"Presidente obrero, cómo tu nadie. Eres la luz que alumbra nuestro camino. Eres lo máximo. Eres, para nosotros, un Dios". Así parecieran pensar muchos de los ministros, gobernadores, alcaldes y presidentes de empresas públicas. Cuando están al lado de Maduro lo aplauden y lo veneran. Se vuelven locos, y le jalan… parejo. ¿Qué hay de verdad en todo este arrastramiento? La verdad, verdadera, es que esa especie de sanguijuela no está con nadie, sino con sus propios intereses. Esos personajes se acuestan y se levanta pensando en cómo robar más y más. Son insaciables, en esa enfermedad llamada corrupción, a todos los niveles, pero se acentúa más entre los que aplauden, frenéticamente, al presidente Maduro, cuando están a su lado.
¿En qué forma devuelven los favores que Maduro les hace al nombrarlos para tan altos cargos? Muy fácil: les echan la partida para atrás. En palabras más lisas: a una instrucción del jefe, dicen: "Bien, mi presidente, ya estoy montado en el burro. De una vez lo invito para la inauguración de la obra…". Nunca llega esa invitación, porque nunca concluyen nada. "Vea, presidente, como está quedando esta avenida, como usted lo ordenó, en su idea genial de "Venezuela bella", y ahora le caigo al paseo tal…". Cuando se termina el pase, todo vuelve a la "normalidad". Es decir, vuelve la modorra, el maguareo, la desidia, y, el "deposítame, esos churupos en la cuenta de fulano. Somos la misma gente".
¿Estoy mintiendo? ¿Exagero? La muestra la tienen cuando, por alguna razón, sale de su cargo un ministro, un gobernador o un alcalde. Salen buchones. Se van al exterior y se olvida de revolución, y de las camisas rojas. Esta especie es como el comején. Come, come y come, y mientras más come, más quiere agarrar. Dicho más claramente: esos son los que apuñalean a Maduro. Son quienes, públicamente, se rasgan las vestiduras, y por detrás, le están haciendo el juego a los enemigos del proceso y al propio Nicolás Maduro. Esos grupos son peores que los vende patrias de Voluntad Popular y sus socios. Son quienes están raspando la olla, por si acaso, vienen los marines.
Villahermosa, México, 5 de junio del 2019.