Una junta revolucionaria que enderece el camino de la revolución

La única manera de que "la barracuda" no nos ataque con furia es si no tenemos miedo. Y la barracuda no es Trump, nada más. Nos referimos al capitalismo, a la democracia y al Estado Burgués, y a la socialdemocracia reformista. Hay que plantarnos y enfrentar lo que hasta ahora hemos descubierto como la fuente de nuestros males, sin vergüenza. Mientras exista vergüenza de mostrarnos revolucionarios y socialistas, de hablar por la calle del medio de lucha de clases, de confiscaciones y expropiaciones, de conciencia del deber social (de debernos a la sociedad como principio), de la dictadura del proletariado entendida como la imposición de los intereses de justicia e igualdad de las mayorías sobre el egoísmo mezquino de una minoría privilegiada, la barracuda nunca dejará de atacarnos como ahora lo hace, sin respeto.

Una condición insustituible de una verdadera revolución es poder definir sin titubeos cuál es y dónde está el enemigo, y luego conquistar su respeto y provocarle miedo a la vez. Otra es no confundir jamás la estrategia y las estrategias con las tácticas de lucha. El socialismo es la gran estrategia de la lucha revolucionaria socialista; ir siempre en contra de la lógica del capital. Para todo lo que hagamos debe prevalecer el socialismo, jamás el capitalismo. Bien decía el Che que no se puede hacer la revolución con las armas melladas del capitalismo. Cualquier alianza con los capitalistas debe ser táctica, circunstancial y precaria, ¡breve!, y aun así deben sobresalir siempre, por encima de toda táctica, los intereses socialistas de las mayorías.

¿Qué es el pragmatismo y qué ha sido hasta ahora?, desviar el rumbo de la revolución para conservar la vida, el podercito de los cuatro vivos que gobiernan un Estado burgués, y que insisten en restaurar la socialdemocracia, la alianza con el capitalismo, el "pacto social", el bipartidismo, la alternabilidad entre aprovechadores de la misma calaña. El pragmatismo es no entrar en conflictos con el enemigo pactando con él, siguiendo su cadencia. Para recuperar el país, nuestra independencia efectiva, para recuperar nuestra soberanía política y territorial, nuestra economía y capacidad de trabajo hay que retomar la senda del socialismo y echar a un lado las soluciones miserables y cobardes del pragmatismo. Demos hacernos respetar como sociedad, recuperar el sentido de Patria, de Nación, de Pueblo socialista. Nunca tendremos patria postrados al imperio y al capitalismo por flojos, y acobardados; la patria se gana peleando por una comunidad de intereses, en una sola sociedad, no en dos sociedades, la de los privilegios, de los ricos…, y la de los trabajadores, desposeídos, de los pobres. Solo el socialismo pensado y practicado puede unificar políticamente nuestra sociedad, no empobreciéndola, sino enriqueciéndola en su conjunto.

Nicolás Maduro nos quiere convencer que una caja de comida mala y unos bonos de miseria es socialismo, que un reparto de migajas dignifican a los más necesitados, de hecho separados de todo, del conocimiento científico, de la educación de calidad y verdaderamente revolucionaria, de la conciencia de su condición de seres excluidos (mal educados, manipulados) necesaria para poder empoderarse como clase social; extorsionados por los que se dicen nuestros protectores, que a la vez gobiernan para acentuar cada vez más los privilegios y ventajas de unos cuantos. Maduro gobierna ahora de forma pragmática: entrega el país para poder prolongarse en el gobierno, él y los cuatro vivos de siempre.

Es necesario reclamar desde hoy la conformación de una Junta revolucionaria que sea capaz de recuperar la revolución socialista, material y espiritual, donde la dejó Chávez antes de morir, derrotar el pragmatismo socialdemócrata y reformista del capitalismo, del madurismo, para poder enfrentar al imperio y a todos los oportunistas tarifados por él y los capitalistas, así se digan de izquierda y de derecha. El plan está escrito, existe, Maduro lo falsificó pero existe, el original de Chávez y su equipo; las voluntades e inteligencias también están, tenemos todo lo necesario para recuperar dignidad, riqueza, trabajo digno y creador (no empleos para embrutecer y explotar al individuo) y para recuperar una verdadera razón para la lucha, una "razón sagrada", elevada, que nos una como nación, como patria, y poder así enfrentar al imperio, que no representa otra cosa que los intereses individualistas, egoístas, mezquinos de todos los capitalistas del mundo, y sus propios intereses.



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Marcos Luna

Dibujante, ex militante de izquierda, ahora chavista

 marcosluna1818@gmail.com

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