La gobernabilidad colombiana y venezolana, nos son diferentes cuando asumen una decisión para imponérsela al pueblo; ellos se sostienen sobre aprendizajes coloniales. Y debe ser así, ya que no huelen a pueblo, a emprendedores, a luchadores de campo, ellos no saben que es doblarse la espalda ante la empinada montaña. No saben del duro dolor para poder ascender en esta sociedad de consumo.
Para los días de febrero del 2019, el flujo de mercancías entre Colombia y Venezuela había variado, los productos colombianos se hacían más solidarios que los venezolanos, para aumentar el desespero del pueblo, el gobierno venezolano cerró la frontera, Bloqueó el paso de alimentos, inhabilitando los puentes, usados hasta ese momento como paso peatonal; aduciendo una posible invasión de mercenarios. Debido a los altos costos de alimentos en Venezuela, sus ciudadanos se arriesgaban a cruzar el Rio Táchira y Zulia, creándose un panorama de crisis humana, de miedo, de angustia y de valentía de algunos padres, que atreviéndose a exponer su vida se lanzan a cruzar por trochas, caminos verdes y cloacas del Rio Táchira. Cada uno de los que cruzamos las trochas, nos convertimos en la máscara de las elites, las grandes procesiones de los necesitados, hace que el pase de la droga sea borroso, En la mayoría de los casos, se dan trochas cortas, colocadas a menos de 100 metros de los puestos de La Guardia Nacional, a borde de las calles de la ciudad de San Antonio, pero cuando venía algún General, los guardias prohibían o prohíben esos pasos benévolos y lanzan a los caminantes, por largo transepto, para satisfacer los elementos mediáticos e información necesaria para Miraflores; quedando Miraflores contento con lo que ve o le muestran sobre la inviolabilidad del territorio.
El territorio que nos quitó Francisco de Paula, es muy rico en trochas. En palabras del General venezolano, Suárez Chourio, establece que en el país hay "paramilitares colombianos", y la frontera ha sido durante años un canal abierto al delito y al crimen organizado. (EFE | PUBLICADO EL 26 DE AGOSTO DE 2017).
Entre los canales abiertos y trochas, podemos describir un sin número de ellas: el sector del Vallado- La Laja, o el sector Los Negros, vía de La Popa- La Rusia, la cual es una de las trochas más discutidas y defendida por los paracos, por allí se pasa sin necesidad de tocar el agua del río; Hay una, que es amplia y está pavimentada, como es el caso de la conocida ‘Pika de dos’, una ruta controlada por ‘Los Pelusos’, por allí pasan cientos de carros todos los días. Luego hay otras trochas de menor valía: La trocha de Guarumito y sus anexos; La Mulata con su carretera al borde del Río Táchira y Boca de La Grita, ubicada frente a Puerto Santander, área catalogada, por las autoridades colombianas y venezolanas, junto con el pueblo de Tibu, de ser el sitio de mayor pase de droga hacia los Estados Unidos, denominada la Ruta de Tibu, la cual recorre los sectores de: La Llana, La Silla, Agua la Sal, Agua Clara y Puerto Santander, para luego continuar: Boca de La Grita, Orope, Puente Venezuela, hasta cualquier puerto o aparcadero del Lago de Maracaibo y, al igual que en la 1600 y 1700, toman rumbo a los Estados Unidos y Europa.
En febrero del 2019, debido a la necesaria demostración por parte del ejercito de La Guardia Nacional en tratar de mostrar su eficiencia en seguridad de frontera, pusieron a caminar en larga travesía por las calles del pueblo de San Antonio, cientos de venezolanos que esperaban cruzar el río, para el cobro de remezas y compra de alimentos. La trocha "del ambulatorio", ubicada a menos de 100 metros de la Guardia, fue intempestivamente cerrada, ya que estaba por allí un General y ante las cámaras televisivas no podía verse tal procesión de dolor. La opción de todos los que habían hecho el enorme esfuerzo desde las diferentes aldeas y ciudades de los andes, era seguir el ofrecimiento de los "trocheros" y, esta, era la trocha de la muerte, ubicada al este de la ciudad de San Antonio.
Luego de cruzar frente al puesto de la Guardia Nacional, cruzamos las calles de San Antonio del Táchira, hasta toparnos con un matorral xerofítico.
Como zona xerofítica, el camino es seco, polvoriento en esta época, árboles pequeños de no más de dos metros adornan el transitar del miedo. La Guardia Nacional se concentra resguardada alrededor de la aduana, no se ve un soldado, policía en el camino, que pueda proteger a la gente que en procesión busca el río. Esa procesión, al entrar a campo abierto, se ve de pronto interceptada por un grupo de jóvenes, 18 a 30 años, los cuales manipulan el terror, el miedo, la angustia, la incertidumbre de las familias que se atreven.
Estos, ya no son los jóvenes amables, que en las calles de San Antonio te ofrecen, llevarte por 3 dólares al otro lado, de repente, se metamorfosean y en todo el camino, te gritan, desafían con sus caras de agresividad, agresividad que aumenta por la pasividad y sumisión de los que marchamos en una procesión, en donde quedarse quieto o morir es la alternativa. Este Cuatro de febrero, día que yo cruce la frontera, los grupos para aumentar la zozobra y la cota, trancan una trocha y abren la otra; por aquí no se asoma el zorro, ni chapulín colorado para protegernos, ningún miliciano y menos él protector.
Cuando uno hace un evento deportivo acá en San Cristóbal, debido a la concentración de gente, se pide la colaboración de las autoridades, para seguridad y resguardo de los participantes. Acá en la frontera a media cuadra de la Guardia Nacional, a cuadras de grupos del ejército, miles y miles de venezolanos están a la merced del hampa y las autoridades, posiblemente por falta de direccionalidad, no mueven un dedo para ver, saber que ocurre allí.
Cuando nos ponen las trochas como alternativa, para ir o para venir, unas el gobierno colombiano, otras el venezolano, les cuento, que allí dan cabida al especulación, terror, angustia y peligro de muerte de una población que busca rendir los bajos salarios y altos costos de alimentos acá en Venezuela, pero lo más importante le dan vía libre al delito.
Aun en este caminar necesario, como elemento metodológico, no puedo contar lo vivido cotidianamente por el común de los ciudadanos, ya que no puedo aun percibir con justa percepción lo que vive cada hombre y mujer de mi frontera difusa.