Nicolás Maduro: el pacificador democrático de Venezuela

«Hago mías, enteramente mías, estas hermosas palabras del Libertador Simón Bolívar: "La paz será mi puerto, mi gloria, mi recompensa, mi esperanza, mi dicha y cuanto es precioso en el mundo"», escribía el Jefe de Estado y de Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, en la comunicación que le envió, el 1° de septiembre de 2013, al presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, para solicitarle el cese de su pretensión de intervenir militarmente en Siria. 18 meses después, el 08 de marzo de 2015, Barack Obama, declararía a Venezuela como «una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de los EEUU», mediante una Orden Ejecutiva que sería prorrogada como Política del Estado imperial por las Administraciones Trump y ahora Biden el pasado 08 de marzo de 2021, siendo el argumento el mismo: «la situación en Venezuela continúa representando una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos». No obstante, que dicha situación ha cambiado radicalmente y en 2021, las pretensiones imperialistas de «cambio de régimen» en la República Bolivariana de Venezuela han fracasado y la resistencia del pueblo venezolano ha quedado como muestra fehaciente de lo dicho por el Padre Libertador, Simón Bolívar, en una de sus comunicaciones de respuesta al agente imperial Irvine: «Por fortuna se ha visto con frecuencia un puñado de hombres libres vencer a imperios poderosos» (12 de octubre de 1818). Por fortuna también, tanto el pueblo y gobierno de Siria como el de Venezuela, vencieron a los imperialistas de EEUU y Europa que se abalanzaron –violentamente- contra sus realidades, aplicándoles sanciones coercitivas unilaterales, agresiones a la moneda nacional (devaluación), guerra mediática y psicológica, bloqueo financiero-comercial, amenazas de intervención militar que, en el caso concreto de Siria, se llevó a cabo mediante una fuerza paramilitar creada –especialmente- por la CIA: el Estado Islámico; y en el caso de Venezuela, la CIA, se valió de un gobierno fallido y narcótico como el de Iván Duque, que permitió que en su territorio se entrenaran supuestos venezolanos, las fuerzas paramilitares derechistas conformadas por integrantes de los partidos de la ultra derecha: Voluntad Popular, Primero Justicia, AD y Un Nuevo Tiempo, que al igual que en Siria fueron derrotadas en sus pretensiones de invasión militar del territorio venezolano. Mientras que, Bashar al Assad, acudía a la fuerza de las armas para derrotar en alianza con Rusia, Irán y el Hezbollah a la poderosa maquinaria occidental de la OTAN y sus fuerzas paramilitares del Estado Islámico; en Venezuela, el Presidente Nicolás Maduro, acudía a un arma «inusual y extraordinaria», muy propia de los regímenes –auténticamente- democráticos: el diálogo. Lo cual, no significa que en Siria, Bashar al Assad no lo haya intentado realizar, sino que en Oriente Medio, los imperialistas de EEUU y Europa no dejaron espacio abierto alguno para que la democracia pudiera actuar y allá, solo mediante la derrota militar de los imperialistas, fue que se pudo abrir espacios al diálogo democrático.

Siria, es un buen ejemplo de cómo conciben los imperialistas de EEUU y Europa, la democracia. En la democracia de las élites o de los millonarios, como se le denomina en los EEUU, la disidencia se combate mediante el exterminio del adversario. Bashar, adversa la política imperialista de los EEUU, en respuesta se procura su derrocamiento o su exterminio. Como lo reconociera –públicamente- el ex senador republicano por el Estado de Virginia, Richard Black, quien reveló que: «El expresidente Barack Obama, formalizó el apoyo a largo plazo de Estados Unidos a los terroristas en 2013, al autorizar -en secreto- que la CIA entrene, arme y pague a miles de ellos para luchar en Siria. Hemos pagado los sueldos de los terroristas que cortaban cabezas de civiles inocentes como los radicales del Movimiento Nour Eddin Zanki quienes se filmaron un video en el que torturaban y decapitaban a un niño palestino, dijo.» (Resumen Latinoamericano, 29 de marzo de 2021). Casi una década de guerra de los imperialistas de EEUU y Europa contra Siria, billones de dólares malgastados en miles de muertes, destrucción de infraestructura básica, que costarán años recuperar al pueblo y gobierno Sirio, todavía aún sancionado por el gobierno de los EEUU y sometido a un bloqueo financiero-comercial criminal, «en nombre de su libertad».

