En Cumaná solían decir, "¡Cómo se parece un diablo a otro!". Esta historia, la contada el año 2010, pero por supuesto, fundamentada en circunstancias anteriores, de cuando la IV República, se nos hizo presente. El lector en base a su propia experiencia podrá sacar sus conclusiones. Lo cierto es que muchas de las lamentaciones del personaje de aquél cuento ahora están presentes y al autor, ahora en la vejez, le pertenecen. Por supuesto, habrá quien encuentra diferencias, pues las hay. Sólo que al hacer el balance, sacar los resultados, podría haber como un empate y habrá quien en un lado u otro encuentre ventajas. La vida da para toda y todos.
Cuento: Barcelona, 2010
- Primero debo convencerme que esto es vida. Admito, que siempre he sido - en esta u otra reencarnación -, acá o más allá, un tipo lleno de optimismo.
Así habló junto a mí un viejo que hace tiempo abandonó este mundo; la conversación que entablamos partiendo de aquella queja me permitió tomar estas notas que conservé para constar lo que era un jubilado, cuando la pensión del Seguro Social, era algo como una limosna que entregaban sólo de vez en cuando. Era tan insignificante que a pocos interesaba. No era concebible que una ama de casa de clase media, hasta sin haber trabajado antes fuera de los límites de su hogar, se interesase por aquella denigrante pensión. Pensar en un banco, ubicado en una zona de clase alta, abarrotado de señores y señoras de "buena pinta", en cola para cobrar la pensión del IVVSS, era algo más que un disparate, un imaginario absurdo.
¿Qué dama que se respetase y cuidase su prestigio, hubiese ofrecido aquel denigrante espectáculo por dos lochas?
Torcuato Velásquez, jubilado del Ministerio de Relaciones Interiores, acreedor a la pensión del Seguro Social que nunca había recibido pensión del seguro, hablaba en solitario, mientras engurruñaba los ojos para leer el pequeño aviso de prensa.
- El Ministerio exige a los viejos policías jubilados como yo, que demuestren su supervivencia presentando una "Fe de Vida", para poder cobrar.
-¿Y habrá en este país quien se atreva a decir, y lo que es más, a firmar con su puño y letra, que esto es vida?
- Tengo setenta años. No hay un pequeño espacio de mi fláccido cuerpo que no duela. Casi todo alto está; la tensión, el azúcar, el colesterol, bueno y malo, y pare usted de contar. Pero eso sí, lo que en una vida muelle, gozosa, vida verdadera, apuntando al cielo se la pasa, en la mía guinda en un tilín.
-¿Y cuál es la oportunidad para vivir que me brinda el ministerio?
-Mi pensión de jubilado no alcanza para satisfacer a un vivo. Y conste que, este vivo, es más bien uno de los pendejos que mencionó el Dr. Uslar. En veces, una quincena no alcanza ni para comprar las medicinas que esta triste forma de "vida" mía solicita. La pensión misma casi me define como muerto, porque no alcanza ni para quien en vida vegetativa esté. Lo del seguro social es un fraude y más vale que no reclame porque plan, manguera y agua en chorros de ballena, es lo que dan. No importa que uno camine como Chencha.
Porque esta vida mía -¡esto no es vida!- es poco placentera y cara. Y conste que poco como, y no sólo porque no tengo dientes, el estómago y los intestinos parecieran vivir en sobresaltos, sino porque es insignificante lo que puedo comprar con cuatro lochas.
-Teléfono no tengo. ¿Cómo pagarlo? Y ahora menos, pues sacaron de la presidencia de CANTV, por decisión del gobierno, socio mayoritario, a aquella especie de turco-gringo y por él pusieron a "Uña e' Gato" - sirve para todo, bueno para nada -, Gustavo Rossen y, así entré en guatepeor. Pues éste, que no es gringo, donde llega, siempre la coge con viejitos, niños, almas desamparadas y maestros. Es decir, con quienes más enclenques ve. ¡Y ....chupulún sin respirar siquiera, subió las tarifas telefónicas! Pensar que al turco-gringo le rasparon por sólo sugerir la idea.
-¿Luz? La que heredé de los griegos. Porque esa que desvanece las sombras nocturnales está muy cara. ¿Agua? Una gota cada media hora apenas puedo ordeñar a Hidrocaribe. Eso sí, cuando llueve, como en días pasados, pasa a torrentes por el colador de mi techo y hace más triste y fría mi vida mortecina.
- ¿Es qué acaso esto es vida?
-¡Dígamelo allí compañero diputado!
- El Ministerio debería ser menos sarcástico y obviar ese requisito de la "Fe de Vida", salvo que pretenda colocar las pensiones por encima de la fosa. Pues las de ahora, son pensiones cadavéricas que reparte la parca a zombis como yo, llamados jubilados que, aunque caminemos, muertos somos. Por la calle andamos dando tumbos. Ocupando espacios innecesariamente porque en verdad, dejamos de existir. Pedirnos la Fe de Vida, es eso un sarcasmo, una simple manera de decirnos, ¡coño, ustedes están muertos, acaben de joder! Además esas asignaciones desde siempre han estado congeladas y nadie sabe dónde las pusieron; porque los muertos están enterrados en solitario y pocas veces, por fugaces momentos, se les recuerda.
Con esta triste pinta, este remedo de vida, putrefacta, cadavérica, cara de hambre atrasada y en futuro, al pedir al funcionario competente con voz casi inaudible y temblorosa que me dé una "Fe de Vida", porque uno mismo no está seguro de eso, temo que me mande para el mismísimo carajo. ¿Es qué acaso usted, viejito, cadáver insepulto, me ve cara e' pendejo?