Hoy (sábado 13 de Abril) estuvo Guaidó, como un señuelo, sentadito en la zona 1 del Barrio José Félix Ribas de Petare repartiendo pastillas purificadoras de agua, con el ímpetu necesario y con una cantidad de pastillitas, suficientes…, como para que lo asesinarán. ¿Qué hacía ese pendejo ahí, un sábado por la mañana, en ese plan? A menos que tenga una enfermedad terminal, no se justifica que un personaje tan polémico a nivel mundial, que por su vida están dispuestos a invadir militarmente a Venezuela, y a la vez, una persona tan inocente e indefensa como él, esté en un barrio inhóspito para demagogos haciendo “política de mercadeo directa”… La gente lo reconoció en seguida, no por saludarlo; cuando mucho, hablaron inclusive de patearle el culo ¿Quiénes de sus asesores podía saber que no lo harían? Es una estupidez responder a esa pregunta... ¡claro que sabían que lo podían hasta matar.
…Pastillas purificadoras de agua a una población que no tiene agua es una burla, ¡¡Qué torpeza!! Solo Guaidó puede igualar a Maduro en lentitud mental –pensé yo –... Sin embargo, en Guaidó esa misma sub inteligencia lo puede matar, ¡su propia gente lo expuso!, ¡es obvio!... para como están las cosas, sus jefes son capaces de cualquier cosa.
Afortunadamente la gente de la zona de José Feliz Ribas no estaba ni está pendiente de ningún patiquín de esos, y mucho menos de recoger pastillas purificadoras de agua. Tenían bastante con que no hubiera venido el camión de las bombonas de gas en una semana y prepararse para su llegada, resolver el problema del agua un día sábado, hacer la cola para comprar cloro y jabón líquido barato (llevando la botella), si viene el agua de repente, conseguir efectivo, comentar la muerte del día, los precios y los posibles intercambios con productos del Clap, etc. ¿Quién iba a ocuparse de su “lo que sea que haya estado haciendo ahí Guaidó”, con tantos peos en qué pensar!...
Guaidó, el pobre lerdo, no sabe que su presencia en Petare pudo ser un reactivo inesperado, no se sabe que esperaba realmente, pero produjo el efecto de un afiche (de Capriles o de Maduro) pegado en la pared, no dio ni frío ni calor – “¡Hay mucho peo para conseguir comprar pan!, ¿Dónde estará el señor de las bolsitas de Ají dulce de a mil?, ¡Dile a Aidé que le compro la nevera, que la mía se quemó con el apagón!, ¿Vas al entierro de Vicente? ¡A ese precio no vas a vender un coño amigo!” –... y Guaidó, sentadito, con sus pastillas… ¡Qué bolas!... ni una cachetada le dieron.
¡La verdad que este país es grande! Solo aquí pasan estas cosas… y en Macondo, por su puesto. A Guaidó, evidentemente, lo llevan como un coroto, pero el pánfilo no se da cuenta. Si esto llegara a hacerse una noticia confirmada para el mundo, nadie lo creería. Si le hubieran dicho a Guaidó que lo ha podido matar respondería al darse cuenta de su bobería algo así como “mis movimientos están fríamente calculados”. Pero yo que fui testigo, que soy de Petare y ya un viejo, sé que no es verdad, porque sí que lo llevaron a un matadero.
La cara de bobo que tenía el tipo era digna de piedad “– ¿Y quién es ese?, Guaidó, ¿ese pánfilo? ¡Qué ridículo!, ¿Qué hace ahí?, repartiendo pastillas purificadoras de agua, ¡aprovecha Gladys!… ¡Aprovecha!, ¡para purificar qué agua pendeja! ¿Te llegó el agua?, bueno no, pero chica es gratis,… ¡a, eso sí! – ¡Mire Guaidó deme una para cuando llegue el agua!, ¡Parece pendejo chica!, ¡sí, eso sí tiene él! “–… Si esto se llegara a saber así, tal y como sucedió, nadie lo creería.
El punto es que aquellos quienes calcularon para ese día un posible atentado disimulado al mundialmente conocido “presidente encargado de Venezuela”, esta vez se pelaron de calle. Aunque la probabilidad de un arrebatón, inclusive de un atraco, con homicidio incluido, fue bastante elevada. Pero no se dio. Pero la van intentar… (Y ¿Cómo fue posible que se expusiera así, que se prestara para semejante provocación?, porque a ese señorito cándido lo han podido matar de verdad verdad ¿Acaso Guaidó lee el futuro?)
Pero lo más más lamentable de este cuento no es lo mal que está contado, ni siquiera lo inverosímil de la historia, lo más terrible del cuento es que es verdadero, no importa que lo desmientan, es verdadero, hay testigos, muchos testigos que lo pueden corroborar. Una cosa como ésta pasa desapercibida pero a cada rato matan un pendejo en la calle por razones fútiles, como dicen, y pueden armar una trama de conspiración con ella, que duraría años.
Marcos Luna 14/04/2019