Trampas electorales de antaño

Vivíamos felices y no lo sabíamos. Era la época en que las urnas y lo votos se trasladaban en burro, en el interior del país y en cada posta, donde descasaban estas nobles bestias, habían funcionarios a sueldo, con custodia policial, que cambiaban las urnas para ponerlas repletas de votos blancos y algunos verdes, para disimular.

En la Capital, cuando se contaban los votos y había margen estrecho entre los candidatos, los Adecos, duchos en estas trampas decían, "dejen que vengan los votos del interior y verán", claro, ellos confiaban en sus trampas y en los tramposos, asalariados, que les garantizaban la pulcritud de los comicios.

Me tocó, en una oportunidad ver un escrutinio, en una zona rural del Estado Monagas, cerca de una zona guerrillera. Se abrió la urna, se contaron los votos y se asignaron. Pero de repente, una persona presente, el único comunista del pueblo, reclamó. Aquí hay fraude, mi voto no está.

El policía, chopo en mano, custodia del proceso, que ya estaba dateado de que había un voto comunista, lo increpó: "Preso y pa´ el Cuartel", le dijo, aquí no queremos comunistas, cerraron la urna y encerraron al comunista. La Democracia triunfó.

Así poco a poco, se fue perfeccionado la trampa como sistema electoral en Venezuela y la pulcritud democrática, voceada y vocifera por los Blancos y Verdes, y estos últimos, también, poco a poco, aprendían las triquiñuelas.

Sin la Unión Europea, sin ONGs, sin la OEA, sin Los Estados Unidos, sin veedores ni observadores, en otras palabras, sin perros que ladraran, porque ellos, daban por descontado la pulcritud de los comicios, se fue conformado, así, todo un sistema de Trampas electorales, que los adecos lo llevaron a nivel de un Manual, de obligatoria lectura para todos los militantes, potenciales testigos electorales; llamado: "OPERACIÓN MOSCA".

Allí surgió, entre otras triquiñuelas, la célebre: "Acta Mata votos". Mediante este artilugio, no importaba el número de votos, ni la representación de los participantes, sino, lo que decía el Acta. Y el Acta era conformada por los testigos, que generalmente eran de AD o de COPEI, los otros partidos por escases de recursos no tenían representación. Entonces los Adecos y Copeyanos se repartían proporcionalmente los votos de los demás partidos y si no, estaban satisfechos se sumaban también, los votos nulos y los que aparecían en blanco. Caída y Mesa Limpia. Todo quedaba en familia. Acta Mata Votos. Se perfeccionaba de esta manera la Democracia, al estilo IV República.

El Manual, que llegó incluso a imprimirse y exportarse para los países hermanos, tenía otro artilugio, que demuestra el grado de la especialidad a que llegó la Trampa, elaborada en los más altos niveles de los laboratorios sucios de AD: El voto de los muertos.

En el partido del pueblo, esto se le encargaba a una Comisión Mortuoria de Alto Nivel. Se elaboraban listas y listas de las personas muertas en los últimos años y se imprimían cédulas de identidad con sus datos personales. Luego se repartían a los compañeros de partido, que eran previamente instruidos, para depositar su voto. Un compañero podía tener hasta diez cédulas y su voto se distribuía en diferentes mesas, para evitar sospechas. De esta manera se perfeccionó en Venezuela, el voto Zombi, digno de exportación, lo que le iba poco a poco dando forma a la pulcritud democrática que vivíamos, un ejemplo para el mundo.

Otro artilugio de la inventiva adeca, era La Doble Identidad, mediante este mecanismo y como se tenía el control de la Oficina de Identificación y en consecuencia de las máquinas para reproducir cédulas de identidad, se dotaba a militantes de confianza y debidamente entrenados de dos y tres cédulas, para que pudieran depositar sus votos en diferentes mesas electorales, por ellos controladas y donde siempre había un militante del partido, para orientarlos y esperar el momento oportuno al depositar el voto. El votante cumplido su cometido, salía, de allí, con un marroncito en el bolsillo y un golpecito en el hombro, como de asentimiento, compañero, nos vemos en la casa del partido, para el escrutinio.

