Permítanme mis lectores, antes de iniciar la publicación de este trabajo que saldrá por partes, referirme a dos asuntos muy particulares.
En primer lugar quiero manifestar mi dolor por la muerte de quien fue mi amigo desde los años juveniles, de cuando dentro de AD compartimos luchas y sueños destinados a "tomar el cielo por asalto" y fundamos para eso el MIR. Me refiero a mi amigo de siempre, pese algunos distanciamientos y percepciones diferentes. Me refiero a Julio Escalona, de cuya muerte supe ayer tarde, mediante una llamada de Etanislao González. Rindo honores a Julio por su indoblegable disposición de hacer lo mejor por Venezuela desde su particular visión de la vida y la historia.
En segundo término, quiero agradecer a mí también amigo Juan Veroes, por su artículo, colocado ahora en Aporrea, titulado "Eligio Damas a punto de pasar al salón de la fama", en el cual hace alusión a mi aproximación a los 3000 artículos sólo en ese medio, ya que con este llego a los 2992. Por supuesto, eso no incluye un poco más de un centenar publicado con seudónimo en el mismo medio, otros centenares en la prensa regional antes del 2007, cuando comencé a publicar en Aporrea; decenas de cuentos, ensayos, narraciones cortas y siete novelas, de las cuales 3 han sido publicadas.
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Por mis observaciones durante años, desprendido de los inconvenientes que suelen causar los sentimientos, como aquello envuelto en la frase "con la familia con razón o sin ella", he hallado en el proceder de Chávez como gobernante, algunas similitudes con el de Pérez en su primer gobierno, aquel de la "Gran Venezuela". Para Chávez, después del gobierno "breve" de Carmona, significó la etapa del "socialismo del siglo XXI", con tanto impacto y capacidad para despertar sueños y hasta generar fingidas actuaciones en mucha gente, que todavía hay ilusos, inocentes y hasta hipnotizadores y fantasiosos que siguen en la idea que en eso andamos.
Comenzaré por reconocer que, antes que Chávez hablase del "Socialismo del siglo XXI", sobre lo que comenzó a hacerlo después del año 2002 y con posterioridad al muy original golpe de Estado de Carmona Estanga, antes, otros personajes, habían usado ese calificativo o "slogan".
Antes, por ejemplo, ya a mediados de la década del noventa del siglo pasado Heinz Dieterich, lo había usado para referirse a un modelo distinto al soviético y cubano, donde el Estado no ejerza la supremacía, tanto en el manejo o control absoluto de la propiedad de los medios de producción como sobre los entes que deben dirigir, tomar decisiones y el proceder de la multitud o lo que es lo mismo el control de la gente misma.
No tocó Dieterich, el rol y naturaleza del partido porque a los economistas y sociólogos, tal tema pareciera serles ajeno,
Otros tantos, esparcidos por el mundo, incluyendo Venezuela, habíamos venido hablando de un partido revolucionario que tomase en cuenta la opinión del colectivo, no sólo de sus generales deseos o aspiraciones culturales, los incorporase en sus programas de lucha en la misma medida que fuesen concebidos, sino que fuese sólo el guía y hasta recolector de todo eso, más no el creador y menos el impositor, auto asignándose su dirigencia la competencia de "totalizador", como habló Jean Paul Sartre de la dialéctica. Para decirlo de manera más simple, que eso que se estampó en la constitución vigente, de lo participativo y protagónico, se hiciese realidad a través de los mecanismos pertinentes. Implica todo eso, olvidar la idea de la vanguardia heroica, sabia, infalible y del líder endiosado y sobrenatural con todos los poderes, hasta encerrado en un cubículo o espacio inaccesible como el cielo, permitirle al pueblo, sobre todo guiarle a identificarse consigo mismo y sus deseos, dentro o fuera de los partidos, en todos los espacios, para que comenzase a tejer sus sueños y virtudes.
Ante eso surgió aquella manifestación contraria al "hiperliderazgo", de la cual fueron autores gente como el español José Luis Monederos y Vladimir Acosta.
Todo lo anterior implica también la idea que el mundo marcha según determinadas circunstancias, como relaciones, valores culturales, formas de relacionarse que difícilmente pueden cambiarse con la prontitud que creen las vanguardias heroicas. El pueblo es quien está destinado a cambiar todo lo que le es inherente, en la misma medida que aprende, construye y organiza nuevas formas, sin negar que los partidos, no "el partido" y otras formas de organización tienen importantes roles que jugar.
