El sábado 23 de abril, tuve la maravillosa oportunidad de asistir a un nutrido acto en Pto. La Cruz, en donde Pascualina Curcio, Tony Boza y Juan Carlos Valdez, expusieron sus opiniones sobre la economía venezolana y particularmente los temas monetario y salarial. De esa reunión salí confundido y, como dice la canción, "con el alma hecha pedazos".
Por supuesto, en base a lo que he leído antes, en buena medida estuve de acuerdo con ellos sobre esos asuntos. Salvo algunas cosas que se dicen o se callan, de manera deliberada, dentro de un plan previsto. Porque parecía haberlo. Como que la lucha hay que darle donde está la gente reunida y no con pequeños grupos dispersos.
De esa reunión o evento, que incluyó la participación de parte del público asistente, constaté persisten concepciones, prácticas, que antes hemos combatido y, hasta en los momentos que las analizamos, de manera particular, solemos repudiarlas o para decirlo de manera más inteligente, de ellas discrepamos casi radicalmente.
Los expositores, no sé si por apego a su formación académica o una inteligente estrategia destinada a evadir el rechazo o ser objetos de sanciones del partido donde militan o el universo donde se mueven, asunto que valoro y respeto, dada mi experiencia sobre el particular, se cuidaron de tratar el tema de manera muy aséptica o técnica, tanto que, al hablar de responsabilidades, no apareciera persona importante alguna, tanto que uno pudiera, si es por demás inocente, creer que en eso el presidente y alguna que otra persona de muy alta jerarquía, no tienen responsabilidad o "nada que ver", como solemos decir coloquialmente. Algo como aquel viejo y desgastado cuento del señor que al hallar a su esposa acostada con otro hombre en un viejo sofá de la casa, optó sólo por deshacerse de éste.
Pero me llamó más poderosamente la atención que, aparte de los ponentes, quienes del público asistente tomaron la palabra, pese sus lamentaciones, dado que casi todos los allí presentes somos trabajadores, activos o jubilados, particularmente dependientes del Estado, asumieron la misma actitud. Se manejó el tema como que había un delito, una injusticia, pero si acaso un culpable, ese sólo era la clase capitalista que se aprovecha del gobierno y el Banco Central de Venezuela, organismo que me imaginé al principio, dado lo expuesto, como un órgano aparentemente sin control de nadie desde el bando gubernamental. Aunque, con esmerada discreción, alguien hizo alusión al apellido Farías. Como si fuese este personaje el único con poder para dictar normas al BCV. En mi barrio cumanés solíamos decir, "siempre habrá un pendejo a quien echarle la culpa" y también "al pendejo lo ven de lejos" o "la soga revienta por lo más delgado".
Quien se mostró más audaz entre ponentes y expositores del público, que fueron limitados a formular preguntas, en lo relativo a la política, de lo cual no se puede desligar el tema salarial, fue Tony Boza; señaló el antes mencionado, "todos los Bancos Centrales del mundo"- léase bien -, "están controlados por el gran capital financiero mundial", lo que en buena medida sugiere a EEUU. Informó, como demostración de ello, que un académico, experto ruso, recientemente había denunciado que hasta el mismo Banco Central de su país, era víctima de lo mismo. Entonces, según eso, la política monetaria y hasta salarial del gobierno, por mampuesto, la impone el BCV, siendo este un secuestrado del capital externo. Se parece esto mucho a aquello de "todo lo que nos pasa se explica en las sanciones y el bloqueo".
Hubiera querido decirle a Boza, más no tuve la oportunidad, pues sólo pude hablar brevemente con ellos, que según mi lectura, estaban restándole responsabilidad al gobierno y particularmente al presidente y sus asesores inmediatos, sobre la política monetaria y salarial que se aplica en Venezuela. Pero también eludían denunciar la incapacidad del movimiento popular todo, empezando por el sindicalismo, dentro y fuera del gobierno, para encontrar la forma de cumplir sus responsabilidades de clase.
Y de esto también me llamó poderosamente la atención, como quienes intervinieron del público, parecieron no percibir aquello o estar también de acuerdo con lo mismo. Nada dije ante aquello y, en todo caso, no lo hubiera hecho allí de manera pública para evitarme algún contratiempo y tampoco en privado porque entiendo lo que hay detrás de esa conducta.
Entre los ponentes y quienes de parte del público intervinieron, nadie dijo o planteó nada concreto por hacer. Sólo se limitaron a lamentarse y pedir que el gobierno indexe el salario. No hubo la clásica pregunta ¿qué hacer? Aquella formulada y respondida por Lenin en un libro con el mismo título, acerca del cómo abordar la coyuntura; la relativa a la estrategia y la concepción de partido o movimiento. Lo que no implica que uno con lo que allí se formula esté totalmente de acuerdo, sino aludir simplemente lo formal, lo necesario, plantearse, discutir lo relativo a cómo enfrentar lo que allí se ventiló con los instrumentos y la fuerza de la clase
Pese se planteó la importancia de la defensa del salario, como expresión concreta de la lucha de clases, en lo que todos parecieron estar de acuerdo; pero todos parecieron compartir la errada idea, que sea el Estado, específicamente el presidente, quien determine cuánto debe ganar un trabajador y cuándo deben producirse esos aumentos. Se dice en lenguaje coloquial, "quien calla otorga".
