Los "pistoleros" de Llaguno

Nada debo reprochar sobre el derecho o el deber en que está la señora Yhajaira de Forero en hacer su propio juicio  sobre los sucesos del 11 de abril de 2002, donde ella exonera de toda culpabilidad a su esposo (Lázaro Forero) de los mismos y de considerarlo una víctima del Gobierno que preside el Presidente Hugo Chávez Frías. Pero ese mismo derecho o deber lo tienen quienes creen que su esposo es responsable de hechos que violentaron la Constitución y de no haber defendido el orden público, sino de haberse aprovechado de las circunstancias para ponerse a disposición de los desobedientes que en ese momento querían derrocar al gobierno mediante un golpe de Estado. Esa es la percepción. Está en los tribunales la potestad de la investigación que conduzca a la verdad de los sucesos. Nadie está obligado a defender (menos ofrendar su vida) por una causa que no comparta. Se sabe que el señor Lázaro Forero era y sigue siendo de tendencia opuesta al gobierno bolivariano, aun cuando ejercía la jefatura de la policía metropolitana de Caracas, cuyo Alcalde Mayor era un ferviente partidario del derrocamiento del gobierno nacional. 

 

Sin embargo, no es ni de Lázaro Forero o de otro supuesta o comprobadamente implicado en el golpe del 11 de abril de 2002 que trataré en este artículo. Creo que es un deber responder o tratar de aclarar la acusación de la señora Yhajaira Forero cuando declara que los que defendieron el orden constitucionalmente establecido desde Llaguno son unos pistoleros. 

Si pistolero es todo aquel que porte una pistola, tendríamos como conclusión que en este país (y también en el mundo entero) hay millones y millones de pistoleros. Sabemos que el diccionario de la lengua española nos da una definición muy deficiente y tendenciosa del término “pistolero”, porque una revolución no fundamenta su defensa en ‘pistoleros’ sino, esencialmente, en un pueblo organizado y armado que actúa en armonía con la Fuerza Armada de la nación. 

La percepción, las imágenes grabadas, los comentarios generalizados y las investigaciones detalladas, indican que la policía actuó a favor del golpe de Estado para deponer del gobierno al Presidente Chávez en vez de responder en defensa del orden constitucionalmente establecido. Todo quien tuvo su sentido común despierto sabe que la policía hizo disparos y se desplazó en favor de los golpistas, de los francotiradores y de las fuerzas opositoras que se plantearon el derrocamiento del gobierno presidido por Hugo Chávez Frías. No eran ‘pistoleros’ sino un cuerpo policial –por lo menos una buena parte de sus integrantes- que dejó de cumplir con su deber constitucional de defender al gobierno para pasarse al lado del golpismo contrarrevolucionario. 

¿Qué hacer frente a esa realidad?, fue y seguirá siendo una interrogante que necesita respuesta en un momento como aquel 11 de abril de 2002. La respuesta correcta la dieron precisamente los que son acusados como los pistoleros de Llaguno. Esos revolucionarios decidieron cumplir con el deber que en ese instante le imponía el dolor que la patria estaba viviendo. Los camaradas entendieron que Llaguno era un punto de vida o muerte para la defensa del proceso bolivariano y, además de mucha importancia, que en ese momento el sacrificio de sus vidas era el cumplimiento del deber para con la patria que clamaba que la defendieran y la salvaran de los golpistas y los criminales de turno que se habían planteado el derrocamiento del gobierno que era mayoritariamente apoyado por el pueblo venezolano. Los llamados ‘pistoleros’ de Llaguno son la expresión de esa parte de hombres y mujeres que enarbolan bien alto el sacrificio individual para beneficio del derecho colectivo de un pueblo de decidir su propio destino. Los ‘pistoleros’ de Llaguno son un digno ejemplo a seguir en cualquier circunstancia que se parezca a aquel 11 de abril de 2002. 

El día en que los pueblos del mundo (organizados, armados y unidos) arrasen con todos los obstáculos que se le interpongan en la decisión de su destino, entonces dejarán de ser necesarios las pistolas y los cañones y las balas de la muerte. Pero mientras eso no se produzca, los llamados incorrectamente ‘pistoleros’ de Llaguno (porque son correctamente revolucionarios), es una necesidad imprescindible para la defensa de todo proceso que tenga por misión la conquista de la mayor suma de felicidad posible para nuestros pueblos. 

Si los camaradas que defendieron al gobierno desde el puente Llaguno fueran ‘pistoleros’ (al servicio del proceso bolivariano), los policías que actuaron a favor del golpe de Estado deberían ser denominados ‘pistoleros’ al servicio de la contrarrevolución, entendiendo –equivocadamente- que todo quien porte una pistola es un pistolero.

 


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Freddy Yépez


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