EEUU y Europa, dan continuidad a lo que es la tradición de los regímenes imperiales de antaño. Recordemos, que en tiempos coloniales para «pacificar» a las colonias hispanoamericanas, 1814, el rey de España, Fernando VII, designa a Juan Pablo Morillo jefe de la expedición «pacificadora» de las colonias españolas que, inicialmente tenía como destino a Montevideo y como objetivo la reconquista del Rio de la Plata. La expedición, conformada por 15.000 hombres en 75 buques salió de Cádiz el 15 de febrero de 1815 y tocó suelo venezolano en Puerto Santo, el 9 de abril de ese año. Los imperios de ayer, y los imperialistas de hoy, solo entienden como «pacificación» de sus adversarios: su exterminio, ese es su concepto de democracia. ¡No admiten disidencias! Morillo, redujo a Cartagena y con varias columnas que avanzaron –simultáneamente- por el Chocó, por el río Magdalena y por Cúcuta, tomó el control de la mayor parte de la Nueva Granada. Morillo, empezó su carnicería y en Santa Fe completó la macabra tarea con un Tribunal de Guerra, el Tribunal de Purificación y la Junta de Secuestros, que condenó a muerte y prisión, confiscó los bienes de los patriotas y envió al exilio a todos aquellos que habían actuado contra las autoridades coloniales o apoyado la insurgencia. La crueldad de los «pacificadores», fue extrema. Después de fusilar a sus víctimas, colgaban sus cuerpos y a muchos les prendían fuego o los descuartizaban. Las crueldades de Morillo y sus tropas, en vez de apagar la llama de la libertad la avivaron. Por donde pasó Morillo, hizo sentir su puño de hierro y acompañó las ejecuciones con frases contundentes como la que exclamó antes de pasar por el cadalso a Francisco José Caldas, científico colombiano, ingeniero militar, geógrafo, botánico, conocido como el Sabio por erudito en múltiples disciplinas, y ante el reclamo de la sociedad colonial de entonces, que clamó clemencia por su vida, les respondió en un gesto de soberbia imperial: «España no necesita sabios». Y todavía los hay, entre quienes condenan el Decreto de Guerra a Muerte del Padre Libertador, Simón Bolívar. Sí, el mismo Bolívar que, en noviembre de 1820, reencauzó la causa «pacificadora», terriblemente «pacificadora», del Teniente Juan Pablo Morillo, por senderos humanitarios, convenciéndole de atenuar la barbarie de su causa y respetar la vida de civiles y prisioneros de guerra mediante un Tratado de Armisticio y Regulación de la Guerra entre la monarquía española y la naciente República de Colombia, magistralmente elaborado para El Libertador por el Gran Mariscal y héroe de Ayacucho, Antonio José de Sucre, que sentó las bases de las actuales normas humanitarias de la guerra o Derecho Humanitario Internacional. «¡Gloria al vencedor!», le gritaron a Sucre en Pichincha, y desde su sensatez patriota devolvió en ritornelo: «¡Honor al vencido!». Años después, se le escucharía decir al Padre Bolívar: «Este Tratado es digno del alma de Sucre, él será eterno como el más grande monumento de la piedad aplicado a la guerra».

«Pese a haber alcanzado horas atrás un triunfo aplastante e inobjetable sobre el Ejército Real del Perú en la Pampa de Ayacucho, Sucre da un trato digno y solícito a los comisionados españoles. Con la amabilidad y gentileza que le caracterizaban, Sucre recibió a Canterac y a Carratalá, estrechó sus manos y les abrazó a ambos, no había resentimiento en el corazón del jefe venezolano, pese a haber perdido la mitad de su familia a manos de los realistas (…) Aunado a lo anterior, luego de la batalla de Ayacucho no hubo prisioneros humillados, no hubo torturas ni vejámenes, no hubo mazmorras ni calabozos, no hubo grilletes ni cadenas, no hubo pelotones de fusilamiento ni causas sumarias; hubo sí un trato digno y humanitario.» (Tratados de Armisticio y de Regularización de la Guerra, génesis del Derecho Internacional Humanitario para los pueblos, M/G Félix Ramón Osorio Guzmán, Caracas, noviembre 2020). 182 años después, la derecha nacida en territorio venezolano, pero teledirigidos desde Washington logra concretar un Golpe de Estado en contra del Gobierno Bolivariano del Comandante Hugo Rafael Chávez Frías. Transcurría la madrugada del 13 de abril de 2002, ya el pueblo venezolano -«Constitución en mano»- en tan solo 47 horas, había logrado derrotar el sangriento golpe civil-militar encabezado por el presidente del principal gremio empresarial del país (Fedecámaras), Pedro Carmona Estanga, coaligado a la Iglesia Católica, el principal sindicato nacional del país: la CTV y los medios privados de comunicación (Venevisión, RCTV, Globovisión y Televen). Pues bien, derrotado todo ese conglomerado corporativo con fines del establecimiento de un régimen fascista en el país, que fue rechazado –masivamente- por todo el país, Chávez es devuelto a Miraflores y en su primera alocución, con un crucifijo entre sus manos, llamó a dialogar a los complotados en dicho golpe. No hubo razzia alguna, ni torturados y mucho menos expropiación de los medios de comunicación que liderizaron las acciones golpistas. Tal nivel de impunidad, sirvió de caldo de cultivo para que a finales de 2002, los mismos complotados en el golpe de abril, reencauzaran su golpe por otras vías igual de antidemocráticas: se hizo realidad el paro-sabotaje petrolero (diciembre 2002-febrero 2003), que causó enormes pérdidas a la Nación por el orden del 18 por ciento del PIB, y en consecuencia, originó escasez de productos básicos, incluida la gasolina, la inflación se duplicó al igual que el desempleo y en general, la pobreza. El imperialismo, y la misma oposición, descubrieron que la economía era un excelente escenario para llevar la guerra, tal como lo hicieron efectivo a partir de 2015 en adelante.

