Parafraseo las célebres palabras que Camilo Cienfuegos le expresó a Fidel, esto a propósito de todos los ataques a que ha sido sometida la revolución bolivariana, y que el gobierno del presidente Nicolás Maduro ha sabido responder bien.
La última acción para generar condiciones que permitan una mayor injerencia y desestabilización política, ha sido el arribo a Caracas del títere de los gringos Guaidó, después de su salida clandestina de Venezuela y de visitar a presidentes lacayos latinoamericanos en una gira realizada en un avión de la Fuerza Aérea colombiana. El diputado opositor, autoproclamado presidente, cruzó los filtros de todo aeropuerto internacional como cualquier ciudadano. Los estrategas gringos esperaban que Guaidó fuera detenido, pero el presidente Maduro resolvió el dilema de su retorno de la mejor manera, ignorándolo. Además los ciudadanos venezolanos estaban más interesados en disfrutar el Carnaval, que preocuparse por un ‘presidente’ ficticio…Guaidó.
La guerra no convencional exige respuestas no convencionales, -pacientes, visionarias, creativas-. Guaidó y lo que él representa no es un problema legal o jurídico, sino un problema político. En EE.UU o cualquier país europeo, de cuyos colonialistas embajadores estuvieron solícitos recibiendo en el aeropuerto a Guaidó, un potencial autoproclamado presidente estaría preso por mucho menos de lo que ha hecho Guaidó hace mucho tiempo, pero en el caso de un proceso revolucionario y patriótico, como el venezolano, las soluciones a los embates del imperialismo requieren de reflexión compleja.
Ignorar a Guaidó es la mejor de las venganzas. Guaidó no puede ir en contra de su propia naturaleza, que es ser una marioneta de los intereses transnacionales e imperiales, y esto le hará caer en contradicciones y errores por sí solo, por lo tanto, hay que dejarle que juegue su juego virtual, mientras el pueblo venezolano, debe concentrar sus esfuerzos en lo fundamental, incrementar y perfeccionar sus capacidades defensivas, entre ellas el desarrollo de la tecnología misilística.
Un gusano como Guaidó solo merece menosprecio, prestarle excesiva atención es lo que la estrategia gringa anhela desesperadamente. En relativo poco tiempo, Guaidó quedará en el olvido y enterrado en el polvo de su propia nada. Determinados problemas suelen desaparecer por sí mismos si se los deja que se enreden en el océano de sus propias inconsistencias. No hay que dar oxígeno a las debilidades inherentes de un fantoche como Guaidó. Pero ignorar a Guaidó no significa que se deje de vigilarlo, obviamente se tiene que estar atentos a la evolución de las cosas. Ignorar no es equivalente a descuidar el problema. Hay que diferenciar lo que puede ser potencialmente desastroso de lo irritante, es decir, la molestia que puede desaparecer sola.
No hay que moverse al ritmo de las acciones de Guaidó, pues esto permite desplegar su juego artificial y permitirle mantener algún nivel de iniciativa. Es preferible que Guaidó se hunda en el pantano que le han creado sus patrones. Invalidar la chiquillada de Guaidó es descolocarlo y esto le provocará impaciencia, lo que será el principio de su fin.
El proceso bolivariano debe establecer las condiciones, negar la atención de quien le reclama acción, le lleva a la frustración. Nicolás… vas bien.