Si alguna guerra es justificable es la de liberación. Contra la
voluntad de los pueblos de existir se estrellan los más feroces
imperios. Pero lo que éstos pierden en las batallas lo recuperan en
las mesas de negociaciones. Recordemos y pensemos.
LA REBELIÓN DE LOS ESCLAVOS
La primera insurrección libertadora en América Latina ocurre en 1791,
y es una rebelión de esclavos. Haití es el más puro fruto de la
piratería europea. Bucaneros y filibusteros se apoderan de La Tortuga
en 1629 y desde allí terminan conquistando La Española, para instalar
en su parte occidental el más implacable infierno. A fines del siglo
XVIII medio millón de esclavos de origen africano producían para sus
amos 75% del azúcar que se consumía en el mundo. Una noche de 1791
los ingratos esclavos se sublevaron al mando de Toussaint Louverture,
expulsaron a sus amos, desbarataron las fuerzas francesas y
arrojaron al mar las intervenciones española e inglesa. Con la
humanitaria intención de hacerlos de nuevo esclavos, Napoleón envió
40.000 hombres de las tropas de élite de la campaña de Egipto: 30.000
fueron aniquilados por las milicias negras de Dessalines, Petion y
Christophe. En 1822 el general mestizo Pierre Boyer dominó todo lo que
ahora es República Dominicana. Con sangre habían comprado su
libertad: con tinta sus antiguos amos se la cobrarían atrozmente cara.
Para evitar nuevas insurrecciones de esclavos, contra Haití se tendió
un férreo bloqueo. Boyer sólo pudo lograr el reconocimiento de su
Independencia en 1825, cuando Francia lo otorgó a cambio de la
aplastante indemnización de 150.000 millones de francos para los
antiguos propietarios de los esclavos. El gobierno de Boyer debió
solicitar préstamos a un banco francés para afrontar los primeros
pagos. Gracias a ello Haití nació doblemente aplastado por una deuda
impagable, y es desde entonces el país más pobre de América Latina.
VENEZUELA
Guerra cruenta si las hubo fue la de la Independencia de Venezuela.
Ambos bandos lucharon con ferocidad, José Tomás Boves masacrando
patriotas y Bolívar deslindando campos con su contundente Decreto de
Guerra a Muerte. Nuestro país perdió entre la tercera parte y la
mitad de su población en el largo enfrentamiento entre el 19 de abril
de 1810 y la batalla de Ayacucho en 1824. Mientras ganábamos batallas,
los capitalistas ganaban la guerra. Para comprar armas se requieren
empréstitos: para contratarlos el Libertador envía a Londres a Luis
López Méndez, quien contrae deuda por dos millones de pesos, y luego a
Fernando Peñalver, quien contrae compromisos por tres millones de
libras esterlinas. Bolívar había confiscado todas las propiedades de
los realistas; mientras prepara la batalla de Carabobo, ordena
distribuirlas entre los soldados de la patria. El ministro de Hacienda
de la Gran Colombia las reparte en vales negociables, y el 17 de julio
de 1821 Bolívar le increpa este carácter transferible del título :
"porque iban a ser propietarios de él hombres que reducidos a la
indigencia, se veían en la necesidad de cambiarlo por cualquiera
cantidad efectiva que remediase al pronto sus necesidades". Y en
efecto, la oligarquía compra a los arruinados soldados los títulos por
menos de un 5% de su precio, y hace que la República le reintegre su
valor completo. Al tiempo que libera Ecuador, el 14 de junio de 1823,
el prócer escribe al vicepresidente Santander: "La deuda pública es
un caos de horrores, de calamidades y de crímenes, y el señor Zea un
genio del mal, y Méndez, el genio del error, y Colombia una víctima
cuyas entrañas despedazan esos buitres". En efecto, los políticos
dilapidaron los créditos ingresados en negociados, importaciones
inútiles y haciéndose pagar supuestas indemnizaciones por la
República. Con frase irónica, en 1826 Bolívar hace saber a Santander
que conoce cómo se ha enriquecido con la deuda: éste contesta con el
atentado decembrino. Para ese año, la Gran Colombia debe la impagable
suma de 11.039.000 libras esterlinas.
Todavía falta el último acto de esta comedia de horrores. Cuando
Fermín Toro y Alejo Fortique obtienen en 1845 el reconocimiento por
España de la Independencia de Venezuela, ésta "reconoce
espontáneamente como deuda nacional consolidable la suma a que
ascienda la deuda de Tesorería del Gobierno español". Por si fuera
poco "Todos los bienes muebles o inmuebles, alhajas, dinero, u otros
efectos de cualquier especie que hubieren sido con motivo de la guerra
secuestrados o confiscados a ciudadanos de la República de Venezuela o
súbditos de S.M.C. y se hallaren todavía en poder o disposición del
Gobierno en cuyo nombre se hizo el secuestro o la confiscación, serán
inmediatamente restituidos a sus antiguos dueños o a sus herederos o
legítimos representantes". El producto de las confiscaciones de bienes
realistas, que nunca fue entregado a los soldados patriotas, deberá
ser restituido a sus antiguos propietarios, para lo cual habrá que
contraer nueva y onerosa deuda. Difícil si no sombrío es el destino de
una República que nace con semejantes cargas. Con razón había dicho el
Libertador al resignar sus poderes en 1830: "Me ruborizo al decirlo:
la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los
demás".
VIETNAM
Guerra de guerras de liberación, la de Vietnam se prolonga durante
varios siglos: contra China, contra Francia, contra Estados Unidos.
Durante su intervención entre 1963 y 1973, Estados Unidos arrojó
contra el heroico país un tonelaje de bombas tres veces superior al
utilizado en la Segunda Guerra Mundial; sus tropas sufrieron unas
50.000 bajas y debieron huir ignominiosamente mientras se firmaban los
Acuerdos de París en 1973. En medio de mucha retórica diplomática,
contenían el mismo veneno que el reconocimiento por España de la
Independencia de Venezuela: Vietnam debía asumir la Deuda Pública del
desaparecido gobierno títere del Sur, vale decir, quedaba obligado a
resarcir las sumas que se habían gastado en intentar impedir mediante
prácticas genocidas la Unidad Nacional. Una vez más un país arrasado
por las heridas de la guerra quedaba aplastado bajo el peso de una
deuda incosteable. En tales condiciones las políticas sociales quedan
severamente comprometidas. Como señala Hong Xoan, el gobierno
comunista, para atraer la inversión extranjera, "ha intentado competir
con otras naciones en la región en términos de ofrecer mano de obra
barata" (Hong Xoan, 2015: 35). Entre 2009 y 2010, 49.7% de los
habitantes no están registrados en el universo laboral, 19,9% trabajan
por cuenta propia, sólo 25% son asalariados. Sobre las condiciones
laborales apunta Hong Xoan que "la luz inadecuada, ruido,
superpoblación, calor y otras deficiencias son frecuentes. Los
trabajadores trabajan normalmente muchas horas sin descanso, sin
estándares de seguridad para protegerlos". Muchos laboran en
neoliberales maquilas (Nguyen Hong Xoan:Economic Adjustment and Living
Conditions of Young Migrants in Ho Chi Minh City.Vietnam Journal of
Family and Gender Studies, 10 (1) (2015), pp. 29-56).
Indispensables y graves negociaciones se realizan para enfrentar el
asedio que hasta el presente ha resistido Venezuela. No consintamos
cláusulas inaceptables. Ganemos la guerra, venzamos la paz.