Hugo Chávez, encontró en José Vicente Rangel un articulador por excelencia del diálogo democrático. Fue el equivalente al Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, quien lo fuera para el Padre Libertador, Simón Bolívar. Más recientemente, es en lo que se ha convertido el Presidente de la Nueva Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, para el Presidente Nicolás Maduro. José Vicente, caracterizando el drama de la democracia venezolana, enfatizaba siempre que: «No contar con una oposición creativa, confiable, profundamente crítica y al mismo tiempo respetuosa en el orden constitucional, que represente al amplio sector que siempre existe en el sistema político, algo que ha pasado durante el proceso bolivariano, es un problema que afecta a todos los venezolanos, por la falta de un liderazgo opositor consciente y responsable del funcionamiento de la institución». Frente a esa situación, consideraba JVR, que a la Revolución Bolivariana no le quedaba otra alternativa sino insistir -una y otra vez- en la necesidad imperiosa que la oposición venezolana se sume al diálogo democrático y se desvincule de sus pretensiones golpistas aupadas desde Washington. Decía, JVR, en 2014: «Es el momento de dialogar, de distender los ánimos, de ceder a un debate civilizado y democrático, respecto a los grandes temas nacionales en cuanto a la opción aventurera de desconocer la Constitución y desalojar de la presidencia a Nicolás Maduro» (AVN, 19.Oct.2014). Es la misma tradición, que han seguido tanto Chávez como Maduro, en comprensión que la democracia es el régimen político que tiene mayor vocación por el diálogo, ya que permite la comunicación, el conocimiento, la comprensión, la empatía y los acuerdos entre actores políticos divergentes o como estimaba, la filósofa alemana Hannah Arendt, la política del diálogo representa la experiencia de compartir un «mundo común» por parte de una diversidad de sujetos. Norberto Bobbio, propone la siguiente fórmula para identificar dónde hay democracia y en dónde no: «en democracia, cualquier forma de disenso es admitida, excepto aquellas que están expresamente prohibidas»; mientras que, considera que la fórmula de los autoritarismos podría ser: «cualquier forma de disenso está prohibida, excepto aquellas que son expresamente admitidas». En Venezuela, según estimaba el ex Presidente Lula da Silva, se vive en: «un exceso de democracia», transformado en «dictadura», gracias a la dictadura de los medios de comunicación occidentales y sus redes sociales, que te hacen ver solo la realidad que ellos quieren que veas. El mundo al revés del que tanto nos habló Eduardo Galeano…

Postscriptum: El 30 de abril de 2003, el Presidente George W. Bush recibió en la Oficina Oval a su par colombiano Álvaro Uribe Vélez. El encuentro, se realizó en un contexto en que EEUU se encontraba inmerso en su guerra contra el terrorismo. Dijo entonces, el Presidente Bush: «Es un honor para mí darle la bienvenida a la Oficina Oval a un amigo y a una persona valiente, el Presidente of Colombia. Está decidido a combatir el terrorismo. Está decidido a combatir el flujo de narcóticos a los Estados Unidos. Apreciamos su determinación; apreciamos su fortaleza. Y, entonces, es mi honor darle la bienvenida». Le respondió el Presidente Uribe: «Gracias, Sr. Presidente, por su cálida bienvenida. Esto es muy importante para mi país. Colombia ha sufrido bajo el terrorismo durante mucho tiempo. Por lo tanto, Colombia comprende la necesidad de combatir el terrorismo en nuestro país y en otro». Pasaron ambos, a las preguntas de los periodistas (P): «Sr. Bush, más de 500 terroristas de las FARC se han entregado... Nos preguntamos si el gobierno de los Estados Unidos estaría dispuesto en algún momento a contribuir a que estos terroristas que se han entregado se reintegren a la sociedad. Respondiéndole, el Presidente Bush: «¿Ayudar en qué manera? No entiendo su pregunta». Insiste (P): «... a que se reintegren a la sociedad». Repregunta Bush: «¿A llevar qué a la sociedad civil?» Lo siento. Insiste el (P): «A reintegrarse, ellos mismos, para que regresen a...» Por fin, responde Bush: «Ah, ¿para ayudarlos regresar a la sociedad civil? Bueno, algunos terroristas simplemente son crueles asesinos. Es difícil readiestrarlos, a alguien que es un asesino…» Solo, la opción del exterminio del adversario forma parte del ADN del imperialista, no cabe otra en su concepción democrática. El diálogo, así concebido solo puede manifestarse mediante bombas, misiles, muertes y exterminio, es la única opción prevista en las mentes imperialistas…

Caracas, 19-09-2021



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Henry Escalante


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