Un único tweet basta como evidencia del racismo nuestro de todos los días. 140 caracteres escritos por un hombre casi centenario, socialdemócrata, exdiputado del extinto Congreso Nacional de Venezuela, formado en el Colegio La Salle de una ciudad localizada frente al inmenso Mar Caribe. Se trata de ENRIQUE ARISTEGUIETA GRAMCKO, quien hizo parte del movimiento cívico-militar que derrocó al dictador Marcos Pérez Jiménez en 1958 y que luego se enquistaron en el poder en una Venezuela "pactada" y rendida a los crueles designios del neoliberalismo continental.
Desde algún rincón de su postrada ancianidad, Aristeguieta aún tiene fuerzas -le sobran motivos- para tributar a sus propios orígenes, negando y denostando los nuestros. Ciento cuarenta caracteres que resumen el odio al diferente, a la presencia y aportes culturales de África en América, de África traída a cuestas y diezmados su lengua, su acento, sus dioses, sus diosas, los nuestros.
Entender quién es ARISTEGUIETA es entender el accionar de sus hijos, de sus nietos, de su propia genealogía, de la herencia y su legado genocida, aporofóbico, xenófobo y clasista que, al amparo de reinos y gobiernos genocidas, resguardan hoy a los responsables directos de la mortandad y destrucción pretendida de la Patria bolivariana.
Según sus pretensiones supremacistas y proimperialistas, la República Bolivariana de Venezuela es una tierra que ha de ser arrasada antes que "los monos, los negros, los obligados a mostrar los dientes blancos para hacemos presentes...el pueblo" rompamos su sistema de opresión y nos hagamos con el poder.
Que diga ARISTEGUIETA que en el Salón Elíptico no puede ocurrir un velorio de santeros es prueba irrefutable de la continuidad del accionar histórico vigente de la "espada y la cruz". Sanguinario accionar con el cual han pretendido siempre arrancar nuestra conciencia, identidad originaria, nuestra cosmogonía que es planetaria (África planetaria), la vida que no se somete. Espada y cruz o morir, espada y cruz o rendirnos…¡no nos rendimos!
Que las redes (anti)sociales vomiten odio, vísceras y el contenido fecal que contienen y las sostienen, no es cosa nueva. Festejar la muerte del Cimarrón Aristóbulo Istúriz, empleando expresiones de odio racistas y xenófobas, no es cosa nueva. Lo harán siempre a través de los medios disponibles, sus propios medios. Es su naturaleza odiarnos, celebrar la muerte y apelar a Dios (su Dios) y a las pailas de sus infiernos con las que jamás lograron ni lograrán "disciplinarnos" e instalar el "temor divino" para que nuestros santos, los tambores, nuestro canto, dejen de honrar la vida de los nuestros y conduzcan el viaje que con la muerte nos lleva de vuelta al África.
Hace rato que advertimos que son insuficientes los instrumentos jurídicos que en Venezuela tipifican y penalizan crímenes de odio (como la Ley contra el odio). Venezuela es racista y no basta con una Ley constituyente que pone el acento en dos actores específicos que inoculan el odio: medios de comunicación y partidos políticos.
Mientras no entendamos que el racismo existe, que el denominado mestizaje es racista en su esencia (mestizarnos con sus dioses, con sus credos, negando nuestros Orixas, nuestra historia, tributando a los poderosos, es rendirnos…), que hay que insistir en una nueva pedagogía que devele la Historia arrancada, y no la historia de héroes y tumbas, no la historia eurocéntrica que tributa a la modernidad occidental, no la historia que nos invisibilizó y negó siempre. Hasta tanto no ocurra, el odio supremacista tendrá siempre la mesa servida.
Mientras continuemos con la afirmación romántica y naif del mestizaje, del otro lado, el racismo, xenofobia y aporofobia continúan intactas y se camuflan en las denominadas diferencias políticas y partidarias del amplio espectro político nacional. Del racismo al fascismo hay un paso, una vereda. Y la oposición radical venezolana ya cruzó ese puente.
Mientras ellos inundan sus medios con el odio que les contiene, nosotros amamos en defensa propia ¡es nuestra forma de resistencia!