Mis propuestas para las elecciones parlamentarias

Creo que el principal dato de la realidad es la realidad misma. La teoría tiene un papel en todo y, bien formulada, posee la capacidad de apenas aproximarse a la realidad e influir en ella, mas nunca podrá alcanzarla y mucho menos determinarla. La realidad es un potro salvaje, indomable y terco. Esto viene a cuento porque la de nuestro país es una realidad acuciante, e inédita como siempre. Vemos todos los días las discusiones teóricas de la izquierda sobre qué se debe y qué no se debe hacer. Muy bien, son debates necesarios que se seguirán dando, por supuesto. Pero también continuará la agresión despiadada del imperialismo en todos los ámbitos, así como la acción conspiradora de sus agentes del patio. Seguirán por un tiempo, claro está, los problemas que nos acogotan a los ciudadanos de a pie: las dificultades de la economía familiar, del transporte, de los servicios públicos, de la salud. Acaso podrá alcanzarse leves mejorías, y eso tampoco es seguro. También continuaremos viendo las lacras de la Revolución: los bolsones de corrupción, odiosos privilegios, verticalismo, burocratismo, dogmatismo, sectarismo. Nada de esto cambiará porque lo queramos ni porque adelantemos sesudas y supuestas soluciones. Criticar ayuda, proponer aun más, pero al final todo se enrumbará hacia algún destino como consecuencia de la lucha de clases, y del desarrollo y la resolución de las complejas contradicciones que presenta el escenario: entre el imperialismo y la Patria, entre el pueblo y el Estado, entre el Poder Popular y el burocratismo, entre sectores transformadores y conservadores en el seno del movimiento revolucionario, entre el sectarismo y el aperturismo, y otras.

En una reunión que sostuve hace unos días con unos camaradas, les decía que en lo inmediato los revolucionarios venezolanos tenemos dos tareas específicas que cumplir: derrotar la agresión imperialista y mantener el poder político. En este artículo quiero referirme a eso. Advierto de una vez que espero que nos hablemos, en cuanto a estos temas y por ahora, entre quienes seguimos apoyando al Gobierno Bolivariano que preside Nicolás Maduro. Si usted es opositor o "disidente" está en libertad de leerlo, pero no me venga después con vainas.

He aventurado más de una vez la hipótesis de que el carácter de la actual Revolución Latinoamericana es de Liberación Nacional. Es una Revolución de independencia de la Patria Grande, la segunda guerra de independencia, aun solo relativamente cruenta. No creo que sea una revolución socialista, aunque esta tendencia sea dominante en la izquierda continental. Una dificultad en ese sentido es que ni siquiera sabemos cómo se habrá de construir el inefable socialismo. He recordado una y otra vez la frase de Fidel Castro en la Universidad de la Habana en 2005: "… entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo. Parecía ciencia sabida, tan sabida como el sistema eléctrico". Esta es una de las razones por la que el debate estratégico tendrá que recorrer aun un largo y sinuoso camino. Decía yo, por ejemplo, en la reunión que he mencionado, que grandes líderes progresistas actuales no se definen a sí mismos como marxistas y ni siquiera como socialistas, verbigracia Andrés Manuel López Obrador, Alberto Fernández, Lula Da Silva. Ahora es que falta agua por correr bajo los puentes del debate estratégico.

Y entretanto ¿qué hacer? La lucha de clases en el continente no hace más que recrudecer y extenderse; insurrecciones populares en Ecuador, Chile, Honduras, Panamá, Haití, victorias populares en Argentina y Brasil (liberación de Lula), ataques de la derecha pro imperialista en Venezuela y Bolivia. En ese contexto, lo he asomado en artículo anterior, debemos cuidarnos de que los árboles no nos tapen el bosque. La defensa de la Revolución Bolivariana y del gobierno de Maduro contra los embates del imperialismo y toda la derecha continental es un deber ineludible de los revolucionarios venezolanos, más allá de la inconformidad que nos produzca saber que en esta Revolución no son todos los que están ni están todos los que son, de allí que ha de mantenerse la vigilancia y la crítica revolucionaria, en la misma medida en que hay contradicciones internas y lucha de tendencias. La adulación de "izquierda" es una conducta de derecha.

En ese marco, la próxima gran batalla concreta que se aproxima en Venezuela, hasta nuevo aviso, son las elecciones parlamentarias de 2020. El chavismo está en excelentes condiciones para llevarse una victoria en esos comicios y darle un importante giro al escenario político venezolano, reforzando el poder institucional de la Revolución y asestándole un noble golpe a la derecha extremista. Ciertamente, en este momento la mayoría popular no está apoyando al PSUV ni mucho menos a tal derecha extremista: entre las tres minorías sociopolíticas, la más grande es la de quienes se definen como no alineados (ni-ni) y hay niveles de descontento para nada despreciables. Pero así mismo el chavismo es con mucho la gran fuerza política del país, campeón absoluto en liderazgo visible y asumido, coherencia, disciplina, capacidad de movilización y de combate. Posee además gran músculo institucional y militar, además de buen apoyo internacional, como lo demostró la elección de Venezuela al Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Esto se combina con la situación de confusión y división que reina en la derecha, con su base social desmoralizada y desmovilizada, y con apoyo internacional que empieza a mostrar brechas.

