En la actualidad, al margen de los conflictos promovidos y protagonizados por las grandes potencias mundiales, las luchas populares se caracterizan por extenderse simultáneamente a las relaciones de producción, de género o interétnicas, e igualmente a las relaciones con la Naturaleza, ampliando y redefiniendo los ámbitos tradicionales que éstas abarcaban hasta hace no poco tiempo. Existe, por tanto, una multidimensionalidad que no discrimina ni jerarquiza lo político, lo social, lo cultural y lo económico. Todo es asumido en un mismo nivel. Las resistencias y las alternativas que han puesto en entredicho la vigencia del modo de vida moldeado según la lógica capitalista y, junto con él, el modelo de Estado, reúnen un conjunto de propuestas en apariencia disímiles pero que, vistas en conjunto, representan la transformación estructural o integral de todo lo que es la convivencia humana; en una especie de recopilación de las tesis o teorías revolucionarias del pasado que le otorgan una visión y una concepción más amplias y profundas que éstas, sin que puedan catalogarse de ortodoxas ni retrógradas.
Contra la anulación y la negación sufridas por los distintos movimientos populares a lo largo de la historia, tanto por los regímenes de derecha y dictatoriales como aquellos que, se supone, serían de izquierda y revolucionarios, se ha levantado una brecha importante de la cual ya muchos intelectuales y teóricos se están haciendo eco. Incluso sin que exista una conexión orgánica entre unos y otros. Esto confronta y supera el pensamiento moderno/colonial al cual hemos estado habituados desde muchos siglos atrás y que, bajo el ropaje del neoliberalismo capitalista, adquiere visos de modernización que sólo añaden más cadenas de dominación a pueblos y personas, arrebatándoles incluso su espiritualidad e identidad cultural. Así, por ejemplo, las mujeres comprenden que su lucha va más allá de una lucha contra la vigencia del machismo y del patriarcado cuando es evidente la estrecha relación existente entre éstos y la hegemonía del capitalismo. Lo mismo ocurre con las diferentes organizaciones ecologistas, campesinas, afrodescendientes e indígenas. Ya no se trata simplemente de aspirar a un mundo posible sino de convertir el existente en mundos habitables, inclusivos e incluyentes para todas y para todos.
Por otra parte, hay que comprender que la transformación comunitario-popular implícita en esta diversidad de movimientos, grupos y propuestas tendría por base la decolonialidad del pensamiento, lo que conduce a crear (lo que algunos llaman) prácticas insurgentes de resistir, (re) existir y (re) vivir, partiendo del interés y la producción colectivos de lo común. Las diferencias vistas, estigmatizadas y percibidas como anomalías que deben reducirse en el marco de la sociedad contemporánea tendrían - ahora - sus propios espacios. El objetivo es trascender la apropiación de la máquina administrativa estatal. «Construyen - como lo expresa Cristina Vega en La ‘ideología de género’ y sus destrezas. El reaccionarismo religioso frente a los feminismos en movimiento - sentidos liberadores y avanzan contra la malévola identificación con el neoliberalismo. Van más allá de la lógica burocrática del Estado, sin renunciar a traducir su fuerza en derechos, y estabilizan sus logros y reivindicaciones mediante normas y políticas. Trenzan, no sin dificultades, generaciones, sectores y ámbitos de actuación en los que se hacen presentes quienes barren y empujan con sus escobas a los malos espíritus». Por eso, quienes se aferran empecinada e interesadamente al orden social imperante, al cual defienden como un fundamento natural de la existencia humana incuestionable y sagrado, les resulta descabellado, inaceptable y peligroso que todo esto suceda.
La reelaboración de conceptos y de prácticas que todo esto representa desemboca en la acción y el efecto de politizar la cotidianidad. Una diversidad compleja de movimientos y agrupaciones populares le han dado forma a esta politización de la cotidianidad aunque en muchos casos no es algo homogéneo y es envuelto por la política tradicional (llámese de derecha o de izquierda), lo que muchas veces influye en lo limitado de su radio de influencia y de sus propias demandas. La expresión política que podría derivarse de ello no es homogénea ni orgánica. Sin embargo, sus demandas y cuestionamientos sí apuntan a eliminar las barreras impuestas por las injusticias sociales, la pobreza, la exclusión y la marginación, lo que equivaldría a un programa de transformación estructural, en su conjunto, del actual modelo de sociedad. Éste tendría que concretarse en espacios de experiencias colectivas que sirvan para su comprensión teórica, sin que esto signifique su enclaustramiento, lo que sustentará las aspiraciones igualitarias y democráticas de todos.