Injustamente jóvenes madres mueren tras las trampas de bombardeos que caen desde Israel. Mientras una nueva e inclemente sequía azota con más fuerza a diferencia de años anteriores en las regiones de Kenia. Tras esta razón millones de mujeres y niñas están atrapadas en otra forma de pobreza extrema: la indiferencia.
Muy pronto para el 2030 una de cada cuatro mujeres y niñas no tendrán comida. Serán trescientos cuarenta millones de ellas, el ocho por ciento de la población femenina a nivel mundial vivirán sumidas en la pobreza extrema. Pero aun nadie se atreve a llamar la atención sobre esta nueva locura universal.
Corregir al planeta ante este nuevo desastre será impensable sobre los intereses de muchos gobiernos. No hay compromisos inquebrantables, menos soluciones pasajeras, ni innovaciones, muchos menos colaboración en ningún sector o al menos en partes interesadas que logren tener al menos consenso para impedir que millones atraviesen por una nueva locura.
El daño a este género es tan monstruoso como las afectaciones por el cambio climático. Este último llevará a mediados de este siglo a casi ciento sesenta millones adicionales de mujeres y niñas, dieciséis millones más de niños y hombres se verán inmersos en estas situaciones de pobreza, apartados al menos de cualquier distancia de felicidad.
En el medio de esta laguna no se consigue al menos una tendencia global que predomine acuerdos para sacar a millones de este espiral. Hay un retroceso en el camino de la igualdad de género por lo menos hasta el 2030.
De los casi doscientos países existentes sobre el planeta sólo veintisiete de ellos cuentan con al menos una asignación presupuestaria a los problemas de género. Las niñas y mujeres afectadas por conflictos han aumentado y en solo un fin de semana inusual, más de un millón y medio de mujeres de todas las edades han entrado en conflicto de riesgo extremo tras las declaraciones y bombardeos de Israel.
De nada han servido las cifras del reciente año dos mil veintidós, donde un cincuenta por ciento más alcanzaron lo registrado en el dos mil diecisiete, es decir, más de seiscientos catorce millones de desamparadas.
Pero se estima que a nivel mundial ciento diez millones de niñas y mujeres no asistirán a la escuela, por lo menos no antes del dos mil treinta. La zanja entre lo laboral y sus ingresos es cada vez más difícil de cruzar. Por cada dólar que gana un hombre en ingresos laborales una mujer apenas alcanza la mitad de esto.
El sesenta y dos por ciento de mujeres en edad óptima laboral ocupan fuerzas de trabajo, esto en comparación al noventa por ciento en hombres que sí ocupan mejores niveles. Las cifras de desigualdad siguen siendo aterradoras. Para la próxima generación seguirá embargada la cruel realidad la cual ubicará en dos puntos y medio más de horas de mujeres utilizadas en labores de trabajo domésticos y cuidados sin recibir paga alguna.
El Mayor porcentaje, en cuanto a pobreza y violencia la llevan mujeres mayores. En una selección de ciento dieciséis países, apenas en veintiocho naciones, menos de la mitad tiene pensiones, esto representa menos del diez por ciento.
A mitad de camino al dos mil treinta, no estará garantizado para ellas al menos un objetivo de igualdad. Ningún indicador llega al nivel de meta cumplida. Aparte de voluntad se necesitan de manera inmediata no menos de trescientos sesenta mil millones de dólares para equilibrar este trasatlántico de desigualdades.
Dos mujeres mueren en la inmensidad de estos segundos, una bombardeada sobre Palestina y otra en las más elementales necesidades básicas tirada en una hambrienta calle. Las dos son niñas, las dos son madres…
Hasta más pronto…
Miguel A. Jaimes N.
18 octubre 2023
Dr. Miguel A. Jaimes N.
Hasta más pronto...