Estados Unidos vive las soledades de sus odios. Una sociedad sin paz cohabitada por enfrentamientos prolongados entre Demócratas y Republicanos mantiene en su territorio conflictos dilatados los cuales expresa fuera de sus fronteras.
Para pelear afuera hay que implosionar al país adentro. Esa es la fórmula que han mantenido sus guerras en Siria, Irak, odios sobre Rusia y China, sanciones contra Cuba y Venezuela. Inspirar su territorio a conflictos mayores. Norteamérica, una ciudad cercada con un entorno sin futuro que no sea otro que la guerra.
Sus aspiraciones no logran conseguir avances a menos que activen duros comentarios contra quienes imponen como sus enemigos. Para mantener sus guerras, enfrentamientos y conflictos en el exterior Estados Unidos debe abrir frentes internos muy duros.
Quienes hacen esto despedazan salidas sustituyéndolas por trances originados internamente y lo que no se soporta dentro de su territorio es trasladado hacia otros países. Aun cuando con fuerza es rechazado en muchas regiones corren por quienes fueron sus aliados anteriormente como Arabia Saudita, pero estos los enteran que no regresarán a su orbe así cambien sus inquilinos en la Casa Blanca.
Lo que ya está deteriorado en el Oriente Medio quedará así, zanjado. La oscuridad de buena parte del mundo poco a poco irá a tocar su puerta. El intempestivo giro de su aliado en el conflicto sirio inesperadamente da una vuelta de ciento ochenta grados.
Siria se esfuma de su control y entra nuevamente al lugar donde nunca debió haber salido, la Liga Árabe. Espacio diplomático en el cual Washington luchó por excluirlos. Las reuniones entre cancilleres de Siria y Arabia Saudita han llegado a sendos acuerdos, antes impensables y ahora darán suministros en ayuda humanitaria y cooperación para terminar con la presencia de grupos armados y rebeldes antigubernamentales. Igualmente presentan condiciones para quienes huyeron de la guerra y puedan volver a su país.
Un conflicto con más de una década donde ha sido clara la intervención de Rusia e Irán apoyando a Siria. Mientras Arabia Saudita y EE.UU. apoyaron a mercenarios provenientes de ochenta y ocho países. Pero esta fórmula cambió y se destrozó para sorpresa de EE.UU. los saudí dejaron de apoyarlos y detrás de esto está Rusia.
Esto no se da si Arabia Saudita e Irán por intermedio de China no se unen lo cual inquieta aún más a Norteamérica. Pero el inicio del deterioro de relaciones comenzó con los comentarios de John Biden tras el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi en el consulado saudí de Estambul. A partir de allí un imprudente Biden abiertamente y sin tapujos dijo que los iban a convertir en parias y luego fue hasta Riad para convencerlos que subieran la producción de petróleo y bajarán su precio.
Arabia Saudita no va a perdonar tamaña imprudencia y está decidida a contribuir en una zona donde se reduzca la presencia de EE.UU. aunque esto parezca imposible. Ahora será China quien compré el mayor número de crudo a Arabia Saudita. El mundo se pone a favor de Rusia y rechaza las sanciones del Norte.
Es claro que EE.UU. no quiere la pacificación de la región y la OTAN regional de los países árabes va al traste mientras bloques divididos entre sunitas y chiitas superan sus diferencias.
Se acabó la fórmula de dividir al Oriente Medio para saquear sus recursos y desde Asia occidental beneficiarse, ya hasta su guardián Israel puesto para intensificar la guerra podría tener sus días contados.
Aun cuando las partes están advertidas de un EE.UU. dispuesto a desatar más guerras las cuales puedan originar a la zona como el gran perdedor, ya no podrá encaminar como antes a sus nuevos enemigos, pues estos están enfilados, pero a favor de la Federación Rusa, quedando la fuerza de Israel débil para obligarla a desatar la contención militar contra los nuevos enemigos.