resultando "la reconversión económica" y sobre todo el aumento del salario. Pues este se llevó a una cifra, hablando del salario mínimo, en lo equivalente a 180 millones de los viejos, dicho así porque llamarle "fuertes" es como meter un "paquete chileno". Y además se ofreció una canasta de unos 25 productos regulados, aunque en principio se habló de 50 y se les llamó P-50. De manera que si no pudieran estar metiendo un paquetazo del FMI si parece mucho uno chileno; pero sin duda es un paquete.
Antes que el venezolano empezase a cobrar ese nuevo salario ya el precio de todos los productos, incluyendo los de la lista se pusieron por encima del salario. Pollo, carne y huevos, los más vigilados, no sabemos a ciencia cierta por qué lo son, se esconden y luego aparecen a precios inaccesibles para volver a desaparecer y reaparecer con más estatura y menos robustos. Y el gobierno sigue en su discurso como si nada de eso sucediese, no porque le metieron un paquete chileno, pues el dañado es uno, el consumidor y sobre todo asalariado, sino por haber logrado algo que nunca uno imaginó que estos gobernantes buscasen. Es más, todavía nos tienen asombrados. Aunque para ser justo todavía me cuesta creer sea eso lo que se propone, porque difiere mucho del concepto que tengo de quienes aquél conforman. Más bien les veo como enredados y casi víctimas de unos asesores invisibles y evasivos que experimentan, como decimos en Cumaná, "con el dolor ajeno".
A un mes apenas de anunciar los nuevos salarios el venezolano está no como antes, sino hasta peor, aunque Maduro, digamos en su buena fe, para dar muestra de la nuestra, crea lo contrario.
El daño que están ocasionando a buena parte del venezolano pareciera provenir de una estrategia de igualar desde abajo. No se trata de subir el nivel de quienes menos ganan sino bajar el de quienes por distintas razones, porque esta sociedad no es de iguales, si no lo creen no me lo pregunten a mí, sino hasta al propio Marx, han venido ganando más. Y no creo, en el más estricto intento de razonar dialécticamente, que una sociedad se pueda volver productiva de esa manera. De lo que se trata, es lo que pensaron los grandes maestros, elevar la calidad humana tanto como para igualar en todos los sentidos y las fuerzas productivas alcancen el máximo nivel y así romper las barreras que separan al humano. Pero esa sola definición advierte que la tarea es ardua y no hay otra manera de concebirla. Y hasta me parece un poema.
Un docente, tomaré este ejemplo, por ser el que mejor conozco, ganaba antes un salario entre el nivel I y el VI, promedio, de seis a ocho salarios mínimos, uso cifras aproximadas, en esta reconversión lo redujeron a menos de dos. Mientras el gobierno aumenta sus ingresos por impuestos, lo que paga el venezolano todo, porque detrás del llamado consumo suntuoso entran multitud de productos de consumo cotidiano y en todos los niveles, por lo que ya hemos dicho, prácticamente le rebajó el ingreso a miles de profesionales y trabajadores calificados. Pero además, por lo que hasta ahora se sabe, más de un mes después de anunciada la medida, se están llevando en los cachos los compromisos contractuales con los trabajadores, y no lo está haciendo el FMI sino un gobierno, según su propia definición, de la izquierda. Hasta este momento, no hay información en contrario, pareciera haber sido liquidada la tabla salarial según el nivel académico del docente, sus años de servicio y su rol en la escuela. Por supuesto, eso incluye a los jubilados. Hay contratos de educadores, de aquellos que trabajan con las gobernaciones que desde hace años establecieron 120 días de aguinaldos y vacaciones, pero por eso que hemos llamado la igualación, en lugar de aplicar, como es costumbre y lo legal, lo que más beneficia al trabajador, se estaría pensando en hacer lo contrario. Pero si uno se guía por las informaciones diarias, observa que en el sector salud, trabajadores de la electricidad y otros espacios, se producen las mismas manifestaciones de descontento. Por lo menos ellos saben o creen lo mismo que uno.
Hasta ahora, porque somos equilibrados y un poco juiciosos, nos hemos limitado a observar el panorama, en lo que respecta al asunto salarial, porque me cuesta creer que un gobierno con un "presidente obrero", para más cosas, ex dirigente sindical y además heredero de Chávez, hijo suyo como le dicen sus partidarios, por las razones que sean, se pudiera convertir en negador y enterrador de las conquistas de los trabajadores, particularmente eso tan sagrado que son los contratos colectivos. Y eso es culpa de quienes creen que el Estado puede y debe dirigir un proceso revolucionario y no asumir únicamente el rol de ente cumplidor simplemente de lo que decide la multitud a través de sus formas participativas.
Cualquier persona sensata, formado en la escuela económica del capitalismo o una socialista sabe que vivimos en un sociedad capitalista y esta tiene sus reglas que no se pueden borrar de un plumazo o por capricho; es más, en el pensamiento de teóricos revolucionarios está advertido, que hasta más allá, incluso en esa fase que no estamos, pero llaman transición, habiendo desigualdades y esto significa en muchas cosas de la vida y las relaciones humanas, estructurales y superestructurales, habrá que atender esa realidad tal como corresponde. Lejos estamos de los fines de los sueños y aunque a uno no le guste y hasta le parezca lo que sea, diciéndolo así para no complicar más la explicación, y por las experiencias vividas, el hombre vive de estímulos y el salario, en el capitalismo y hasta más allá, por eso existe el derecho a contratar, es de suma importancia. Me cuesta creer que quienes gobiernan estén pensando no sólo como soñadores y muchachitos, sino como adultos que desconocen los resultados negativos que han dejado muchas de esos "experimentos".
Para más señas y para terminar, en gran medida, entre esos trabajadores que antes ganaban más, están quienes nunca reciben Clap.