Triunfo y retos de la revolución bolivariana

Esplendido el triunfo de la revolución bolivariana en cabeza del Presidente HUGO CHAVEZ, quien gracias a la gigantesca movilización política de ayer y los últimos 3 meses, sigue frente al comando estatal del proceso político para transformar radicalmente nuestra nación por la senda del Socialismo y la solidaridad social.

Se ha cumplido otro momento estelar de este proceso histórico que protagoniza el pueblo y la nación venezolana, con repercusiones sobre Latinoamérica y el Caribe.

La democracia bolivariana ha dado otra muestra clara de su superioridad política, de su transparencia y respeto por reglas de juego claras y estables, sin trampas ni dobleces, como lo insinúa la insidia amargada de la ultraderecha escuálida, hoy más arrinconada y deslegitimada por su condición torticera y perversa.

El liderazgo del Presidente Chávez, superior e inteligente, ha demostrado pericia, destreza y enorme capacidad para trascender los obstáculos y trampas del imperialismo y la burguesía.

Son enormes los desafíos para nuestro pueblo hacia el futuro.

No obstante los avances, los saltos y conquistas, aun persisten serios problemas que deben ser resueltos con la organización y la movilización de las masas, para profundizar la revolución y hacer una realidad el Socialismo, el humanismo y la solidaridad.

Se impone claridad y sinceridad para establecer el diagnóstico de los principales problemas de nuestro proceso. Es asunto que se debe debatir sin sombras.

Para empezar digamos que el Estado –en su más amplia acepción- sigue operando como una maquinaria alienada, profundamente penetrada por el burocratismo, la corrupción, el autoritarismo y la exclusión. Es el escenario privilegiado de la vieja aristocracia política de la cuarta república, que se mimetizo y ahora sin rubor hace gimnasia revolucionaria.

La economía: empresas, bancos, mercados financieros, obedecen a las lógicas del capitalismo, de la propiedad privada y la ganancia. Las multinacionales siguen haciendo su agosto con la riqueza petrolera y los hidrocarburos.

El imperialismo norteamericano mantiene su influencia a través del tóxico mediático, de las ONGs de profesionales, de sus conexiones en el estamento militar y mediante el Plan Colombia y el gobierno narcoparamilitar del señor Uribe Vélez, favorecido por cierta complacencia oficial.

El latifundio pervive como una relación social regresiva, en la que prospera el paramilitarismo y la violencia contra los campesinos en Apure, Barinas, Táchira y el Zulia.

La iglesia mantiene su manipulación ideológica y espiritual, obstaculizando la renovación cultural de nuestra sociedad.

Todos estos problemas le plantean grandes desafíos a la revolución bolivariana en esta nueva etapa.

Son desafíos asociados con la transformación radical del Estado, en lo que los Consejos Comunales son una pieza maestra.

Ligados a la construcción de un partido de unidad revolucionaria, como Comando Supremo de la Revolución, y como expresión de un proceso democrático y transparente, que evite las tentaciones aparatistas y despóticas.

Vinculados con los cambios económicos, sociales, culturales e internacionales que materialicen el Socialismo como un esperanza de los pueblos oprimidos de Latinoamérica.

El Presidente Chávez demostrará en el futuro que su visión y talento permitirán acceder a nuevos estadios de la lucha antiimperialista, mediante el impulso de una Federación de Estados bolivarianos en nuestro continente, que es el gran reto de estas naciones para derrotar definitivamente la dominación imperialista norteamericana, verdadera desgracia y tragedia para nuestros pueblos.

Han sido señaladas por el Presidente varias acciones inmediatas que requieren su pronta implementación. Me refiero a las reformas constitucionales para darle mayor eficacia a la participación popular; al referendo para que la ciudadanía se pronucie sobre el tóxico mediatico escualido; al Congreso Ideológico que debata el tema del Partido de la Revolución; a la consolidación de los Consejos Comunales; y a la batalla contra la corrupción.

Manos a la obra, sin tregua y con diligencia.


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Horacio Benítez


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