El factor ideológico de la lucha guerrillera en Venezuela

Los distintos factores integrantes del pacto de Punto Fijo (AD, COPEI, URD, burocracia de Estado, Fedecámaras, Confederación de Trabajadores de Venezuela, Iglesia Católica, medios de información, Fuerzas Armadas Nacionales, cuerpos de policía y sociedad civil), apoyados desde Washington, actuaron de una manera coordinada y permanente para imponer en la mayoría de la población una subjetividad pasiva que, en ningún momento, pudiera estar influenciada por la prédica revolucionaria de las diferentes organizaciones políticas de izquierda que existieron en Venezuela entre los años 60 y los años 90. A ello contribuyó la extracción petrolera, cuyos dividendos oscilaron entre la distribución y apropiación de recursos entre quienes gobernaban el país y la exigüa cantidad destinada al presupuesto nacional, gran parte de los cuales "desaparecían" en cada nivel de la estructura estatal, dejando a los sectores populares sin posibilidades de disfrutar a plenitud de los servicios públicos prometidos en cada campaña electoral por los gobernantes de turno. En este contexto, las fuentes ideológicas de estas organizaciones de izquierda serán tres, fundamentalmente: el marxismo-leninismo (representado inicialmente por el Partido Comunista de Venezuela), el maoísmo (entroncado con el marxismo) y el foquismo, tesis propagada por el francés Regis Debray, con base en las ideas expuestas por el Comandante Ernesto Che Guevara (predominante entre los grupos que impulsaron la lucha armada en choque con la posición del PCV y el MIR de replegarse a la vida electoral). En medio de ellas, habrá expresiones de contenido nacionalista, bolivariano y socialdemócrata, conjugándose todo ello en la aspiración política y social de derrocar al régimen "democrático" imperante y establecer uno que verdaderamente cumpliera con los derechos y los intereses populares, muchos de ellos expresados en la Constitución de 1960. Las organizaciones guerrilleras del Partido Comunista de Venezuela (PCV) y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) enarbolan las banderas de la liberación nacional y del socialismo, agrupándose unitariamente en el Frente de Liberación Nacional (FLN) y las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). Sin embargo, sus actuaciones y decisiones difieren mucho de los propósitos de esta unidad. A la luz de los hechos desarrollados en esta época se evidencia que no hubo una coherencia entre todos que pusiera en grave riesgo la estabilidad del régimen instaurado bajo la advocación del pacto de Punto Fijo, lo que dará origen a una serie de organizaciones subversivas que, tras alguna duración, serán liquidadas por los entes de seguridad del Estado, a través de la práctica del terrorismo de Estado que, desde entonces, será algo común, según los cánones de la Doctrina de Seguridad Nacional elaborada por Estados Unidos para su aplicación en toda nuestra América, a fin de evitar el surgimiento de algún gobierno rebelde que amenazara sus intereses geopolíticos y económicos, a semejanza de Guatemala (bajo la presidencia de Jacobo Arbenz) y Cuba (bajo el liderazgo de Fidel Castro Ruz).

La lucha guerrillera venezolana se conceptuó entonces como una lucha antiimperialista y anticapitalista. En ella convergen la generación que se enfrentó a la dictadura del general Juan Vicente Gómez (básicamente, representada por la dirigencia del Partido Comunista de Venezuela) y la generación que, recién, había combatido a la última dictadura (representada, en un porcentaje significativo, por la juventud militante del partido Acción Democrática, ahora militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria). En medio de esta realidad, se gestan algunas acciones agitativas y reivindicativas similares a las producidas en Europa occidental por movimientos contraculturales y políticos, básicamente juveniles y estudiantiles. En tal contexto, el 30 de octubre de 1969, alegando que ello se hacía para desalojar a unos «francotiradores» que se hallaban instalados en el Gimnasio Cubierto, el presidente Rafael Caldera ordena el allanamiento de la Universidad Central de Venezuela (UCV) permaneciendo ésta cerrada hasta enero de 1971, con un puesto de control de efectivos de las Fuerzas Armadas de Cooperación (FAC) instalado en el Jardín Botánico.

La paulatina desmovilización y desmoralización de los diversos focos insurgentes, sumada a la sistemática represión y cerco de los diferentes cuerpos de seguridad del Estado de que eran víctimas, impuso la necesidad de generar estructuras legales o semilegales mediante las cuales se pudieran canalizar las luchas sociales, combinándolas con la acción militar urbana y rural, pasando a desechar, al mismo tiempo, el foquismo que habían seguido hasta entonces y la vía estrictamente electoral. Sin embargo, la limitada capacidad operativa de las distintas organizaciones que reivindican la vía insurreccional (sumada a los estragos causados por las deserciones, las delaciones, el encarcelamiento y las bajas de sus cuadros y colaboradores) incidirá en la adopción, en algunas de estas, de una línea que privilegiará el trabajo político abierto y legal frente a la actividad militar, sin que ésta fuera desechada por completo. En vista de que «la lucha armada no sólo marchaba con lentitud, sino que seguía desvinculada en lo fundamental del proceso de luchas populares», el Partido de la Revolución Venezolana (PRV) decide en 1969 implementar lo que llamó el Viraje Táctico.

