Cuentan los venezolanos que cuando el aeropuerto Internacional de Maiquetía está lleno de gente es porque portugueses o españoles van a recibir o despedir a un familiar que viene o se marcha. Por cada pasajero español o portugués, 15 ó 20 familiares o amigos iban a despedirlo o recibirlo.
Para hacer honor a esta tan arraigada costumbre ibérica, a Juan Guaidó lo estaba esperando, después del control de pasaportes en el aeropuerto, el embajador español en Venezuela. Como tal vez no tiene muchos familiares, decidió llevarse al embajador alemán y algún otro más.
Desconozco en profundidad las normas de cortesía diplomática entre Estados que mantienen relaciones más allá de discursos hueros y cumbres estériles. En el caso hispano-venezolano, los gobiernos españoles de Aznar, Rajoy y Sánchez han sido un brazo más de la oposición venezolana. La visita del embajador español Viturro de la Torre al golpista Pedro Carmona Estanga después de su autoproclamación. La negativa de este mismo embajador a permitir el asilo de simpatizantes bolivarianos y la sintonía monocorde tipo «Sí, bwana» de los españoles con los distintos iluminados que calientan silla en la Casa Blanca dista mucho del tacto del gobierno bolivariano a la hora de relacionarse con los distintos gobiernos españoles, a los que decidió tolerar e incluso poner la otra mejilla y lo que haga falta.
La rueda de prensa del «día después» de Juan Guaidó en Caracas fue en la embajada de España, que es hoy un apéndice, una dependencia más, de la oposición venezolana. Allí atendió Guaidó a los medios nacionales e internacionales y, rodeado de gobelinos casposos, dio declaraciones para el Telediario de la televisión pública española.
A todo esto, el «sanguinario», «ilegítimo» y «dictatorial» gobierno de Nicolás Maduro no dice nada. En fin.
