Cien años de soledad o citas de Marx en Barbacoas. Juan Pueblo y los académicos

En la reunión de una célula campesina de un partido de la vieja izquierda, en una aldea sucrense llamada Barbacoas, allá por los tiempos presidenciales de Rómulo Betancourt, por supuesto bajo la más estricta clandestinidad, entre los oradores, caraqueños visitantes, abundaban las citas sobre Marx, Engels y Vladimir Ilich. Y ellas eran singularmente precisas; no estaban limitadas a frases, con todo y signos de puntuación, sino que también se agregaba el nombre del texto y la página. Obviaban la editorial, porque suponían que los oyentes conocían bien su partida de nacimiento.

Y el asunto que trataban estaba relacionado con el crecimiento del partido en aquella dispersa población campesina y, desde luego, el cómo hacer para ganar adeptos.

Un viejo militante vecino de la aldea, pidió la palabra, con parsimonia se levantó del taburete que le servía de asiento; sin levantar la cara, habló de las costumbres de la gente que por allí vivía, sus penurias, aspiraciones y pidió ideas específicas y sencillas para trabajar sobre aquella realidad. Para terminar, lo hizo con la siguiente frase, "como dijo Lenin, lo que no cabe en una mara grande, cabe en dos pequeñas".

Después de oír aquel discurso, decretaron un receso. Esto lo aprovechó uno de los "académicos" visitantes para interrogar al viejo campesino.

"Por favor, dígame camarada ¿dónde encontró esa frase de Lenin?"

El interrogado esta vez levantó la cara, miró de frente a su interlocutor, le posó el brazo derecho con ternura sobre el hombro izquierdo y pausadamente respondió: "en ninguna parte. Eso lo dije porque bien lo sé. Forma parte de mi vida y la aplico con frecuencia. Pero como ustedes hablan de cosas que vienen en los libros de los cuales nada conocemos, poco dicen de nosotros y, en mi opinión, no nos sirven para lo que aquí debo hacer, no quise pasar por más pendejo. Si me hubiese atribuido la frase, usted no estaría ahora interrogándome".

"Inventamos o erramos", dijo el maestro Simón Rodríguez. Lo citamos, le llamamos el maestro Robinson y luego lo olvidamos. O por lo menos no sabemos qué hacer con eso. ¿Qué hacer? Se interrogó Lenin, pero para abordar los problemas del partido bolchevique.

¿Qué hacer? Es la interrogante que nos debe motivar para "inventar", en el mejor sentido robinsoniano, el "Socialismo del Siglo XXI".

El qué hacer por el proceso, sus tareas, no se puede circunscribir a los adocenados círculos de intelectuales o muy cultos centros académicos puestos de moda, que repiten frases y nombran personajes de lustre, pero que poco tienen que ver con la vida cotidiana. A ésta, la dialéctica, la ciencia, pueden aprehender, si ponemos al pueblo, a la gente, sin cartillas ni discursos ininteligibles a participar protagónicamente. Esto no niega el rol de los académicos, pero nunca deben éstos sustituir al total de quienes viven la vida. No es con discursos "sesudos", pletóricos de citas aprendidas de memoria, que hablan de una "ciencia" o una varita de virtud, como se encuentra el camino de la vida o se capta el ritmo del movimiento, sino que mentes y manos multitudinarias apropiadas de la ciencia, manejen con sensatez y ponderación las herramientas, entre éstas la "rosa de los vientos".

No puede repetirse lo que al pueblo todo una vez le sucedió o lo que al General Aureliano Buendía y a su compadre Gerinaldo Márquez.

En cierta oportunidad, el primero interrogó al segundo:

"¿Por qué estás peleando?"

"Por qué ha de ser, compadre, por el gran partido liberal", contestó sin titubear Márquez al gran jefe guerrero de Macondo.

"Dichoso tu que lo sabes", respondió Buendía.

Y agregó que él, solo estaba en la guerra "por orgullo".

"Eso es malo", comentó el coronel Gerinaldo Márquez.

"Naturalmente", dijo Buendía: y agregó, "Pero en todo caso, es mejor eso que no saber por qué se pelea". "O que pelear como tú por algo que no significa nada para nadie".

El campesino de Barbacoas no estaba porque le aprobasen la tesis de grado, menos ganar concurso alguno para subir de escalafón u obtener reconocimiento de la Academia y los académicos, sino intentando entender el cómo hacer para que toda la buena gente con la cual convivía, en aquella comunidad, se uniese al pequeño grupo político del cual formaba parte.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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