En los primeros años de su gobierno, Chávez, según su discurso, puso énfasis en lo que llamó "el pago de la deuda social", se refería a una sociedad o país, donde miles y miles de millones de dólares, provenientes de la renta petrolera, propiedad de la nación, habían terminado en el despilfarro, en los bolsillos y cuentas de las clases económicas dominantes, la interna, esa misma que los adecos habían venido llamando parasitaria, porque en lo fundamental sólo se dedicaban a gozar de préstamos del Estado, de lo proveniente de la renta petrolera, sujetos a pagos de intereses irrisorios, para importar cachivaches, depositarlos en cuentas en bancos extranjeros o invertirlos en negocios afuera y la externa, la inherente a los capitales extranjeros. Sin dejar por detrás a funcionarios de gobierno que gozaron de las mismas prebendas y hasta vulgarmente robaron al Estado.
Para Chávez, según su discurso inicial, en buena medida fundamentado o aderezado con pensamientos tomados del "Oráculo del Guerrero", breve libro del chileno Lucas Estrella, su propósito fue revertir la forma de invertir el ingreso petrolero de manera que los pobres, un universo inmenso y que está compuesto por gente con diferentes actitudes y disposiciones, recibiesen su compensación, según él, correspondiente, una como original y extrapolada interpretación de lo expuesto por Marx, "a cada quien de acuerdo a sus necesidades y de cada quien de acuerdo a sus capacidades", pero sin atender que eso sería posible cuando la sociedad hubiese "alcanzado el mayor desarrollo posible de las fuerzas productivas", lo que implica también el crecimiento de las cualidades humanas y en base a eso su participación y aporte.
Por disposición constitucional, desde la primera Carta Magna de 1811, todo lo que contenga el vientre de la tierra es propiedad del Estado, como lo son las tierras, el agua y la vida, vegetal y animal, que antes fueron de los primeros habitantes y que el proceso de conquista otorgó a la corona española; por eso se habló de la "propiedad realenga" o del Rey. El colonizador fue premiado por la autoridad española a ejercer la propiedad de determinados espacios, más no lo que estaba bajo la superficie. Como tampoco se entregó o cedió todas las tierras y, por eso, estas abundaron como el ganado y la vida animal "realenga".
En el lenguaje coloquial la palabra "realenga", terminó en cierto modo, significando "de nadie", de todos o mejor de quien lo agarrase, como el ganado y el animal de cacería que sale de un espacio a otro sin marca ni hierro. Pero donde aparezca petróleo u oro, por sólo mencionar esos dos, el Estado hace uso de la vieja disposición, de los tiempos coloniales, establecida en la Constitución del año 18811 y repetida con justicia en las posteriores. Por eso, el petróleo, que ha sido la base del ingreso nacional, desde hace una buena cantidad de años, se mantiene como propiedad estatal y en consecuencia de todos los venezolanos.
Por supuesto, todo eso en teoría y en eso que llaman "el deber ser". Pues los ingleses y norteamericanos, mediante las concesiones otorgadas por nuestros gobiernos para extraer el petróleo, se llevaron y siguen llevando "los huevos de oro" y también las gallinas, dejando lo realengo en los archivos del pasado. Pues al otorgarle la propiedad al Estado, en sus inicios al rey de España o al régimen monárquico y luego a los regímenes de distinta naturaleza a ellos, se le estaba concediendo el derecho a usufructuar sin discreción de sus beneficios a las clases que dominasen la sociedad y en consecuencia al Estado. Por eso, los beneficios del petróleo, desde los inicios de su explotación e incluso hasta llegar a la nacionalización y con posterioridad, sólo han terminado en manos de las clases dominantes, sin importar cómo se llame quien ejerce como primera figura del gobierno. Los corruptos de ahora, de estos tiempos largos, son una muestra de esa apropiación indebida, pero eso sí, sólo de la manera más vulgar, como quien atraca a alguien para vaciarle la cartera y no digo a un banco, porque los bancos o los banqueros son atracadores de cuello blanco.
