No se vayan pal carajo, gringos de mier..., ¡Vengan!

El "Presidente encargado", Jhon WhiteDog, conocido más por sus nalgas, y llamado "juancito" por sus jefes cuando recibe de ellos las palmaditas en la cabeza, ostenta la rara cualidad de reunir en sí mismo todo el carisma que en consecuencia hemos recibido de nuestros clientes del hemisferio norte: discurso imposible, mímica apariencia, imagen social de liderazgo por acuerdo, promesa belicista, extremismo derechista,… Es decir, el muchacho flaco y feo encarna el "ideal" de liderazgo hecho de trapo, hilos y malas costuras. Pretenden, otros pueblos y otras gentes, que han sido más pobres que Nosotros, los seres más ricos en libertad de toda América, que aceptemos con tranquilidad esa imagen mesiánica por sus dotes sociales (¿cuál? ¿de dónde?), y nos hundamos en la miseria de la pobreza que encarna la sumisión de esos pueblos y esas gentes esclavas, y que por ello invaden, masacran, se venden como buenos, como bellos, como mágicos, como lo mejor, como lo máximo. No, quédense con el muchacho larguirucho y feo; pueden quedarse con el papel tualé, con las bagatelas compradas con sus billetes pintados de verde, con lo que quieran; pueden seguir amenazándonos mientras mascullan con sus "líderes" las maldades que ejecutarán sobre nosotros. Siguen siendo pobres pueblos atosigados por la ignorancia y la miseria de la mansedumbre esclava, por mucho alboroto que hagan mientras mueven sus irresistibles armas.

Circulan los títeres bajo la sarna gozosa que inunda la actitud entreguista, cobarde y traidora; y pretenden, tales seres inferiores, que nuestra natural arrogancia nacida de la libertad que forjamos hace siglos caiga a los pies de empresarios, compañías transnacionales, y cuanto bicho se mueva en el mundo de los perros de la guerra. Asoma su enorme nariz el hipócrita francés, que colocó una toalla sobre las protestas de su propia gente; habla el liderazgo español, que no sabe si es monárquico o republicano, socialista o de derecha, joven o viejo, antes o después, pero asegura vivir en una democracia; así los demás perros, los de cuerdas largas o cortas, los de alfombra y los de campo, los de cobrar presa o los de pastorear ganado, los perros guardianes o los de lazos rosa y pomposa cola…

¿Petróleo? Ahhh, sí… lo quieren… Sin pagar, claro; si es robado, mejor… ¿Vender armas, quieren? Ahhh, sí... ¿A la resistencia? ¿a los opositores, mejor, para mantener el equilibrio del caos? Todo lo quieren estos pobres tipos, ladrones de oficio, perros de la guerra.

Aquí hemos salido de los chinchorros para envenenar las flechas, para tallar las lanzas, para pintarnos la cara con las marcas de quien espera la guerra, para ponernos la pluma roja de los caciques de verdad. Pero aún no hemos invocado el fuerte espíritu de los héroes caribes, ni el alma de pueblo que se convierte en un sólo hombre, que se mueve con disciplina y ligereza bajo el mando del verdadero Guaicaipuro, encarnado en la violenta defensa de un pueblo fuerte, digno y libre. Todavía no hemos despertado el gigante de la resistencia; ahora sólo miramos desde lejos los pavoneos de perros alfombreros que pretenden ensuciar el suelo auténtico de la libertad ganada.

Vengan, gringos de mierda, no reculen. Aquí los estamos esperando, no sólo los soldados en las fronteras, no únicamente aviones y tanques tal vez con menos tecnología o menor número y potencia; aquí los está esperando el pueblo, sin las medicinas que ustedes no permiten que compremos, sin la comida que no nos permiten adquirir, sin agua y luz, sin un coño, tal vez, pero con toda la rabia de un pueblo al que quieren acorralado. ¡Vengan, gringos de mierda! ¡No reculen! ¡Aquí los esperamos con imposible amor para ustedes!

¡EL SOL DE LA PATRIA NACE EN EL ESEQUIBO!



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1619 veces.



Carolina Villegas

Investigadora. Especialista en educación universitaria

 saracolinavilleg@gmail.com

Visite el perfil de Carolina Villegas para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Carolina Villegas

Carolina Villegas

Más artículos de este autor