Otro caso aberrante, racista, criminal que al igual al asesinato de George Floyd de manos de unos policías blancos; hace tres meses, ha roto otro, las redes sociales, que se ha hecho viral y llegaron con todas sus connotaciones al mundo. Casos similares se dan en ese país a diario, pero pocos o poquísimos remontan la opinión pública. En esta ocasión en Kenosha – Wisconsin; un joven afro estadounidense llamado Jacob Bloke de 29 años, mientras se encontraba sus menores hijos de 3, 5 y 8 años dentro de su vehículo, fue increpado y tomado de la camisa, empujándolo hacia el interior, luego sin mediar palabra alguna, le disparan siete proyectiles por la espalda, frente a sus hijos. Gracias a un video que un transeúnte logró tomar, se pudo conocer la verdad y trascender públicamente.
Jacob Bloke salvó milagrosamente la vida, pero sufrió graves lesiones corporales; una sección de la médula espinal, riñón e hígado dañados, parte del intestino le fue extirpado; pero lo más grave es que de salvarse quedó paralítico. Una intentona de asesinato para los gringos de esta naturaleza, es catalogada como una “agresión domestica”. Con esta terminología banal es que han tratado de calificarla. Un odio exacerbado por el color de la piel lo llevan sembrado algunos blancos en sus entrañas; lo más reprochable en este caso, es quien comete tan repudiable acto de disparar a alguien desarmado, es un policía. Nuevamente la furia del pueblo afroestadounidense, latina, china, musulmana, que también son objeto de estos desmanes no se hicieron esperar y salieron nuevamente a protestar, llenando las calles de fuego. En toda esta semana hemos visto como miles de manifestantes han salido sin tapabocas retando al coronavirus; y sin importarle las consecuencias, enfrentando a un sistema agresor que criminaliza sólo por el color de su piel a sus ciudadanos y que se ha exacerbado, en los últimos años con la llegada al poder del supremacista blanco Donald Trump, que ha llegado a calificarlos a través de sus tuitter de “matones”, enviándoles todo un coctel de gas lacrimógeno, gas pimienta y balas de goma; dándole luz verde el Departamento de Estado, con la venia de las autoridades locales a una “guardia de Kenosha” a armarse para proteger la propiedad privada. Un joven blanco de 17 años llamado Kyle Ritteherhouse, perteneciente a ese grupo paramilitar que allá los llaman paraestado, disparó contra la multitud, asesinando a dos manifestantes afrodescendientes. Acciones como ésta no es para alarmarse en un país donde todo el mundo anda armado legalmente, metiéndose en colegios o desde edificios dispararle a multitudes inermes en momentos de locuras, producto de sus distorsiones de conducta, ayer fueron los que regresaron de Vietnam; ahora son los que fueron a Irak, Libia, Siria y Afganistán.
Estas actitudes segregacionistas raciales, en un país donde dicen respetar “los derechos humanos”, tienen su origen desde hace 400 años, cuando los españoles llegaron a Florida. En 1861 se presentó la guerra de la secesión, que no era otra cosa, que dentro de otras exigencias, los estados del sur se enfrentaron a los del norte, para impedir la abolición de la esclavitud; finalmente cuatro años después (1865) Abraham Lincoln la abolió, al salir derrotados los estados del sur. Esto por supuesto dejó un sentimiento de segregación, de rechazo de los blancos hacia los negros por siglos; de colegios, hospitales y hasta supermercados, que son exclusivos para blancos. Buses que hasta unos años los negros tenían que pararse, para darle el asiento a un blanco. Paradójicamente estos hechos, coinciden con la celebración de los 57 años, del célebre, del hombre mártir y defensor a ultranza de las perversidades del racismo: Martin Luther King, asesinado en esa batalla que libró, buscando reivindicaciones para los negros. En uno de su tantos discursos se le oyó decir:” Tengo un sueño, seguir soñando con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad y ojala y ya no tuviera necesidad de soñarlas”