Edgar Morin, "es un pensador y escritor francés de destacada labor intelectual con una singular reflexión y un comprometido protagonismo en los debates sobre los acontecimientos más destacados del siglo XX. Miembro de la resistencia francesa enfrentó al nazismo en su juventud, luego acompañó al ejército francés en la ocupación de Alemania para colaborar en la comunicación de posguerra. Se incorpora al partido comunista y permanece hasta fines de los ´60 cuando rompe con el mismo, para iniciar una crítica al marxismo y profundizar en los estudios sobre las causas del totalitarismo de estado". El señor Morin, ha escrito alrededor de cincuenta libros, la mayoría de ellos traducidos a numerosos idiomas, además, doctorado Honoris Causa de más de treinta universidades del planeta.
Juro que yo pensaba que está muerto, pero, afortunadamente no. Recientemente el diario Le Monde publicó una interesante entrevista al filósofo francés de 98 años, que aún conserva su fuerza y vigor de siempre. "Cuando el entrevistador de Le Monde le pregunta si a sus 98 años conserva el impulso vital que lo ha caracterizado siempre". Morin le responde que sí lo conserva aún, y que lo obtuvo en el útero de su madre que, debilitado por la gripe española, era incapaz de albergar a un feto sin riesgo, pero que aún con ese "impulso vital" no habría logrado salir adelante solo ("el ginecólogo me abofeteó durante media hora para arrancarme el primer llanto", confiesa)".
El escritor confiesa que ha logrado sobrevivir, "gracias a la ayuda de otros, y esa conciencia de la colectividad, de la construcción de la humanidad, que es la enseñanza de crisis tremendas como la que vivimos actualmente". Y añade: "Es una tragedia que el pensamiento fragmentario y reduccionista rija de manera suprema en nuestra civilización y prevalezca en las decisiones en materia política y económica. [...] En mi opinión, las carencias de la forma de pensar, aunadas a la hegemonía incuestionable de una sed desenfrenada de lucro, son responsables de innumerables desastres humanos, incluidos los que ocurrieron a partir de febrero de 2020".
Al responder a una pregunta que le hace el periodista Nicolas Truong, responde: "Los conocimientos se multiplican de una manera exponencial, de golpe, desbordan nuestra capacidad de asimilación, y sobre todo lanzan el desafío de la complejidad: cómo confrontar, seleccionar, organizar esos conocimientos de manera adecuada al momento de conectarlos y de integrar la incertidumbre. Para mí, esto revela una vez más la carencia del modo de conocer que se nos ha inculcado, que nos hace fragmentar lo que es indivisible y reducir a un solo elemento aquello que conforma una unidad integral que es a la vez diversa. En efecto, la revelación fulminante de los trastornos a los que estamos sometidos es que todo aquello que parecía separado está unido, porque una catástrofe sanitaria se vuelve una catástrofe en cadena que afecta la totalidad de todo lo que es humano", y continua:
"La cuarentena se vuelve más llevadera, a pesar de todo, si empiezas por tener claro que hay personas que no se pueden quedar en casa porque no tienen casa. Que hay muchas más que no pueden trabajar en casa porque su trabajo es forzosamente presencial y, además, si no trabajan hoy, no comen mañana. La pandemia deja al desnudo nuestra realidad. La cuarentena en este contexto es más un privilegio que una imposición".
"Espero que la excepcional y mortífera epidemia que vivimos deje en nosotros la conciencia no solamente de que estamos siendo arrastrados al interior de la increíble aventura de la humanidad, sino que también vivimos en un mundo a la vez incierto y trágico. La convicción de que la libre concurrencia y el crecimiento económico son panaceas sociales atenúa la noción trágica de la historia humana que ahora se ha visto agravada. […] La epidemia mundial del virus ha desencadenado y, para nosotros, agravado terriblemente una crisis sanitaria que ha provocado un confinamiento asfixiante de la economía, transformando un modo de vida extrovertido, volcado hacia el exterior, en uno introvertido, al interior de la casa, y ha puesto a la globalización en una crisis violenta. La globalización había creado una interdependencia, pero sin que ésta estuviera acompañada de solidaridad".