Para muchos estas Navidades serán duras, difíciles: para quien perdió a un ser querido a manos de la violencia de las calles, de la ceguera política, de la injusticia social o, de la impunidad.
Para las múltiples familias que están separadas, desgarradas, cuyos hijos se encuentren lejos, para la madre que sufre la angustia de no tener a sus seres queridos cerca, para el anciano abandonado al final de su vida, para quienes nos hemos visto obligados a dejar nuestra patria y nuestras familias, por razones políticas o económicas; para el joven, hombre o mujer, que están solos, lejos, en otros países, sobreviviendo, en situaciones duras, de incertidumbre.
Para quien padece o tiene algún familiar o ser querido sufriendo de alguna enfermedad de alto riesgo, para el anciano, condenado al deterioro creciente de su salud, o a sufrir de minusvalía o muerte por la imposibilidad de conseguir el medicamento vital, único, imprescindible.
Para los niños de la calle, los que volvieron a pulular entre la basura, la violencia y el maltrato y están expuestos a la violencia social, sólo porque no pueden ser sostenidos en su propio hogar, sin medios para obtener alimentación adecuada y la seguridad. Para esos rostros inocentes, endurecidos por la calle y las carencias.
Para el que lo ha perdido todo y ha quedado arruinado, por el cierre de sus fábricas, fincas, negocios, el trabajo de toda una vida.
Para los presos, secuestrados por razones políticas, los que están sufriendo el maltrato del aislamiento, de la prisión injusta, de la violación de sus derechos fundamentales, de la incertidumbre del futuro, de la impotencia de no poder ni siquiera defenderse.
Para el venezolano "de a pié"; el profesional; el ama de casa; el que sobrevive en el barrio, en el campo; a la familia, que a duras penas sobre lleva la tragedia de la vida diaria en que han convertido a nuestro país caracterizado por la impotencia de no poder, ni tener nada como celebrar, cómo llevar alegría a sus hijos, a sus seres queridos.
Todos estamos ante una situación terrible, insospechada hace apenas cinco años. Nos han arrebatado el país, nuestra normalidad de vida, la esperanza de un futuro que teníamos por delante, de trabajo, de avance, de justicia, de solidaridad, de convivencia.
Todo se ha trastocado en un ambiente de miedo, desesperanza, tristeza. Han arrebatado la identidad del pueblo venezolano, lo han convertido en un pueblo desesperado, degradado, dispuesto a hacer cualquier cosa para sobrevivir. En efecto, viven una vida de privaciones, de situaciones absolutamente denigrantes que se han convertido en la "normalidad" de un país en caos, deteriorado, violento, intolerante, egoísta.
Han abusado de la bondad y credibilidad de nuestro pueblo. Un pueblo esencialmente pacífico, que no puede someterse a la crueldad de un gobierno indolente, con una ética de pranato. Un pueblo que luce desorientado, confundido, abandonado por sus líderes políticos y sociales naturales, quienes abandonaron el barrio, la comunidad, el autobús, la rebeldía, para convertirse en la nueva élite de burócratas o empresarios, han conformado el nuevo grupo económico que sostiene este estado de cosas, dándole la espalda a su origen, traicionando las ideas que alguna vez emocionaron a los humildes.
La Navidad es una oportunidad para reflexionar, recordar el origen, la normalidad, recuperar la esperanza, retomar fuerzas. Fue San Francisco de Asís, quien nos legó la práctica del pesebre, nacimiento o belén, el establo, con los pobres, para recordar el origen humilde de Jesús y el Cristianismo, lejos de los Palacios, del egoísmo, de la opulencia.
Nuestro pueblo, en su inmensa riqueza cultural y artística, ha convertido al pesebre y la Navidad en una explosión de espiritualidad, sincretismo e identidad. De manera que, donde sea que estemos, en la circunstancia mas dura, poseemos suficientes elementos para tener una Navidad venezolana.
Porque sólo desde allí, desde lo mas auténtico de nuestra identidad, podremos darnos cuenta de que tenemos suficientes argumentos y fuerza para recuperar la Patria, nos daremos cuenta, con claridad, que no existe razón alguna para que estemos secuestrados, en manos de insensatos que entregan nuestro futuro y el de nuestros hijos, para ellos mantenerse en el poder.
Donde sea que estemos, dentro o fuera de la patria, no nos dejemos abatir mas por la tristeza y la desesperanza. Hay que recuperar el equilibrio espiritual que nos permitió movilizarnos por un futuro mejor. Desde donde estemos, recordemos a los seres queridos, a los que están pasando por los infortunios que hemos enunciado. Dejemos a un lado el miedo, la intolerancia, la desesperación, el egoísmo y reagrupemos la esperanza de todos, para que ello se convierta en una poderosa fuerza popular que dé al traste con este desastre.
Ahora pretenden ahogar a nuestro pueblo en la aventura de la guerra con Colombia, un pueblo hermano, tratando de insuflar el corazón de nuestros jóvenes con la intolerancia, la persecución. Así mismo, movilizan a todo el aparato burocrático y represivo del Estado, para acallar y reprimir a los obreros, trabajadores, a quienes les han arrebatado sus conquistas de tantos años de lucha sindical. En efecto, les han sido escamoteados los salarios y beneficios, mientras entregan la Patria.
Igualmente, persiguen, encarcelan y matan a los trabajadores de PDVSA, cientos de prisioneros políticos, sepultados en vida, mientras guardan silencio y protegen a los "empresarios" que han hecho fortunas bajo su amparo y resguardan sus intereses. Tienen secuestrados por razones políticas a Generales, patriotas, héroes del 4 de Febrero y del 13 de Abril, como Rodríguez Torres y Baduel, violándoles sus derechos, así como, hacen con otros cientos de oficiales y profesionales de todos los rangos, Bolivarianos, patriotas, mientras permiten que cuerpos de inteligencia extranjeros, se inmiscuyan en nuestros asuntos internos e incluso, hagan planes a costa de nuestra soberanía.
Desde lo mas profundo de mi corazón, en verdad os digo que todo ésto lo vamos a cambiar, porque nuestro pueblo, el pueblo de Bolívar, el que cruzó Los Andes, páramos y sabanas para dar libertad y dignidad a todo un continente, el pueblo de las dificultades, del 13 de abril, de la derrota del Sabotaje Petrolero; ese pueblo, esa muchachada que, en una diáspora injusta, ahora sorprende al mundo, con su formación, su sensibilidad, su trabajo. Esos jóvenes, hombres y mujeres, que se resisten a dejar la patria, que luchan todos los días por sobrellevar la situación, mantener un espacio de vida; la mujer, la madre, jefa de hogar, en su lucha cotidiana para alimentar y proteger a sus hijos, a los abuelos; el pueblo que estudia, que trabaja, que lucha todos los días, al soldado y al campesino; ese pueblo noble, bueno, no tiene razón alguna para seguir sufriendo los desmanes de un pranato al que no le importa destrozar la Patria.
Por la vida, por la paz, por el pueblo, por el futuro, por la Patria, recuperemos la Esperanza, estamos a tiempo de salir de este desastre, no tenemos por qué sucumbir en el escenario de la aniquilación de nuestros valores. Cuento con ustedes, ustedes cuentan conmigo. Vamos a contar todos juntos. Una Feliz Navidad, mis mejores deseos para todos y todas, ¡arriba los corazones! ¡Venceremos!