Por la televisión nos enteramos que el embajador estadounidense, Charles Shapiro, organizó en su residencia un sainete para ridiculizar al presidente Chávez, con motivo de la celebración del Día Mundial de la Libertad de Expresión.
Ante esta visión que nos ofreció la pantalla chica, uno se convenció definitivamente que mister Shapiro ha perdido la noción de la categoría diplomática por andar en guachafita, en contubernio con la oposición.
Por entenderlo así, no vamos a hablar sobre si la comedia chapucera fue o no irrespetuosa contra el primer mandatario nacional. Pensamos que la gozada que el embajador compartió a diente pelao con la oposición mediática, integrada por periodistas y la gente de los medios, es lo de menos, que no es para tanto. Siendo benévolo, uno lo entiende, con todas sus implicaciones, como parte de los reality shows del mundo de la política que estila realizar EEUU cuando un mandatario no es de su agrado.
Lo que sí nos inquieta, es que mister Shapiro, “sin querer queriendo”, porque ahora debemos reducirnos al modo de hablar de las comiquitas para poder referirnos al embajador estadounidense, se ha ido convirtiendo en un chiste. Y esto sí que nos parece que debe llamarnos la atención.
Tal vez, la culpa de que la errática actuación de mister Shapiro se haya convertido en una cuchufleta, en una chanza, en una jocosidad, en una chocarrería, se la debe a la cuerdita de la oposición massmediática y torpe con que suele apandillarse. Y es que mister Shapiro, al organizar este acto impropio de un diplomático, hace alarde de un tropicazo y una ordinariez sin límites, digna del mejor alumno de Felipe Mujica.
La oposición venezolana, por su lumbago mental y falta de seriedad política, ha ido convirtiendo a mister Shapiro en un hazmerreír, en un actor cantinflérico, en una mala versión de Viruta y Capulina.
Mister Shapiro, quien ha participado en varias conspiraciones contra gobiernos latinoamericanos y centroamericanos, ha tenido que adecuarse a una oposición que es pura mamadera de gallo, que ha optado por la burlita cansona de las marchas y la bailoterapia, como su única táctica y estrategia conocida para optar al poder.
Durante el último año, Mister Shapiro -igual que la oposición venezolana-, ha demostrado no tener miedo a meter la pata, porque desde hace tiempo han estado metiendo ya la pata a juntadillas.
Recordemos el golpe del 11 de abril de 2002, cuando la oposición cantó victoria, mister Shapiro, en una bufonada precipitada, saludó eufórico la fracasada Carmonada. Para apoyar esta guasa antidemocrática, Shapiro hizo pasear por Fuerte Tiuna y La Orchila agentes norteamericanos y Estados Unidos fondeó un destructor en el mar territorio venezolano. Para demostrar su falta de mesura y reafirmar su visión jocosa de la política, la oposición llamó a este golpe de Estado con el seudónimo de vacío poder.
Pero como la oposición es disparatada en sus ideas y postulados, un año después de los sucesos de abril, el general Carlos Alfonso Martínez, uno de los protagonistas del 11A, reconoce ante la Sala Plena del TSJ que ese día si hubo golpe de Estado y que Carmonita es un golpista que se alzó con el poder. Se dan cuenta que la oposición es una sola guachafita.
Otro ejemplo de que la oposición se ha convertido en un bastión del sainete, es la tramoya que montaron durante el paro de diciembre a febrero. Todos las tardes, en su parte de guerra, Carlos Ortega, Carlos Fernández y Juan Fernández, glosaban la salida de Chávez, pero al final quienes terminaron saliendo del país fueron ellos. ¿Quién explica la burla del final de este chiste oposicionista?
Después de tomar la iniciativa de presentar un show antichavista en su residencia, mister Shapiro demostró que ya no quiere ser el chaperón de la oposición, sino que aspira convertirse en su máximo líder, en el mejor payaso del circo, en la versión gringa de Shapirito, el Chévere.
Eso sí, antes Mister Shapiro está obligado a nacionalizarse venezolano. Además debe aprender los chistes del Conde del Guácharo, asimilar la capacidad de gesticulación de Joselo, el hablar con la gracia de Ruyio, acuñar el peso de Chuchín Marcano, asumir la estampa de Julián Pacheco, tener la picardía de Charly Mata, poseer la galanura de Popy y gozar la populachería de Malula, si es que quiere llevarse los aplausos de toda la galería. Mientras no cumpla con estos requisitos, mister Shapiro, seguirá haciendo el ridículo como la oposición.
No cabe duda, que mister Shapiro cada día actúa como sus amigos de la oposición. Ahora, del mismo modo que Ortega dijo que el paro petrolero se le escapó de las manos, Shapiro pide disculpas por el sainete que presentó en su residencia. No podemos aguantar la risotada que eso nos dá. Ahora si es verdad que nos hizo reír Shapirito, el Chévere.
Para que no quede totalmente frustrado, le proponemos a Guillermo González que, a partir de ahora, Shapiro sea el animador oficial del programa, ¿Cuánto vale el show?
Esta nota ha sido leída aproximadamente 4651 veces.