Este artículo comencé a escribirlo antes de enterarme del intento de golpe, muy de mañana, casi al terminarlo, como digo abajo me enteré de lo que acontecía en Caracas y como todo estaba dentro de lo que había planificado, no hice más que incorporar lo reciente a mis reflexiones de entonces.
El entrenador de origen argentino Marcelo Bielsa ha sorprendido a los seguidores del balompié con una inusual decisión. Su equipo se puso a ganar mediante un gol que al parecer, el entrenador, sus jugadores y muchos observadores, consideraron producto de un garrafal error del árbitro. Por eso, optó por ordenar a sus dirigidos dejasen al contrario meter un gol para que al final el juego terminase en empate.
En un panel de periodistas de televisión, alguien vio el asunto de esta manera:
"Quieren hacer una cuestión de ética de algo que es lo peor que puede pasar en el fútbol. Hay una regla madre en el futbol que es que todos los jugadores tienen que salir a ganar el partido y si un entrenador se cree patrón de estancia y se enoja con el capitán de su propio equipo para que se deje hacer un gol, el jugador le debe decir que se tiene que ir".
Quien así vio el gesto de Bielsa, se aplicó el juicio según el cual, lo importante no es competir, que priva en los juegos olímpicos, sino ganar. Es decir es un asunto como mercantil, lo importante es la ganancia. Para quien así habló, los jugadores debieron pedir a Bielsa que se fuese. Pero curiosamente no fue así, los jugadores estuvieron de acuerdo con la decisión de quienes les dirige. Quizás entendieron bien la lección del argentino en el sentido que los altos valores, sobre todo en el deporte, no pueden echarse por la borda.
Recuerdo ahora el caso de Armando Galarraga, aquel lanzador cumanés que en grandes ligas, lanzando por los Tigres de Detroit contra los Indios de Cleveland, faltando un out para terminar el juego y lanzando un juego sin carreras, hits ni embasados por vía alguna, habiendo conectado el que debió ser el último bateador del juego un rodado por segundo y de hecho puesto fuera en la primera, el arbitro de esa posición canto quieto. Para los observadores desde la tribuna, los jugadores y hasta quienes aquello veían por televisión se acababa de cometer una tremenda injusticia. Pues como ya dijimos no era un simple out, ni el final de un juego, sino romper un juego perfecto, algo poco usual en el beisbol. Pese los reclamos el árbitro se plantó en su decisión. Recordemos que la regla que obliga a los árbitros ante el reclamo interesado de revisar el video de la jugada y si es necesario revocar la decisión antes tomada todavía no existía.
Afortunadamente, dicho así como por consuelo, el siguiente bateador fue out, por lo que aquel juego que como ya dijimos pudo ser uno perfecto, terminó en un simple cero carreras con un infield hit. Menos mal, por la gloria y por las características de la jugada, los manejadores del beisbol quisieron reparar aquella injusticia llevando el nombre y los enseres del lanzador al salón de la fama. Al día siguiente, contó la prensa, que el árbitro Joyce, quien declaró quieto a Jason Donald, pidió excusas a Gallarraga por su lamentable decisión. Pero si no se hubiese equivocado de manera tan garrafal la historia hubiese sido otra y Gallarraga apareciese en el Salón de Fama como autor de una extraña y luminosa joya, un juego perfecto.
En el caso de Bielsa que como se dijo contó con el apoyo de sus muchachos, es un gesto por moralizar el juego, no exento a decisiones más allá de una simple falla arbitral y un devolver al contrario que se esfuerza por defender su área.