El romántico Chávez que llega a Miraflores habiendo sostenido una campaña bajo las ramas de "El árbol de las tres raíces", que eran las figuras de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora, luego ganado por el "Oráculo del Guerrero", se siente tentado para distribuir la renta petrolera de manera "distinta", creencia como inocente suya, pero sin duda llena de buena fe, a como lo habían venido haciendo las clases dominantes a través de sus gobiernos, y esta fue pagar al pueblo la deuda que con él se tiene, por no haber recibido nada o muy poco, de lo que le corresponde como propietario de lo que estaba en el fondo de la tierra y más todavía en las tierras "realengas". Pero del barinés, aquel bello intento o gesto generoso, siempre bajo la idea heroica e idealista que, sólo basta con la buena fe y la decisión de un hombre o una vanguardia de santos y querubines, fue aprovechado por los factores de siempre para que la renta terminase deslizándose por el mismo conducto.
Es verdad que cuando Chávez llega al poder, el país sufre los duros efectos de varios años transcurridos, después del primer gobierno de Pérez, de la llamada "Gran Venezuela" y "Venezuela Saudita", aquella del "ta`barato dame dos". Años de despilfarro, de derroche, dinero mal invertido, malversado por los gobernantes y las clases dominantes, las parasitarias, incluyendo al mismo primer período de Pérez, bajo la falsa idea que se estaba construyendo una vida futura llena de holgura a los trabajadores y los pobres de siempre, pero "dueños de la renta petrolera". Vale la pena recordar que en ese momento el valor del petróleo en el mercado mundial, dada la inoperancia de la OPEP, pues sus integrantes habían olvidado el fin de la organozación y competían salvajemente entre ellos, manipulados por los compradores, especialmente EEUU, había llegado a límites miserables. Si mal no recuerdo, el lector puede constatar en las redes, el precio del barril estaba en 7 dólares.
Pérez, en su segundo período, asumiendo el poder en un país quebrado, endeudado y con precios irrisorios del petróleo en el mercado internacional, opta como Lusinchi, a recurrir al FMI, el cual le impone condiciones leoninas, nocivas hasta lo inhumano contra el pueblo y los trabajadores todos y por haber ganado las elecciones de manera holgada, dado el prestigio del cual gozaba por su primer gobierno, no duda en firmar aquello que desatará, casi en lo inmediato, el "Caracazo" y el hundimiento de su prestigio.
Es digno de leer la nota siguiente que forma parte de un trabajo que puede leerse mediante el siguiente enlace
"https://nuso.org/articulo/venezuela-la-vuelta-de-carlos-andres-perez/
"El resultado de las elecciones venezolanas del 4 de diciembre de 1988 [[1]] no deparó mayores sorpresas a los analistas políticos que habían seguido de cerca los acontecimientos del proceso electoral y de la campaña. Carlos Andrés Pérez, primer mandatario entre 1974 y 1979, ganó la presidencia con el 54.6 por ciento de los votos, con una cómoda ventaja de 12.8 por ciento sobre su más cercano contendor, Eduardo Fernández del Partido Socialcristiano COPEI, alcanzando la polarización bipartidista en la escogencia presidencial un nuevo récord de alrededor del 95 por ciento. Acción Democrática (AD) perdió, en cambio, su mayoría absoluta en ambas Cámaras del Congreso Nacional, al obtener un 43.8 por ciento de los votos (frente al 49.97 por ciento en 1983), mientras COPEI obtuvo, con el 31.43 por ciento, tres puntos más que en las elecciones anteriores. La izquierda no socialdemócrata del Movimiento al Socialismo (MAS), fusionado desde mediados de 1988 con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), aumentó su votación en tres por ciento, y casi duplicó así el número de sus diputados (de 11 a 20), logrando superar por primera vez la mágica frontera de diez puntos y obtener una senaduría directa, más dos por cuociente electoral, como en elecciones anteriores".
Los resultados de los cuales habla la nota anterior, se explican porque, buena parte del universo pro izquierdista, votó a favor de Carlos Andrés Pérez, dada su política en el primer gobierno, mediante la cual no sólo se "intentó" construir "La Gran Venezuela", la del "ta`barato dame dos", sino por el carácter que habían tomado las relaciones con el gobierno cubano. Pero esos factores ajenos a AD se guardaron el voto pequeño, el del Poder Legislativo para sí y de esa manera formar sus fracciones en este espacio, lo que tendrá luego un resultado para algunos todavía "inesperado".