Marx, con su obra “El Capital”, demostró que los economistas, por lo menos los que ejercen su profesión procurando su exclusiva y altísima remuneración, piensan más en el billete que en las necesidades del pueblo, centran más su análisis en la particularidad que en la globalidad, reflexionan más sobre los números de su propia cuenta bancaria que en las realidades que producen los estallidos sociales; buscan más las culpas de crisis en el adversario político que en la objetividad de los factores económicos; piensan más en el bienestar del amo que en las prioridades del conjunto social; les importa más atinar en las cosas pequeñas que fallar en las grandes; se dedican más a marcar el paso que andar el camino; les agrada más repetir escuálidas abstracciones que ir a la profundidad de las causas que generan las situaciones concretas; confunden más a la patria con los intereses de los amos del capital.
Compran en el mercado –siendo también víctimas de la especulación- y exoneran al capitalismo de esa práctica tan cotidiana y perversa que reduce la capacidad adquisitiva del salario real echándole la culpa al gobierno de turno; el 31 de diciembre –vaciando una tras otra las botellas de etiqueta negra- vaticinan el porcentaje de elevación ‘exacto’ de la inflación del próximo año, como si las circunstancias nunca cambiaran y como si la historia fuese el resultado de un línea siempre recta; caracterizan el éxito de la industria por la cantidad de mercancías que producen sin importarles la calidad de las mismas; precisan en la inversión del monopolio foráneo en la economía de otros países como la fuente del bienestar de los pueblos sin que en sus análisis se mencione la rapiña y el saqueo como principio rector de la economía imperialista; invocan más a la propiedad privada como la germinadora del desarrollo social que a técnica como el resorte principal de aquel; ven el nacimiento de los antagonismos sociales en la política dejando de lado las contradicciones económicas como causas esenciales de los mismos; nunca nos dicen nada de que la fuerza y la estabilidad de los sistemas se miden por el rendimiento relativo del trabajo y no por la privatización de los medios de producción.
Siendo los factores de la economía los determinantes –siempre o en última instancia- en la lucha de clases, entendiéndose ésta como la locomotora de la historia, tiene que llamarnos la atención esa cosa que llaman “Bolsa de Valores”, donde unos poquísimos fanáticos levantando manos, pegando gritos, mirando siempre hacia arriba donde está colocada una pantalla gigante de números, bien trajeados y encorbatados, sin hambre física pero desbordados en el ansía de la obtención de riqueza particular sin mucho joderse, en nombre de patria y de la libertad de decidir destino de otros, venden o compran acciones de sociedades o compañías anónimas, como también de bonos públicos y privados, certificados, títulos de participación y múltiples instrumentos de inversión, y ‘qué’ atendiendo a la demanda de sus clientes, pero donde ninguno de esos poquísimos toma en consideración, para realizar sus operaciones financieras, a los muchísimos ‘bolsas’ que viven en la gran “bolsa” de la miseria social. Sépase que la Bolsa de Valores es una organización privada, donde la opinión pública no tiene vida.
Los sabios de la economía capitalista nos dicen que la Bolsa de Valores fomenta el ahorro y la inversión a largo plazo, fortalece el mercado de capitales e impulsa el desarrollo económico y social de las naciones donde existe. Los que participan en la Bolsa no son propiamente los bolsas sino los demandantes de capital –empresas, organismos públicos o privados y otros-, los aferentes de capital –ahorradores e inversionistas- y los intermediarios. Quienes hacen negociación en la Bolsa de Valores se denominan corredores, agentes, comisionistas u otros términos apropiados a las actividades del mercado primario y secundario de transacción y colocación de emisiones de renta variable y renta fija. ¿Qué carajo conoce el pueblo o le interesa de esa terminología de ricos y amos privados de la economía?. Por cierto, en Cuba no existe la “Bolsa de Valores” y ha sabido sobreponerse a todas las malas intenciones del bloqueo económico ejecutado por el imperialismo más poderoso y atroz que haya conocido la historia humana: el estadounidense.
En verdad no sé cuánto de cierto haya en las cosas que se dicen sobre el papel que juega la “Bolsa de Valores” en la economía del mundo –en general- y de las naciones –en particular-. Simplemente voy a citar una idea de Engels desarrollada en una carta a Conrado Schmidt con fecha del 27 de octubre de 1890, para que algunos economistas que en verdad plantean el socialismo nos digan algo al respecto y podamos tener conocimiento de ese monstruo –a mi juicio- más subjetivo y tramposo que otra cosa- que diariamente habla de economía como si las palabras fuesen suficientes para determinar el curso de la historia humana. Engels dice: "Züricher Post" («Correo de Zurich»), periódico democrático… donde podrá aprender muchas cosas del campo de la Economía, sobre todo si no olvida en ningún momento la circunstancia de que Zurich es sólo un mercado de dinero y de especulación de tercera categoría, por lo que las impresiones que allí se reciben llegan debilitadas por un doble o triple reflejo o deliberadamente tergiversadas. En cambio, conocerá usted en la práctica todo el mecanismo y se verá obligado a seguir de cerca los boletines de Bolsa de Londres, Nueva York, París, Berlín, Viena, etc., todo ello de primera mano. Y entonces se le revelará el mercado mundial en su reflejo como mercado de dinero y de valores. Con los reflejos económicos, políticos, etc., ocurre lo mismo que con las cosas reflejadas en el ojo: pasan a través de una lente y por eso aparecen en forma invertida, cabeza abajo. Sólo falta el aparato nervioso encargado de enderezarlas para nuestra percepción. El bolsista no ve el movimiento de la industria y del mercado mundial más que en el reflejo invertido del mercado de dinero y de valores, por lo que los efectos se le aparecen como causas. Este es un fenómeno que ya he podido observar en la década del 40, en Manchester, donde los boletines de la Bolsa [517] de Londres no servían en absoluto para hacerse una idea del movimiento de la industria, con sus períodos de máxima y mínima, porque esos señores querían explicarlo todo a partir de las crisis del mercado de dinero, que, por lo general, sólo tienen el carácter de síntomas. En aquel entonces, de lo que se trataba era de negar la superproducción temporal como causa de las crisis industriales, por lo que todo tenía un lado tendencioso que movía a la tergiversación. Actualmente, cuando menos por lo que a nosotros respecta, este punto ha sido totalmente liquidado; añadamos a esto el hecho indudable de que el mercado de dinero puede tener también sus propias crisis, en las que los trastornos directos de la industria desempeñan únicamente un papel secundario, si es que desempeñan alguno. Aquí queda aún mucho por aclarar e investigar, sobre todo en la historia de los últimos veinte años”.
Escribo sobre la “Bolsa de Valores”, porque he observado que con su resultado de un día los amos del capital pretenden meterle un miedo espantoso a la gente diciéndonos que un régimen de país se derrumba, sencillamente, porque una acción de un determinado factor económico se ha venido abajo como ‘causa’ de una acción política a favor, precisamente, de un pueblo. Y como los pueblos no conocemos de la “Bolsa de Valores” ni tenemos vela en ese velorio, alguien que esté verdaderamente de nuestro lado nos explique en idea sencilla el papel de la misma. Es todo.