Si el equipo contrario, víctima de la decisión que quiso corregir Bielsa, hace su habitual protesta de empujar y hasta maldecir al árbitro, lo que incluso pudiera haber producido una mayor en las gradas, no alcanza nada. A lo mejor hasta exalta la arrogancia del árbitro que no vio una omisión tan obvia que a Bielsa produjo pena e impulsó a asumir aquel gesto inusual y hasta insólito. Y hasta al final del juego, habría salido de allí sin cargo de conciencia y disposición a hacer las cosas mejores. En cambio en el gesto del entrenador argentino hay la sentencia más contundente que puede hacerse a un árbitro, no que se equivoca, lo que normal en toda actividad, sino que lo hace de manera tan flagrante que al adversario dio pena. Un gol así no vale la pena defenderlo, pensó Bielsa y así pensaron sus jugadores.
No cabe duda que nunca un árbitro había sido juzgado de manera tan enérgica y es seguro que de ahora en adelante será más riguroso a la hora de tomar sus decisiones.
Al inicio dije que Bielsa ha sorprendido a los seguidores del balompié, pero si se quiere pudiera servir para ejemplo de mucha gente, hasta a los políticos. Como aquella gente que recibe un vuelto demás y lo regresa y el político honesto, que lo ha habido, que se examina, autocrítica y de ser necesario abre espacio a quienes vienen detrás.
Si el gobierno tomase esa recomendación de Bielsa, en un sentido u otro, como reconocer sus errores y hasta limitaciones, su falta de claridad y audacia para enfrentar los asuntos económicos y manejar la diplomacia, entendiendo a esta como un todo, no las simples y en veces hasta necesarias respuestas de cancillería, romper los tabúes poniendo por delante el interés nacional y hasta reconocer el momento y las personas para abrirse espacios, pudiese terminar hasta por ganar el juego. Lo que sería mejor si tomamos en cuenta que el equipo de Bielsa terminó en empate y fuera de la clasificación.
Si quienes manejan la oposición se diesen cuenta que parecen un borracho dando cabezazos, repitiendo constantemente el mismo error, como buscando "La Salida" por el mismo espacio donde antes hubo un hueco estrecho y ahora esta obturado, perdido esfuerzo, derrochado recursos y hasta sacrificar a mucha gente, también deberían pedir perdón a los suyos, irse tranquilamente a la retaguardia y dejar que pasen al frente quienes tiene mejor visión del momento.
¡Última hora!! Me acabo de enterar del golpe.
Este frustrado golpe de última hora, conocido por nosotros justo en este momento, cuando aquí llegamos, revela una vez más que la dirigencia opositora, esa que sigue dando esos cabezazos, ya dio demasiadas pruebas de incompetencia y merece ser desplazada. Parece no sólo un jugador sin control del balón sino hasta un árbitro que perdió la razón. Al pueblo no toma en cuenta para nada. Los defectos de los cuales, en veces con razón, atribuye al gobierno, en ella predominan y marcan su conducta.
Con sobrada razón Ochoa Antich, militante opositor discrepante acaba de repudiar el intento de golpe diciendo:
"Lo de hoy ha sido una nueva irresponsabilidad del extremismo. Ningún golpe. Ni a pronunciamiento militar llegaron. Operación publicitaria más o menos ridícula. Ahora la oposición negociará más debilitada. Maduro, más atornillado. Nunca como ahora requerimos diálogo y referendo."
Bielsa quizás no quiso ganar y menos de aquella manera, pero pareciera haber querido moralizar el juego o mejor ganarle al balompié más respeto por la gente que en el campo juega y hasta a los mismos árbitros que, sin se les pida nunca se equivoquen, si sean estrictos o mejor justos al juzgar, pues ese gesto de Bielsa marca para siempre y es más contundente que una multitud que se juzga dañada por la decisión y grita y apostrofa. En este caso, en el de Bielsa, le reprendió el beneficiado por su error. La parte menos interesada en ese juego en hacerlo, pero si por la moral del juego, que en el caso nuestro sería el destino de la patria. Ojalá los políticos de eso saquen alguna enseñanza y hasta por esto del golpe fallido, como un volver a manejar la misma táctica que avisa al contario el juego y no da resultado alguno, la oposición se decida a cambiar no de arbitro sino de Director Técnico.