Si algo no nos ha dejado crecer como naciones, como pueblos que somos, con una historia que describe los despojos del cual hemos sido objeto, es ese extractivismo que el colonizador ha venido desarrollando en sus distintas modalidades a lo largo de nuestros procesos históricos.
Si algo ha impedido nuestro propio adelanto como civilización en los países de América Latina, ha sido la estructura colonial impuesta a lo largo de tantos años, situación que nos ha hecho dependientes en todos los planos del componente socio-económico, dejando como saldo sociedades entrampadas, incapaces de salir y elaborar caminos propios que den al traste con el colonialismo, para poder reivindicarnos como naciones y como pueblos.
Es un colonialismo voraz que nos ha conducido a ser el patio trasero de los países más desarrollados del planeta y donde el capitalismo y el socialismo se dan la mano, para seguirse repartiendo el mundo y continuar sometiendo a nuestros pueblos en condiciones dóciles, manejables y todo a nombre de la democracia, la justicia y la libertad.
Nuestra crisis civilizatoria ha llegado a tal extremo, que hoy día predomina en el subconsciente colectivo la resignación, porque no hemos podido pensar como nosotros, como latinoamericanos y donde los sueños libertarios no consiguen espacio porque el pensamiento único, como paradigma del mundo globalizado no lo permite, todo lo ha copado.
“Nuestra emergencia civilizatoria exige hoy, entre otras cosas, reabrir la discusión y extremar la crítica en torno al papel de los científicos sociales, y los intelectuales en general, en éste comienzo de milenio sacudido por los vientos de una globalización que aplasta los sentidos y borra la memoria de los pueblos”. (COLOMBRES, Adolfo. América como civilización emergente. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. 2004. Pp183).
Concientizar esta situación, no es nada fácil, es una dura tarea sobre todo para aquellos sectores masificados, momificados cuya cotidianidad consiste en tratar de sobrevivir a la crisis social y económica que cada quien en lo personal le toca vivir.
Si esto es así, hay que tratar por todos los medios de abrir un camino para la discusión colectiva, discusión que nos ha de conducir a la rebelión del saber y conocimiento latinoamericano, para confrontarlo a las ideologías del llamado eurocentrismo, para poder entender que lo que hemos copiado y nos han impuesto, es lo que nos ha envuelto en esta crisis que en la actualidad vivimos y que arrastramos desde la colonia hasta nuestros días.
EL EXTRACTIVISMO: IMPOSICIÓN DEL COLONIALISMO
Si algo no nos ha dejado crecer como naciones, como pueblos que somos, con una historia que describe los despojos del cual hemos sido objeto, es ese extractivismo que el colonizador ha venido desarrollando en sus distintas modalidades a lo largo de nuestros procesos históricos.
No es mentira que los países desarrollados y con vocación imperial, vean a nuestras naciones algo distinto que no sea el oro, el cobre, la plata, la esmeralda el petróleo, el gas, el carbón, el coltan, el thorium –entre otros- lo que ha impedido el desarrollo de las fuerzas productivas a través de nuestro propio saber, del conocimiento autóctono hoy pisoteado y ocultado para evitar eso que hemos dado en llamar la rebelión de los saberes y me refiero a los saberes nuestros, frente a las ideologías de la dominación expresadas en ese eurocentrismo donde se impulsa modelos de sociedad como el capitalismo y el socialismo que cambia de color como los camaleones para seguir sometiendo y dividiendo en derechas e izquierdas a nuestros pueblos.
Ese predominio del extractivismo, modelo rentista que ve la tierra como simple mercancía y donde los grandes conglomerados están causando los daños irreversibles al planeta expresado en el calentamiento global, es lo que ha impedido que nuestra sociedad sea creadora de un nuevo paradigma socio-económico distinto al modelo capitalista y al modelo socialista, hoy agotado para darle salida al bienestar de nuestras gentes y donde su preocupación principal ha sido reproducir de manera acelerada sus capitales a través de ese extractivismo voraz, que daña la tierra y su gente.
Ese extractivismo ha impedido que se diversifique nuestra economía, ha imposibilitado que nuestros procesos productivos se asienten por ejemplo en una economía agrícola que esté acorde y en armonía con nuestro medio ambiente natural que garantice realmente la soberanía alimentaria. Que nuestras universidades hoy politizadas y colonizadas, se centren en producir conocimiento, que genere sabios, creadores, inventores, científicos y donde la investigación este orientada a romper con los niveles de dependencia que hoy padecemos.
LA RUPTURA CREADORA
Hoy proclamamos la necesidad de parir un nuevo modelo social y económico, una nueva civilización, ajustada a nuestras realidades, que recupere nuestra idiosincrasia, nuestro pensamiento mágico-religioso, nuestra cultura, nuestra libertad, nuestra auténtica forma de ser, que recupere nuestros ríos, quebradas, lagos y mares, nuestros bosques, nuestra fauna y donde seamos capaces de convivir en armonía con nuestro medio ambiente natural.
Es la civilización de la esperanza, del nuevo amanecer, donde el sistema de producción que se genere, no sea para producir mercancías y llevarlas al mercado de la oferta y la demanda, sino para producir hombres libres y emancipados. Un nuevo modo de producción, capaz de satisfacer las necesidades del ser humano, que le dé tiempo al ocio creador, a ser libre, solidario, fraternal, educarse en plena y absoluta libertad, capaz de romper con la dependencia tecnológica y científica conocida hasta ahora y que sólo está al servicio de los que la pueden pagar. Una sociedad capaz de romper con las relaciones de poder para abrirle espacios a la libertad.
A partir de todas estas reflexiones, se plantea las iniciativas posibles para construir un nuevo proyecto de sociedad ontocreador que debe estar enmarcado en un proyecto civilizatorio que haga explicita nuestra realidad, no que la esconda, en ese marco de la teoría del control cultural.
Se trata de la construcción de un modelo societario distinto y totalmente opuesto a cualquier forma “civilizadora” de las que nos tienen acostumbrados, llamase capitalismo o socialismo. Buscar una nueva civilización, sin desestimar los aportes que nos pueden dar las teorías revolucionarias, que nos hagan independientes, solidarios y protagonistas de nuestros propios procesos históricos.
Hoy día, requerimos de procesar y repensar la información, el conocimiento y las teorías transformadoras, para recrearlas, esto implicaría la elaboración de un corpus teórico propio. Que surja de realidades concretas en el tiempo y en nuestro espacio, partiendo de lo que fuimos socioculturalmente a comienzos del poblamiento de este nuestro continente latinoamericano. Buscar y encontrar en este legado histórico-concreto nuestra razón de ser, existir y vivir.
Hallar en esas áreas culturales el modo de ser indiano, latinoamericano, su espiritualidad, su religiosidad, sus valores, su ética, su filosofía, sus creencias, en otras palabras, su cosmogonía del mundo.
Este planteamiento, nos obliga a revisar conceptos como “desarrollo”, “tecnología, “ciencia”, “progreso”, “sociedad”, “crecimiento”, “industrialización”, “civilización”, “democracia” -entre otros- ya que los mismos han dejado en nuestro territorio solamente miseria, hambre, marginalidad y dependencia.
Estas versiones no han respondido a nuestras necesidades como nación y como pueblo. En estos conceptos todos occidentalizados e impuestos desde la colonia hasta nuestros días, por quienes siempre nos han dominado, son tramposos, los han utilizado para la colonización y ahora para la recolonización de nuestro continente, para hacernos más dependientes, más subdesarrollados e imponernos modelos de civilización, que además de explotar al hombre, ahora buscan la destrucción del mismo, en ese nuevo modelo de dominación llamado globalización.