El ritmo de los acontecimientos se acelera y eso exige estar mucho más atento del día a día, sin perder la perspectiva del horizonte. Mirar el suelo que se pisa pero también el camino que está al frente. Los recientes anuncios del Presidente Maduro constituyen el típico caso que dispara la interpretación. Sin duda, se dibuja una situación excepcional. Sus repercusiones y consecuencias pueden marcar un viraje en nuestra historia contemporánea.
Afirma Maduro que las medidas anunciadas se justifican por el carácter "vinculante" del reciente referéndum. Es curioso, porque el principal asesor del gobierno en esa decisión, el coordinador de la comisión que redactó las preguntas, el Dr. Herman Escarrá, en declaraciones anteriores, había establecido el carácter no vinculante de la consulta. "No vinculante" resalta su rasgo consultivo; significa que el Poder Público no queda obligado legalmente al cumplimiento de lo aprobado. Nuestra Constitución (la misma, tan golpeada, manoseada, suspendida por la Ley Antibloqueo) efectivamente establece varios tipos de referéndum: el consultivo, el abrogatorio y el revocatorio en sus artículos 71, 72, 73 y 74. Del último, ya tenemos una experiencia los venezolanos en 2004. Del abrogatorio, no lo hemos activado para una ley; pero sí para considerar una reforma constitucional en 2007 y luego una enmienda al año siguiente. Jorge Rodríguez ha sido tan tajante que hasta hizo una amenaza velada contra aquel que pusiera en duda el carácter meramente consultivo del pasado referéndum. En realidad, es una discusión un tanto inútil. De todos modos, si no hay una obligación legal, sí se pudiera interpretar como una obligación moral el de ejecutar los puntos de las preguntas del referendum que, en ese sentido, serían "vinculantes". Pero dejemos esa discusión a los especialistas en Derecho Constitucional.
Las medidas presidenciales incluyen la creación, mediante Ley Orgánica, del nuevo estado de la Guayana Esequiba; la formación de una nueva Zona de Defensa Integral (ZODI) para el Esequibo; la disposición de PDVSA y la CVG a otorgar licencias de explotación minera y petrolera en el territorio aún en disputa; una disposición legal que prohíba, que haga cesar las operaciones o negocien de nuevo con el Estado venezolano a las empresas internacionales que operan en las concesiones otorgadas por el gobierno de Guyana (o sea, Exxon, por ejemplo; pero también las empresas chinas). También, el presidente decretó una comisión para la defensa del Esequibo, coordinada por la vicepresidente Rodríguez (y que esperamos amplia en su composición) y la designación de una Autoridad única de la Guayana Esequiba, a cargo del Mayor General Rodríguez Cabello. Por supuesto que estas disposiciones tienen que ver con las preguntas que contestamos en el pasado referendum. La rapidez con que aparecen, muestra que este y aquellas forman parte de una sola planificación política, incluso anterior a las Primarias de la Oposición. De modo que, sí, el referéndum fue una operación de desplazamiento de agenda por el éxito de la actividad opositora, pero va más allá.
Ya se han adelantado varias hipótesis de interpretación. Para algunos, se trata de que la cúpula en el Poder pretende crear una situación de tensión bélica internacional que justifique la aplicación de los artículos 337 y 338, relativos a la declaración de los estados de excepción, emergencia o conmoción nacional, lo cual impediría la celebración de las elecciones presidenciales en 2024. Se trataría de un escenario tipo "Argentina con Galtieri a propósito de las Malvinas": un gobierno militar tambaleante apela al nacionalismo para evitar su caída. Ciertamente, las encuestas y demás indicadores (incluida la Primaria de la oposición) muestran la peligrosa caída de la popularidad del gobierno, lo cual determinaría que Maduro no ganaría unas elecciones el año próximo. La cúpula burocrático-militar en el gobierno usaría entonces la posibilidad de una guerra, donde esté comprometido un tema tan sensible como la soberanía nacional, para evitar unas elecciones perdidas ya de antemano. El estado de excepción o de emergencia la permitiría, además, al gobierno reprimir los sectores de oposición, blandiendo la amenaza de la acusación de "traidores a la Patria"; aparte de que el discurso nacionalista le permitiría a Maduro recuperar algo de popularidad.
Hay comentaristas que señalan que la intención del gobierno es neutralizar la actitud ciertamente retadora del gobierno guyanés, hacerle retornar a la vía de las negociaciones bilaterales, como lo establece el acuerdo de Ginebra, documento en la que se apoya hasta ahora la posición venezolana, y también la mencionan factores como China y Brasil, y deje de marchar en la vía de un fallo de la Corte Internacional de Justicia, donde se intuye una decisión adversa a Venezuela.
