Por más que te enterraron en cripta con mil llaves
En la yerta parálisis de las claudicaciones
Allá va tu acero buscando quien te empuñe
Y tu filo esplendente como una cordillera
Es la brújula nuestra que señala hacia el alma:
La espada de Bolívar nunca estuvo dormida.
Allá aguza su insomnio de metal pensativo
Su lengua mineral de vértigo y delirio
Templada en el volcán del dolor de los pueblos
Espanto de magnates y testas coronadas
Enclavada en la cruz de países vendidos
La espada de Bolívar entre bosques talados
Las tierras arrancadas a sus libertadores
Los indios regresados a sus encomenderos
Los metales vendidos por el precio de Judas
Los esclavos uncidos de nuevo a sus cadenas
Los salarios del hambre sazonados con miedo
Órganos y conciencias vendidos o alquilados
Los recursos preciosos cedidos por gerentes
Según leyes infames que dicta el extranjero
Y sentencias foráneas que escribe el juez ajeno
Los tahúres ofician en garitos de lujo
El inicuo evangelio del provecho y la usura.
Todo es ajeno, todo
Las piedras y las almas están hipotecadas
El empréstito pesa cual loza funeraria
Lo que fueran las patrias son zonas de inversiones
Sembradas de mabiles y bases militares.
La espada de Bolívar susurra juramentos
Su hoja de relámpago es espina enclavada
En el tumor doliente del alma avasallada
Caminemos tu arista de la desesperanza
Medida de las tallas, peso de las conciencias
Sin quebrarte resistes que te invoquen canallas
Hierro forjado en sangre, sangre forjada en alma
Alma forjada en penas y agobios seculares
Tu amarga punta queda cuando se pierde todo
Y el mundo es un desgarro de penas incurables.
Nunca compres esclavos, no sabes si en sus almas
Se forja el hierro puro de extinguir propietarios
Nunca te rindas, nunca
Cada mano que estrechas puede ser una espada
Cada espada que estrechas puede ser un hermano.
Bendita sea tu esgrima trepidante
Tu lenguaje de yunque que repica latidos
Espada de Bolívar, destruye nuestra calma
Pregonera del alba, partera del tumulto
Capitana de mártires en tierra ensangrentada
Roturas en las carnes los surcos del futuro
Después que hasta el recuerdo nos ha sido vetado
No nos perdones nunca, centella arrebatada
Frontera de destinos, incendio, llamarada
Extingue nuestras culpas, traiciones, cobardías
Sobre el cuerpo doliente de Patria masacrada
Abandonarte a ti es abandonarnos
Madre feroz del ser martirizado
Hilo del infinito que teje los destinos
En la herida del alma llevamos una espada
Que para liberarnos debe ser liberada
En la bóveda hueca de voces opacadas
Habrá un fulgor unánime:
Alerta, que ilumina
Alerta, que camina
Alerta, que fulmina
Alerta, que domina
La espada de Bolívar
En América Latina.