Por supuesto, sería un error garrafal caer en triunfalismos. No tenemos la papa pelada ni a Dios agarrado por la chiva. Si no actuamos de manera asertiva, astuta y meticulosa, podría haber problemas, sobre todo porque la derecha es impredecible, hoy andan en esto y mañana en aquello, sin escrúpulos, sin disculpas y sin remilgos. Ya dio una sonora campanada en las elecciones parlamentarias de 2015 (que ellos no ganaron, sino que nosotros perdimos, ojo con eso). Pero como hablar demasiado y concluir poco es un defecto de buena parte de la izquierda, presento de una vez algunas propuestas referidas a las elecciones parlamentarias que he ventilado en algunos grupos y círculos en los que suelo opinar, y ahora hago públicas porque el tiempo apremia, 2020 es mañana y para después es tarde. Aquí voy:

Antes que nada parto de la premisa de que la excelente iniciativa de convocar la Mesa de Diálogo Nacional con sectores de la oposición que se oponen a la violencia y a la injerencia extranjera, dando paso así a un proceso de apertura novedoso, aunque incipiente, y que destraba el nudo de la polarización entre el chavismo y la derecha extremista, ha tenido unos resultados iniciales auspiciosos. El regreso de la bancada revolucionaria a la Asamblea Nacional en desacato, por ejemplo, ha sido un efecto interesante de esa mesa de diálogo, que ha descolocado a buena parte de la derecha extremista dominante en ese campo político y a factores oportunistas que la apoyan, acrecentando los disensos opositores y debilitando su accionar y sus respaldos. Es en la dirección de esa línea aperturista que van mis propuestas. Al grano:

  1. Nombramiento de un nuevo CNE

La primera propuesta es acelerar el nombramiento de un nuevo CNE, integrado por dos representantes de la Revolución, dos de la oposición y uno escogido de común acuerdo de ambos factores.

  1. Elecciones primer semestre 2020

El chavismo debe aprovechar las ventajas obtenidas con las victorias electorales y políticas más recientes. La ANC está capacitada legalmente para fijar la fecha de las elecciones parlamentarias de 2020 (no sería un adelanto, porque entiendo que dichos comicios se pueden realizar en cualquier momento del año correspondiente, inclusive puede ser una decisión del nuevo CNE, que sería lo más conveniente). Adelantar las elecciones de Asamblea Nacional para no dar tiempo a que la derecha extremista, derrotada, desmoralizada y desmovilizada, se recupere y pueda dar los pasos para desdecirse y regresar a la ruta electoral dentro del calendario que se corresponde a la letra constitucional. Una decisión tal sería muy difícil para ese sector. Implicaría dar por fracasada su agenda de "cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres", el reconocimiento de Nicolás Maduro como presidente legítimo, y la aceptación de que la derecha dialogante tenía razón, lo cual fortalecería a este último sector en la subjetividad de la masa opositora. Sin embargo, en política siempre hay el recurso de "un paso atrás, dos adelante" y la derecha extremista podría hacer cualquier cosa, si el daño producto de sus errores le obligara a tomar medidas extremas para minimizar los efectos del mismo. Pero también podría verse favorecido el chavismo, pues la derrota de la derecha extremista no significaría necesariamente que se produzca la unidad opositora y, por otra parte, la moral de la base social de la derecha se vería seriamente afectada. En todo caso, la fijación de elecciones para el primer trimestre de 2020 reduciría en mucho la poca capacidad de maniobra que pudiera quedarle a esa derecha extremista. Por otra parte, la oposición dialogante podría convertirse en una importante nueva oposición parlamentaria, lo que alimentaría el debate nacional, la imagen de pluralidad y la estabilidad institucional de la democracia venezolana, así como su prestigio internacional.

  1. Elecciones como logro nacional

Las elecciones parlamentarias deben presentarse ante el país como un gran logro de la Mesa de Diálogo Nacional. Habría que generar la percepción de que no es un evento convocado únicamente por el PSUV o por la ANC. En ese sentido, tendría que jugar un papel estelar el nuevo CNE, con su Presidente llevando la voz cantante y siendo el vocero principal de tales elecciones y, en ese carácter, destacar más que el mismo Presidente de la República y que otras instituciones, incluida la ANC.

