Se escucha en nuestros campos que "El que esta picao de culebra hasta el bejuco lo asusta". Una sabia forma de graficar la aprehensión que experimentan las personas cuando presumen la existencia de una situación que es similar a una anterior y que le causó daño o perjuicio. Extrapolando esta conseja al campo político nacional, podemos afirmar que los venezolanos y las venezolanas hemos sido víctimas de varias serpientes. Hablaré ahora de la que nos ha mordido y en su veneno contenía el fascismo.
Hoy la dirigencia opositora sigue transitando fuera del carril del sistema democrático venezolano, con el agravante de estar subordinados a los intereses de un gobierno extranjero, de cual incluso demandan acción militar. Siguen tratando de capitalizar el descontento hacia Nicolás Maduro para llevar a parte del pueblo a un callejón sin salida, y algunos se proponen volar la pared que impide el avance. No podemos desestimar que parte de esa dirigencia promuevan acciones de violencia para acelerar el proceso y que en un eventual logro de sus objetivos convoquen algo más terrible: una cruzada (en el sentido católico y original posible) contra el chavismo. Contarán con que en un sector de la población ya está el veneno del fascismo.
No se puede olvidar en Venezuela, que la oposición al gobierno bolivariano ya ha recurrido varias veces a la violencia como mecanismo de la resolución expreso del conflicto político. La primera muestra de tal determinación fue el golpe de Estado de 2002, donde además de asaltar el Estado de derecho, parte de la dirigencia persiguió a dirigentes chavistas y asediaron la embajada de la Republica de Cuba. Luego asistimos a la famosa "Salida" y para el 2017, en medio de las guarimbas se exacerbó el fascismo llegando a incendiar personas por presumir que eran chavistas.
La validación de la violencia como herramienta en la política ha tenido asidero en la llamada clase media, quienes asumen que construyen una identidad y uno de sus rasgos son la superioridad moral y racional frente a la clase trabajadora, los cuales dada su falta de formación son incapaces de conducir sus vidas y menos tener una dirigencia que lleve las riendas de un país, de una sociedad. Así pues, la clase media es ese faro en la sociedad que todos deben seguir.
En los hechos a los que hacemos referencia, la dirigencia opositora ha capitalizado el discurso de la clase media y la ha movilizado, pero como no son mayoría, los radicaliza y le convoca paulatinamente a tomar acciones de calle, pero siguen solos. Entonces sus acciones son más hostiles, pues si el resto de la sociedad no quiere escuchar hay que obligarlos y aquí llegamos a la "guarimba", es decir a la violencia contra todo el que piense distinto. Así es como las personas que se asumen como la lumbrera moral y racional del país entendieron o justificaron que la violencia era la única forma de promover los cambios que ellos creen que deben darse. Esta explicación me llevó hace tiempo a concluir que mediante este proceso barbarizó a la clase media, que hoy sigue ignorando todos los mecanismos que brinda nuestra democracia.
Aunque en parte de nuestro pueblo circula el veneno del fascismo, también debemos recordar que, en nuestro periodo democrático, la sociedad venezolana en general ha respetado las reglas del juego, solo en el 89 explotó y fue una acción limitada, aunque no la represión. En el 92 con el intento de golpe de Estado de Chávez, el pueblo se mantuvo dentro del juego democrático. Ahora bien, para neutralizar el avance de todo veneno debemos aplicar un antídoto, y esa es una de las tareas de la dirigencia del chavismo y de parte de la oposición que no asume la violencia como fórmula.