Es esto otra evidente confusión. Pues parecieran estar conformes con dejar todo sujeto a la indexación del salario al Petro, petróleo u oro, que sea el precio de esas "mercancías", la que determinen el correspondiente a la salarial. Y la decisión sea una simple concesión o derecho presidencial. Los más audaces hablan de una escala móvil de salarios, que no es muy distinta a lo de la indexación y pocos de la defensa de la contratación y la persistente lucha y movimiento de los trabajadores por este derecho. Como que no es cosa de pedir o rogar, sino de exigir los derechos.
Parecieran entonces estar de acuerdo en que, "con eso", la lucha de clases queda exterminada. Sería sólo necesario un simple trámite burocrático, que también debe cumplir el gobierno para que la "clase obrera vaya al paraíso". Estaríamos entonces en una sociedad socialista, pese el mismo discurso, en otro instante, diga lo contrario.
Y esto pareciera estar muy acorde con aquello que todo el tema salarial, la vil explotación de la cual somos víctimas los trabajadores, en beneficio de un pequeño círculo clasista, está sujeto a un Banco Central que está alzado contra el gobierno y sólo atiende a los dictados del gran capital.
En aquella reunión, como en el país casi todo, salvo algunas almas en pena, casi nadie se toma el trabajo de reunir a la clase para reclamar, como le corresponde, por sus derechos. Palabras como sindicato, sindicalismo, sindicalistas y contratos de trabajo, no aparecieron en el discurso de ninguno de quienes allí estuvieron hablando de salario. Al parecer se conforman y esperan que el presidente se decida a alzársele al Banco Central y opte por anexar el salario a lo que sea necesario. Y hasta parecieran creer que hasta allí llega todo.
En el mundo de los trabajadores de la educación se vive una experiencia escandalosa que, pese serlo, nadie escucha. Es como si los ruidos o señales inherentes al tema viajasen por unas ondas o canales y el público estuviese pegado a otras u otros. O como si unos, los sindicalistas y el gobierno, hablasen por CANTV y los trabajadores del área, los primeros interesados en el tema, tuviesen la línea cortada, lo que es por demás abundante en Venezuela. Desde hace más de un mes, el gobierno y las federaciones de trabajadores de la enseñanza o educación, "discuten" un contrato de trabajo, por lo menos eso se dice, pero los trabajadores, los primeros interesados, nada saben acerca del contenido de ese contrato y menos cómo marchan esas discusiones. Todo quedará sujeto a los acuerdos entre las cúpulas. Y de esto nadie habla. Y de esa práctica y de los contratos mismos y la lucha que eso envuelve y demanda, nadie habló en este encuentro del cual vengo comentando.
Y en tal conducta están envueltos, tirios y troyanos, partidarios del gobierno y hasta quienes le hacen oposición.
Si bien es cierto el tema a discutir fue el salario, eso inevitablemente lleva a la pregunta trascendente de Lenin. ¿Qué hacer? Y nadie la formuló o todos, como yo mismo, que allí fui ya predispuesto a sólo escuchar, optamos por hacernos los locos para no "meternos en camisa de once varas".
Parece haberse impuesto, y esto es por demás peligroso, sin importar quienes gobiernen, entre "revolucionarios" la idea que lo "participativo y protagónico", impreso en la Constitución Bolivariana, sólo es letra muerta y que los discursos de Chávez, a quien curiosamente se le asume acríticamente, de manera formal, tanto que sólo nombrarlo desata aplausos ensordecedores, y como ni nada de lo relacionado con él es merecedor de revisión, también lo son. Es un contradecirse tanto y tanto que uno termina desanimado, enredado y con el escaparate al hombro.
No obstante, observo que en el mundo real, dentro del Psuv y fuera de él, sobre todo en aquel universo que por años vivió atrapado en la idea de tumbar al gobierno y esperar que los gringos nos invadiesen "para nos transportasen al cielo", empiezan a conectarse con la realidad, lo que en el caso de los trabajadores, implica desatar las luchas concretas y organizadas masivamente. Pues sin importar donde uno se halle y cuales sean nuestras preferencias, es contrario a la lógica que los trabajadores dejen sus asuntos vitales en manos del Estado, pese uno perciba que, entre quienes le conforman, predomina la mejor buena fe y hasta sean ellos de la gente de uno.