En la Antigüedad se estilaban sacrificios humanos. Inmolaban a una víctima, generalmente joven, una virgen, bebés, pero también podían matar a un rey. Daban así contento a los dioses, como Ifigenia, sacrificada para aplacar a la diosa Artemisa, que andaba fúrica con el padre de la chica porque este mató un ciervo en el coto de caza sagrado de la deidad. Para probar la fidelidad incondicional de Abrahán, Jehová le exigió que sacrificase a su primogénito Isaac. Cuando ya estaba a punto de echarse al chamo, Jehová detuvo la operación. También tributaban pingües animales a las divinidades. Eran dioses peligrosos. Si no les ofrendabas lo que exigían podían devastar ciudades y hasta a la humanidad entera, pregúntale a Noé, con vendavales de fuego, diluvios, cataclismos, las siete plagas… Tú sabes, cosas divinas. Hay uno a quien la Biblia llama «el dios de los ejércitos» (1 Samuel 17:45). O sea, tremendo tipo, que devastó a Sodoma y Gomorra porque sus varones se amaban.
Los dioses se han dejado de eso y ya no exigen holocaustos ni hecatombes ni inmolaciones. Aunque aún hay quienes ofrendan su vida sexual y se comprometen a pasarse la existencia en castidad, o séase, sin darse siquiera un piquito con nadie, salvo cuando violan niños, pues no todo puede ser sufridera.
Pero ahora es peor, porque aunque los dioses ya no exigen matanzas, el capital sí y hay que ofrendarle pueblos, naciones, regiones, culturas, infraestructuras con la gente adentro. Y aquella gozadera en las bolsas de valores. Pregunta en Siria. O en Libia. El nuevo sacrificio se llama hogaño «intervención humanitaria», «obligación de proteger» y otras solemnidades que nos tienen prometidas las naciones infinitamente cultas y civilizadas, únicas capaces bondad tan inmensa como la devastación de Catia y de Alto Prado para rescatarnos de una dictadura que ha ganado 22 de 24 elecciones en 20 años. Con fffRRRaude, claro, porque la oposición es tan candorosa que gente tan burra como el chavismo casi siempre la derrota. Pero ellos son blancos y se entienden. Y blancas como Carla, Delsa, Gaby, Lilian, MariCori, Patricia. Son pocas, hay mucho machismo ahí.
No sé por qué a su sapientísima dirigencia le gusta tanto formarse en Harvard. Yo cambiaría de universidad.