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Señoras y señores, venimos a contar, aquello que la historia no quiere recordar. Paso en el Norte Grande, fue Iquique la ciudad, mil novecientos siete marcó fatalidad. Allí al pampino pobre mataron por matar allí al pampino pobre mataron por matar. Seremos los hablantes, diremos la verdad, verdad que es muerte amarga de obreros del salar. Así arranca la Cantata Santa María de Iquique, monumento testimonial de la trova de Nuestra América, compuesta por Luis Advis y estrenada en el Teatro La Reforma de Chile en 1970. Recordaba una masacre de migrantes internos en Iquique. Nadie podía saber que preludiaba la hecatombe del golpe del 11 de septiembre de 1973 contra la Unidad Popular. La historia se repite, pero a veces la repetición es más atroz que el estreno.
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Veintiseis mil bajaron, o tal vez más, con silencios gastados en el Salar. Iban bajando ansiosos, iban llegando, los miles de la pampa, los postergados. No mendigaban nada, sólo querían respuesta a lo pedido, respuesta limpia. En migración perpetua anda el mundo, y lleva rato sin parar. Todos descendemos de una pequeña tribu de homínidos del valle del Rift, en África, que migraron excesivamente. Migra el ser humano por dos motivos: persiguiendo comida, y huyendo de sus semejantes. Las dos causas se conjugan en una. Demuestra Pasqualina Curcio que actualmente se producen alimentos suficientes para nutrir a toda la humanidad, pero que los amos del mundo desperdician, destruyen o acaparan casi la mitad de ellos. Por lo cual, según OXFAM, mueren de inanición 11 personas cada minuto. En 2020 nuestro planeta tenía, según la FAO, 768 millones de personas subnutridas, un 10 % de la población mundial. Para mantener intacta esta mecánica de la muerte se crean ejércitos colosales y armas de destrucción más que masiva, pues cada divisa invertida en ellas se retira de la boca de un hambriento: A los hombres de la pampa que quisieron protestar, los mataron como a perros porque había que matar. No hay que ser pobre, amigo, es peligroso. No hay ni que hablar, amigo, es peligroso. Las mujeres de la pampa se pusieron a llorar y también las matarían porque había que matar. No hay que ser pobre, amiga, es peligroso. No hay que llorar, amiga, es peligroso. Y a los niños de la pampa que miraban, nada más, también a ellos los mataron porque había que matar. No hay que ser pobre, hijito, es peligroso. No hay que nacer, hijito, es peligroso.
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La migración es arma que esgrimen contra sus víctimas los propios países que la causan. Cada vez que un imperio atropella a un pueblo, provoca oleadas de refugiados de las cuales no sabe después cómo deshacerse. Estados Unidos invade México, roba más de la mitad de su territorio, explota a los residentes originarios, erige un Muro de la Verguenza para evitar que los invadidos lo visiten y mantiene gran parte de su agricultura y su industria subpagando a migrantes ilegalizados. Asalta Haití, lo ocupa por décadas y persigue a lazo a los mismos haitianos a quienes ha obligado a huir de su país. Interviene en Cuba, la invade, la bloquea y luego repele o encierra en campos de concentración a quienes huyen de ese cerco. Durante tres décadas destruye prolijamente Afganistán con sus tropas y sus títeres locales, para discriminarlos, acosarlos y penalizarlos cuando le piden asilo. Destroza sistemáticamente el mundo musulmán, para desatar rencorosa islamofobia contra quienes huyen de él. Extrema agresiones contra Venezuela, y pretende que quienes huyen de ellas escapan del gobierno venezolano. Cada vez que un Imperio interviene despierta un monstruo, y luego no sabe qué hacer con él. Los Señores de Iquique tenían miedo; era mucho pedir ver tanto obrero. El pampino no era hombre cabal, podía ser ladrón o asesinar. Mientras tanto las casas eran cerradas, miraban solamente tras las ventanas. El comercio cerró también sus puertas: había que cuidarse de tanta bestia.
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El límite que convierte al residente en migrante es el del ingreso que no basta para sobrevivir. A veces funcionarios neoliberales inmisericordes de la secta monetarista mantienen en plena inflación el salario por debajo de la canasta básica. Esa frontera marca un imposible que disuelve todas las líneas entre países. Como recuerda Luis Advis: El poder comprador de aquella ficha había ido bajando con el tiempo, pero el mismo jornal seguían pagando. Ni por nada del mundo un aumento. Si contemplan la pampa y sus rincones verán las sequedades del silencio.
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Los medios, que dicen comunicar sucesos, han pasado a fabricarlos. Saturativas campañas de odio contra los migrantes exageran su número y los culpabilizan de todos los males. El presidente Sebastián Piñera anuncia en Cúcuta la creación de una "visa humanitaria" para migrantes, promesa efectista que atrae candidatos que sólo encuentran políticas restrictivas de otorgamiento de visas, cierres de fronteras y expulsiones masivas, al extremo de que el año pasado su gobierno concedió sólo siete ingresos legales. Doce venezolanos mueren este año en el camino tratando de sortear tales obstáculos. La suerte no es mejor para quienes ingresan. Medios, patronos y partidos de ultraderecha erigen un muro de satanización xenófoba. El 24 de septiembre carabineros militarizados desalojan por la fuerza bruta a un centenar de venezolanos de una plaza en Iquique. El 25, una multitud con banderas chilenas y pendones con lemas fascistas arremete contra ellos, los golpea, los insulta, incendia sus mínimas pertenencias. Contra el inmigrante se levantará siempre la voz del prejuicio, útil para predicar que seres humanos rechacen o exterminen a seres humanos: Que no entienden deberes, son ignorantes. Que perturban el orden, que son maleantes. Que están contra el país, que son traidores. Que roban a la patria, que son ladrones. Que han violado a mujeres, que son indignos.
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Venezuela ha recibido generosa e indiscriminadamente a todo el que en ella ha buscado refugio o supervivencia. A mediados del siglo pasado y principios del presente acogió masas inmigratorias equivalentes a la quinta parte de su población interna. Particularmente generosa fue con quienes huían de las dictaduras del Cono Sur, entre ellas la chilena. Por ello debe aclarar, con cifras oficiales y contundentes, el verdadero impacto migratorio de las medidas coercitivas unilaterales. El silencio sólo conduce a que opositores y ONGs fantaseen magnitudes apocalípticas, que cada nueva estimación agiganta, y que la Agencia de la ONU para los Refugiados y la Organización para las Migraciones calculan para 2018 en casi tres millones. Pasqualina Curcio, basándose en las cifras del CIA Factbook, y quien suscribe, manejando las del Index Mundi, verificamos que los balances demográficos de los países que supuestamente habrían recibido esos contingentes no registran ingresos de tales magnitudes. Un nuevo fantasma informático recorre el mundo: la Fake Migration, que no corresponde a una movilización real, pero sirve de argumento para una "intervención humanitaria" que acabe con el problema migratorio del país destruyéndolo. Recordemos de nuevo la Cantata de Santa María de Iquique: Ustedes que ya escucharon la historia que se contó, no sigan allí sentados pensando que ya pasó. No basta solo el recuerdo, el canto no bastará. No basta sólo el lamento, miremos la realidad. Quizás mañana o pasado, o bien en un tiempo más, la historia que han escuchado de nuevo sucederá.