Cuando los grandes proyectos que configuran la esperanza de un tendencia política, fracasan por la incompetencia, la corrupción y el lógico, natural e inevitable ataque de los enemigos, la única motivación de los dirigentes de esa gran aspiración es mantenerse en el poder, por todos los medios, gracias a la habilidad, la astucia, el uso de la fuerza y la suerte de contar con una oposición todavía más inepta que ellos. Claro que hay otros ingredientes. Por ejemplo, ese cemento que une a las piezas del aparato hegemónico, sobre todo burócratas y militares, compuesto ese pegamento de discursos y negocios, más los segundos que los primeros, porque éstos, se entiende, no son más que otros tantos despliegues de la astucia: demagogia, capacidad mimética, chantajes ideológicos y caradurismo.
El país carga con, por lo menos, dos fracasos: el de un gobierno y el de su oposición. El costo del primero, lo sufrimos a diario; el segundo, ¡ay, siguió muriendo! Como dice el poeta. La última fase de esta última derrota se extendió durante casi todo el año que hoy agoniza. La esperanza de la masa opositora, luego de ensayar una rebelión popular fácilmente neutralizada, osciló entre una entrada triunfal de los marines, el aislamiento diplomático del "grupo de Lima" y las sanciones norteamericanas, factores de una estrategia que partía de un simulacro de estado paralelo, un "gobierno" que de legítimo no tuvo nada, de paralelo menos, pues no descansaba en una fuerza interna. Como en las otras oportunidades, cuyo recuento equivale a narrar 20 años de desatinos, los cartuchos de algunos militares, el descontento (real, concreto, pero no movilizable con éxito en una insurrección) y los desprendimiento en el seno de los factores del gobierno, se fueron quemando uno a uno, sin concierto, con una falta de tino estratégico y táctico que a algunos hasta les sonó sospechoso. Todo para rematar en ese ventilador que distribuye inmundicias insoportables.
Como el entusiasmo es como la confianza, una vez que se pierde es dificilísimo recuperar, se alimentan nuevas posibilidades de futuro. Como decíamos en una reciente conversación sobre ciencia ficción, la imaginación anticipadora puede alimentarse de extrapolaciones o previsiones. Una extrapolación es simplemente visualizar el crecimiento o acentuación de las mismas tendencias del presente, hasta la exageración, la caricatura y, muchas veces, el absurdo y el horror. Como desde hace seis o siete años se convirtió en costumbre de muchos "analistas" de panadería, como nosotros, pronosticar la caída de Maduro, es difícil imaginarse el fin de este nuevo período presidencial, o sea, siete años más, con el personaje al frente. Es parte del duelo opositor. Una reacción natural: la negación de la derrota. Pero vayamos más allá. Si se cumplen una serie de circunstancias, puede que varios personajes pintorescos que han surgido en el seno del madurismo (el exchavismo), alimenten la aspiración propia de todo político, es decir, la de ascender en la escalera del poder hasta llegar a ser candidato presidencial y hasta Primer Magistrado de la Nación, si las cosas siguen como van.
Ya desde hace unos años se mencionan algunos nombres de posibles sucesores. Por supuesto, Diosdado, a quien se le sigue tratando como el "número 2". El del gobernador de Miranda, Héctor Rodríguez, por ejemplo. Y, de un tiempo a esta parte, Rafael Lacava, el gobernador de Carabobo. Este último, con la ayuda de sus amigos publicistas, ha posicionado una marca, la de Drácula, omnipresente para el ciudadano carabobeño: en las cisternas de agua, en los camiones del aseo urbano, en las patrullas de la policía, en las paredes de las escuelas, etc. La marca provocó algunas protestas, no sólo de catolicísimos ciudadanos, que amenazaron por las redes con salir a la calle, con cruces y vírgenes, porque la "batiseñal", sacada directamente de los comics de DC, comenzó a alumbrar las noches valencianas al lado de la tradicional cruz luminosa del cerro del Trigal de Valencia, sino también de algunos dirigentes medios chavistas, unos formados en la década de los setenta con una dieta de marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tse Tung, otros, más jóvenes, que al verse en el espejo ven al Che y te sueltan, ante cualquier criollísima circunstancia, una cita de Marx, como si tuvieran en su celular todo "El Capital" perfectamente fichado.
La marca no tiene nada que ver com Bram Stocker; surgió de un sketch de Emilio Lovera, el conocido cómico. "El carro de Drácula" aparecía como un inmenso carro fúnebre que se convertía en el terror de un malandro. De allí lo tomó directamente Lacava cuando fue alcalde de Puerto Cabello: "El carro de Drácula" era el operativo para detener a los "bachaqueros" y ponerlos a hacer trabajo comunitario. Pero al llegar a la gobernación, contendiendo no sólo con un olvidado candidato opositor, sino contra el anterior gobernador madurista, Ameliach, quien para los propios cuadros chavistas constituyó un desastre, Drácula se convirtió en la marca, no sólo de la gestión del nuevo gobernador, sino de una cerveza, una harina, unos pollos, una serie de espectáculos masivos, etc.
Al mismo tiempo, vinieron entrevistas con Villegas en Globovisión, espectáculos de reggaeton (ah, también es cantante del popular género). Opiniones que expresan un sentido común muy conocido, muy reñido con el del chavista del común activista, el que todavía se siente ligado por algo que debiera ser una doctrina: hay que dolarizar (el primero que lo planteó abiertamente del lado del madurismo), hay que privatizar los servicios, tener fe en el libre mercado y la empresa privada. Drácula participa en las reuniones del grupo selecto de políticos de ambos lados que conversan amenamente con funcionarios norteamericanos. En fin, una mentalidad profundamente pragmática, trascendente al tradicional Eudomar Santos del "como vaya viniendo vamos viendo", que parece inspirar al propio Maduro, porque ya claramente ha roto con cualquier doctrinarismo de izquierda. Es el líder ideal de estos tiempos de crisis: conversa con enviados estadounidenses y empresarios con la misma fluidez que lo hace con un grupo de jóvenes reggaetoneros.
Se trata de la culminación de un proceso de decadencia de lo que pudo haber sido y no fue una izquierda en el poder en Venezuela; el madurismo-chavismo. Pero también es una forma de hacer una sonriente "transición" sin las patéticas escenas de López, Borges, Capriles, Ramos Allup, Guaidó y demás caras del fracaso. Recordando el himno de Radio Rochela, Lacava "nos llena a todos de optimismo y buen humor".
Por eso, nos preguntamos ¿habrá cobrado su derecho de autor, Emilio Lovera?