La participación del PCV en los comicios de 1968 bajo la identificación de Unión para Avanzar (UPA) y su posterior relegalización como organización político-partidista en 1969 gracias a la amnistía general que decretó el gobierno de Rafael Caldera incidió negativamente en el sostenimiento de la lucha armada como fórmula para enfrentar las políticas antinacionales y antidemocráticas del binomio adeco-copeyano. En el MIR, por su parte, se produce un debate en torno a la participación o no en estos comicios, llegándose a plantear las opciones de no inscribirse en los registros electorales, de no votar o de votar nulo. Su situación interna, dividida en, por un lado, la Dirección Nacional, representada por Américo Martín, partidario de la participación en el proceso electoral; respaldado por Moisés Moleiro y el llamado Núcleo Principal de Dirección y, por otro lado, la comandancia del Frente Guerrillero Antonio José de Sucre (FGAJS) y la Juventud del MIR, las cuales, contrariamente, se apegaban aún a la línea de continuar con la lucha armada. Esto, finalmente, ocasionaría su división, surgiendo de su seno Bandera Roja, partido dirigido por Carlos Betancourt, Gabriel Puerta Aponte y Américo Silva; y la Organización de Revolucionarios (OR), el 15 de mayo de 1970, liderada por Julio Escalona, Marcos Gómez y Fernando Soto Rojas, dirigentes y combatientes del Frente Guerrillero Américo Silva, estructurada como tendencia marxista-leninista. Tiempo después, Bandera Roja sufriría una nueva división con la expulsión de Carlos Betancourt, el «Comandante Gerónimo», quien constituiría Bandera Roja – Marxista Leninista, en 1976. En el plano internacional, la OR se alineó con la Revolución Cultural Proletaria China y criticó lo que consideró eran posiciones derechistas de la dirigencia del Partido Comunista de la Unión Soviética y de la Revolución Cubana.

En «Del foco a la lucha electoral. Aproximación a la historia de la Organización de Revolucionarios (OR) y la Liga Socialista (Venezuela, 1969-1979)», Eudald Cortina Orero (Universidad de Valencia, España) explica que «las FALN abordaron el proceso electoral de diciembre de 1963 llamando a la abstención. El proceso electoral, por el contrario, transcurrió dentro de la normalidad y con una participación superior al 90%, con sólo un 7,79% de abstenciones y un 6% de votos anulados, siendo elegido el candidato oficialista Raúl Leoni, con el 32,8% del voto popular. El escaso impacto de la línea abstencionista propuesta por el PCV y las FALN reforzó al régimen puntofijista frente a la insurgencia e instalaría en las organizaciones en armas fuertes debates internos». Las diferencias de puntos de vista entre los distintos dirigentes de la lucha guerrillera dan nacimiento al Partido de la Revolución Venezolana (PRV), dirigido por Douglas Bravo, Alí Rodríguez Araque y Francisco Prada; Organización de Revolucionarios (OR), bajo la conducción de Julio Escalona, Marcos Gómez, Fernando Soto Rojas y Moisés Moleiro; y Bandera Roja, encabezada por Gabriel Puerta Aponte y Carlos Betancourt. Esta división con pretensiones ideológico-doctrinarias tendrá, a su vez, sus respectivas expresiones en el ambiente urbano, con organizaciones semi-legalizadas en la práctica que respondían a las directrices emanadas de los comandos guerrilleros: el Movimiento Político Ruptura al Partido de la Revolución Venezolana (PRV) y las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), la Liga por los Derechos del Pueblo y el Socialismo –posteriormente conocida como Liga Socialista-, conformada en noviembre de 1973, por dirigentes como David Nieves, Oscar Battaglini, Carmelo Laborit y Jorge Rodríguez, y el Movimiento Estudiantil de Unidad con el Pueblo (MEUP) a la Organización de Revolucionarios (OR), y los Comités de Luchas Obreras (CLO), los Comités de Luchas Estudiantiles (CLE) y los Comités de Luchas Populares (CLP) a Bandera Roja. En el plano eminentemente electoral, destacarán -aparte del PCV y el MIR- Vanguardia Comunista (fundada por Guillermo García Ponce) y la Causa R (fundada por Alfredo Maneiro); sin que ninguno alcanzara una cobertura nacional que pusiera en riesgo en algún momento, gracias a los votos obtenidos, la estabilidad del régimen establecido.

En la concepción teórica revolucionaria de Ricardo Flores Magón, «el verdadero revolucionario es un ilegal por excelencia. El hombre que ajusta sus actos a la ley podrá ser, a lo sumo, un buen animal domesticado; pero no un revolucionario». En dicho escrito (titulado «Los ilegales» y publicado el 12 de agosto de 1916), también hace notar que «los revolucionarios tenemos que ser forzosamente ilegales. Tenemos que salirnos del camino trillado de los convencionalismos y abrir nuevas vías. Rebeldía y legalidad son términos que andan de la greña. Queden, pues, la ley y el orden para los conservadores y los farsantes». Las direcciones de los partidos políticos que decidieron empezar la lucha guerrillera olvidaron esta premisa, llegando a compartir espacio en el Congreso Nacional, siendo diputados, con los representantes del gobierno que combatían, sin hallarse en algunos de los frentes constituidos, como sí lo hizo Fidel Castro Ruz; lo que era una gran contradicción y un riesgo absurdo al hallarse al alcance de sus enemigos, tal cual sucedió cuando el presidente Rómulo Betancourt ordenó su encarcelamiento. Todo el periodo de la lucha guerrillera puso en el tapete muchas contradicciones al recurrir a las experiencias y las teorías producidas en otras latitudes. Sin embargo, cuando se incorporan elementos nacionales, resaltando el ideario de Simón Bolívar, Ezequiel Zamora y Simón Rodríguez, además de otros luchadores y teóricos revolucionarios latinoamericanos, produciéndose un cambio importante en el aspecto ideológico, la situación de inmovilismo, deserciones, divisiones y falta evidente de apoyo popular (especialmente, en las ciudades) condujo a la finalización de esta lucha, adaptándose muchos de sus promotores principales a las reglas de juego del régimen puntofijista y algunos pocos, sin aún claudicar, manteniéndose aferrados a sus ideales iniciales aunque las circunstancias históricas hayan cambiado.



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Homar Garcés


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