El voto importado, no podía faltar y cuando se anunciaba el cierre fronterizo, ya los adecos tenían acantonados en las casas del partido o habilitando pensiones de mala muerte y hoteluchos a cientos de extranjeros, colombianos, los más, a los cuales se les dotaba de cedulas de identidad debidamente elaboradas por los laboratorios adecos. Se les instruía, los asignaban por regiones, acompañados de guías del partido, hasta depositar el voto. Además de cierta cantidad de dinero que recibían los importados, se les ofrecía también la posibilidad de la carta de nacionalidad y trabajo en zonas de influencia partidista. Nunca había en las mesas reconteo de votos, ni reclamos de ninguna naturaleza. El manto del silencio cubría cualquier triquiñuela, todo en función de la pulcritud democrática.

Las mesas electorales y sobre todo los testigos del partido estaban debidamente protegidos por los conocidos "cabilleros adecos", de esto saben y tienen postgrado Ramos Allup y Rosales. Cabilla en mano, siempre prestos a participar en el artilugio siguiente: La Trifulca.

Este mecanismo se aplicaba en los casos que el partido del pueblo estuviera perdiendo por una ventaja desproporcionada. Por cualquier excusa, bien porque se acabará la tinta, porque se extravió un lápiz, porque un votante firmó donde no era, se empezaba una discusión que terminaba con el enfrentamiento físico entre los miembros de la mesa. En ese momento, entraba los cabilleros, se armaba la sampablera y para evitar males mayores, se anulaba la Mesa y todos los votos depositados. Así el partido se cubría la espalda y se mantenía la pulcritud de lo comisión, aplicando la paz de la cabilla.

Según el Manual de la "Operación Mosca", los testigos del partido no podían moverse de la mesa en ningún momento, se les dotaba de bebidas y comida. No podían aceptar bebidas o café que algún otro testigo contrario les ofreciera y en extrema necesidad, sólo cuando se suplía, podía realizar sus necesidades fisiológicas. Entre ellos se decían, se prohíbe cagar, compañero. Para darse ánimo, echaban la anécdota de un General de Montoneras, que antes de comenzar la Batalla, conminaba a los soldados: "Aquí todo el mundo va a cagar y mear, porque cuando empiece el peo, nadie me va a pedir permiso para ir al baño". Claro, dejar la mesa era un gran riesgo, porque se estaba en medio de tramposos y cualquiera podía aplicársela al otro. Allí surgió el otro artilugio: Los Somníferos.

En muchas mesas, sobre todo en el interior, los representantes de los partidos no se les suministraban el avituallamiento respectivo a los testigos, por la falta de recursos. Entonces, venía, el Artilugio. Los adecos tenían unos thermos muy bien identificados, donde tenía café u alguna otra bebida, con Somníferos, con los que brindaban a los testigos. En poco tiempo los ingenuos bostezaban, la somnolencia los atrapaba y se levantaban de la mesa para ir a comer, descansar y volver. Bueno, ese era el estado ideal para hacer las marramuncias, meter votos, anular, darle paso a los sambíes votantes a los de doble identidad etc. etc.

Esa era el país ideal, en el que todos éramos felices, sin veedores y observadores entrépitos, pero no lo sabíamos, en el que sueñan los Adecos, los pocos copeyanos que todavía hay y los derivados de ambos partidos. Esperar que los tramperos hicieran de las suyas, mientras la élite dirigente, en la Casa del Partido o lujosos hoteles, whisky en mano, esperaban los resultado pulcros y democráticos del otrora, Consejo Supremo Electoral. ¡Viva la Democracia ¡



 



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Jesús Sotillo Bolívar

Docente en la UCV

 jesussotillo45@gmail.com

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