  1. Convocatoria desde la Mesa de Diálogo

Es igualmente conveniente que se magnifique el papel de la Mesa de Diálogo Nacional en la decisión de elegir la nueva Asamblea Nacional y en la convocatoria a los electores. Debe preparase un documento oficial de esta instancia que llame a convertir las elecciones parlamentarias en un objetivo de todos los venezolanos en aras de la paz, la estabilidad y la convivencia democrática, y que se publique en todos los medios disponibles y circule ampliamente por las redes digitales. De ser posible, que se publique inclusive en algunos medios internacionales y que se dé a conocer al cuerpo diplomático asentado en el país y a gobiernos e instituciones internacionales. La Mesa de Diálogo Nacional debe aparecer como un actor preponderante en el llamado a votar, cuidarnos mucho de no sectarizar tal llamado, dando lo fundamental de ese espacio al CNE y a la Mesa de Diálogo Nacional. Por supuesto, la campaña electoral de la Revolución está obligada a estimular el voto y favorecer la alta participación popular en los comicios, pero debe hacerlo dentro de los propios límites de la campaña, apuntando a que las elecciones sean percibidas como un evento que parte de e involucra a toda la nación venezolana.

  1. Observadores nacionales e internacionales

Debe retomarse sin complejos la figura de la observación electoral, tratando de que las elecciones sean legitimadas al máximo en todas las instancias nacionales e internacionales. Convocar a la observación a instituciones nacionales como universidades, jerarquías de las distintas religiones presentes en el país, organizaciones no gubernamentales no comprometidas con actos de conspiración o que vayan contra la soberanía nacional. Igualmente, al nivel internacional, convocar como observadores a organizaciones como la ONU, la Unión Europea, Organización de Países No Alineados, el Vaticano y otras. Es claro que dicha convocatoria no sería acogida por todos los convocados, pero el solo hecho de que sea amplia revertirá positivamente en el país y más allá.

  1. Campaña electoral aperturista

Papel fundamental jugará la campaña electoral del PSUV y del GPP. Es recomendable una campaña no sectaria, multicolor, lo menos "oficialista" posible, con vocería diversa que vaya mucho más allá del liderazgo revolucionario tradicionalmente abordado en los medios del Estado. Que la alta dirección revolucionaria esté presente pero no omnipresente, incluyéndose en este concepto al mismo Presidente de la República. Darle paso a muchas "caras nuevas", tanto en la conformación de las listas como en el protagonismo de la campaña. Igualmente debe plantearse una campaña con mucha calle, pero no solo en el sentido de las tradicionales marchas-burbuja del chavismo, sino con mucho más cercanía física con el ciudadano común: Metro, autobuses, plazas, mercados, apelando en gran medida al tono cultural: música, teatro, poesía, aportando contenidos no triunfalistas sino más bien asumiendo como propios los sufrimientos del pueblo y achacándolos creativamente a la agresión criminal del imperialismo, con un discurso donde prive la emotividad sin que desaparezca por ello la dosis controlada de racionalidad. Elementos fundamentales del discurso de campaña deben ser aquellos que apunten a la propuesta de una Asamblea Nacional para la paz, la convivencia democrática, la soberana nacional y popular, no encerrada ni en la conspiración ni en la diatriba política improductiva, una Asamblea que sea receptora de las ideas y propuestas de todos los sectores nacionales para promover soluciones concretas, consensuadas y plausibles a los más urgentes problemas de la Nación. La campaña debe abordar otros temas sensibles: la necesidad de abrir paso a una Venezuela cada vez más democrática, plural y participativa; la erradicación definitiva del odio y la violencia como formas de hacer política y la oposición férrea a sanciones económicas, presiones diplomáticas y amenazas militares contra Venezuela. En fin, que el programa de lucha de nuestros candidatos sea prolífero en esas banderas: avance de la democracia participativa, pluralismo, paz, participación y unión de toda la Nación, independencia y amor venezolanista, debate amplio y colectivo de las causas de los problemas y las posibles soluciones. Y, por supuesto, insistir en nuestra propuesta de transición socialista, nuestra oposición a las políticas neoliberales generadoras de grandes conflictos sociales en América Latina, y nuestro impulso a la integración latinoamericana, al multilateralismo y a la solidaridad internacional.

El sentido de las propuestas aquí presentadas se orienta hacia una campaña electoral aperturista que amplíe la base de electores del chavismo. No se trata de convencer a los "no alineados" de que se hagan chavistas, sino más bien convocarlos a alinearse con quienes promueven la paz y la convivencia, y se muestren más dispuestos a unir al país para la búsqueda colectiva de soluciones. Nuestro mensaje a ese sector no ha de ser "vota por nosotros porque somos los mejores" sino "vota por nosotros porque ofrecemos hacer lo mejor entre todos y para todos en este momento nacional". No somos "el papá de los helados", sino "el hermano que quiere a su familia y está dispuesto a ayudar trabajando codo a codo".

Ahí dejo esto para alimentar el debate interno pre-electoral. A Dios rogando y con el mazo dando.



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Néstor Francia


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