Otro posible paralelismo, señalado por algunos, es el de la situación europea en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial. En la Internacional Socialdemócrata se manejaban dos posiciones antagónicas: una sostenía que la izquierda socialdemócrata de entonces debía apoyar la guerra por motivos nacionalistas; la otra planteaba que se debía impulsar la revolución para evitar la guerra, la cual era típicamente interimperialista; y si no era posible, había que convertir la guerra en revolución. Algo de esto fue lo que logró Lenin, jefe de los bolcheviques rusos, cuando lanzó su consigna por la paz sin anexiones, ganándose el apoyo de obreros, soldados y campesinos, exhaustos ya por una guerra. Los bolcheviques tomaron el poder y llegaron a un acuerdo por el cual Rusia se retiraba de la guerra a cambio de grandes concesiones territoriales del imperio ruso zarista ya derrocado.
Es cierto que los soldados venezolanos (y muchos de sus oficiales, a todo nivel) son de extracción popular; pero creo que todo paralelismo histórico es arriesgado y lleva a grandes errores. Llamar a los soldados venezolanos a enfrentarse a la guerra puede ser motivo de una acusación de "traición a la Patria" y hasta podría interpretarse como un llamado a un golpe militar, el cual hoy beneficiaría, en todo caso, a una posición también negociante con las transnacionales. Dejo para otro momento la vigencia de la consigna de la unidad del proletariado frente a la guerra.
La postura actual de Venezuela, de entrada, se parece más a la de una competencia con el gobierno guyanés, para ver cuál otorga más concesiones a las transnacionales gringas y chinas. Una de las medidas es la apertura de concesiones desde PDVSA y la CVG. De hecho, a raíz de los anuncios de Maduro, las acciones de Exxon cayeron por los riesgos que ahora tienen sus inversiones en la zona en reclamación. Por cierto, que el aspecto ambiental se deja de último, para una hipotética ley futura, en contraste con las posiciones ecologistas y de protección a la población aborigen presentadas por especialistas como el doctor Esteban Emilio Monsonyi.
Aquí cabe una pequeña digresión acerca de los sentimientos nacionales. El debate acerca del tema del Esequibo desenterró básicamente tres tipos de discursos. Uno, autoidentificado como "patriótico", se vincula con la versión exclusivamente heroica y militar de nuestra historia, en clave de epopeya, tipo "Venezuela Heroica": reafirma la reclamación nacional, aunque desde hace más de un siglo ha sido pacífica, dialogante, basada en el "Convenio de Ginebra", e incluso, como en el caso de Chávez y su canciller Maduro, amiga de permitir la explotación de ese territorio por parte de Guyana, a cambio de una repartición negociada de los beneficios. El segundo discurso sobre el tema la caracterizaría como cosmopolita, la que se dice sustentada por los "ciudadanos del mundo", que condenan todo nacionalismo como "patrioterismo", propio de militares, chauvinista, hasta ridículo dado que somos solamente un pobre país pobre, lleno de mamadores de gallo, clientes de políticas demagógicas e incapaces de un esfuerzo sostenido y ordenado de desarrollo, malditos por la impronta "rentista" de país petrolero. Un tercer discurso se puede observar en las canciones de Alí Primera: una visión más cercana de los héroes, acompañada de un matiz irónico acerca de los arranques "patrióticos" de las clases dominantes, claramente hipócritas. ¿Se acercan de aquel verso de la canción "Ahora que el petróleo es nuestro": "¡Viva la soberanía! Qué tal señor presidente si se convierte en comía". Es decir, el pueblo no acompañaría una posición "patriotera", ridícula e hipócrita, si ello va en contra de sus propios intereses.
Cabría decir que hoy una guerra con Guyana no beneficiaría al pueblo venezolano, porque se ha profundizado un sistema económico basado en el extractivismo, el surgimiento de una clase lumpemburguesa, gracias a la corporativización de las Fuerzas Armadas y del lavado del dinero de la corrupción, asociado con el crimen organizado. Eso no significa que se deseche cualquier defensa de la soberanía nacional; sino que se aprecia que esta puede prestarse a una manipulación con fines ulteriores: por ejemplo: suspender unas elecciones donde la cúpula en el Poder se juega su permanencia y beneficiarse de un nuevo reparto de las riquezas nacionales a las transnacionales de siempre (agregando las chinas, brasileras y las rusas, claro).
China, Brasil, la propia Rusia, cuyo presidente, Putin, conversará con los representantes venezolanos en estos días, se han pronunciado por la vía de las negociaciones. En este caso, pareciera que a nadie conviene una guerra en estos momentos; con más razón si las dos partes coinciden en su política de otorgar concesiones a casi las mismas empresas, sin mayores consideraciones ecológicas y de apoyo a las poblaciones autóctonas. La política tradicional de Venezuela es la de las negociaciones, de acuerdo al Convenio de Ginebra. Seria positivo si se logra que Guyana vaya a la mesa de negociaciones y se evite el escenario de un conflicto que, además, sea utilizado para conculcarle el derecho al pueblo venezolano de cambiar de gobierno.
Que viva la soberanía, claro, pero la popular, la que se ejerce mediante el voto.