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En estas madrugadas opacas, con encendidos abanicos rojos en el horizonte, halos de bendiciones iluminando las montañas, se alborotan mis amiguitos voladores, revoletean en la ventana exigiendo ser atendidos, como ángeles. Piden su desayuno, voy y les coloco cambures o mangos, y ellos en recompensa me cantan. Así se amanece por estos lares de La Pedregosa Sur, Mérida. Luego me sirvo café, tomo la ametralladora del teclado, dejando a mis amiguitos que se disputen el manjar. Teniendo por fondo, pues, el alborozo de sus cantos, me interno en la contienda electoral que se dirimirá el 28 de julio, algo que he venido pensando, viendo el interés enfermizo que toman los medios occidentales para ver si imponen su candidato. Y me digo: aquí seguiremos todos los años que sean necesarios, con nuestra adarga bajo el brazo…
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Cómo podría desconocer que soy y he sido toda la vida pobre, por designio de la Providencia. Más todavía, un POBRE DIABLO. Que vengo muy de abajo. Que, si hubiese querido, llenarme de reconocimientos y bienes materiales, hacer carrera política lo habría logrado fácilmente prestándole un servicio a los abultados lagartos del pantano (el capital). Hace muchos años lanzaron sus señales sin atreverse directamente, me dijeron que "valía mucho", "que era inteligente", que podía llegar "bien lejos", allá en la cúspide de los triunfadores, a donde algunos han llegado, cambiando sus progenituras por el frío y frívolo plato de lentejas.
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Con Maduro, en medio de estos terribles años de resistencia (ante los acosos implacables de los gringos), con mucho tesón y conciencia he estado en el frente de batalla, también al lado del pueblo, comiendo el duro y amargo pan de la más cruda y cruenta POBREZA. Casi llegué a la indigencia junto con mi familia, buscando qué comer, repito, qué hacer para sobrevivir. Vendiendo cuántas pertenencias se habían acumulado en los closets adquiridos en tiempos de bonanza, y lo recibido truequeándolo por cambures o plátanos para sosegar las tripas, por maíz que luego sancocharíamos y moleríamos para la consabida arepita…, tratando de sacar unos pocos cobres (siempre limitados) mediante la venta de un café en verde, conseguido a duras penas por los Pueblos del Sur, para luego trillarlo en un pilón, ventearlo y seleccionarlo en patios ajenos, para finalmente tostarlo en calderos durante varias horas en nuestro apartamento; llegué a vender ropa usada, digo, también aceite quemado, que recogía en bidones, yendo a talleres (donde se cambia aceite de carro) para luego llevarlo al campo (a cinco horas por caminos destrozados) para ofrecerlo a los que curan madera, o para tratar a los cochinos cuando los capan. Estaba convertido, pues, en un perfecto, noble y austero MUERTO DE HAMBRE, pero siempre echándole…
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Nunca, ni Dios lo permita jamás, me entregué a queja alguna, ni mucho menos me puse a llorar, ni por el carajo me doblegué ante las duras adversidades, ni salí como un fofo llorón, a pedir que Maduro se fuera para que volvieron los "TIEMPOS EN QUE ÉRAMOS FELICES Y NO LO SABÍAMOS". Todo lo contrario, exigía que Maduro arreciara en sus luchas, fura cada vez más arrecho en sus desafíos, empeños y resistencias.
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Vengo de una familia llanera muy pobre. Nunca he olvidado la POBREZA, y en ella radica mi fortaleza. Me levantaron a fuerza de frijol y maíz, de huesos de res que descartaban en el mercado del pueblo de Las Mercedes del Llano. Vi tantas miserias, conocí tantos dolores en mi familia, sobre todo el caso de un hermanito quien murió de tétano, porque era una época en que la Salud no existía en los campos. Siendo de una familia tan numerosa, a veces no teníamos un maíz qué comer. Pero a mi mamá, cabeza del hogar, le daba pena decir que éramos pobres y que estábamos pasando hambre, lo negaba por una equivocada dignidad, por provenir de una familia con manierismos de artistas o poetas.
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Aquella, mi familia tan pobre, fue sobreviviendo como pudo, entre tantas estrecheces. Salió de aquellos montes plagados de chaparros gachos, ardientes, plagados de enfermedades y se dirigió a San Juan de Los Morros (un clima más benigno), y de allí pasamos a Caracas, la sultana de los cielos (con su infierno encaletado). A salto de matas nos fuimos formando, yo de milagro me hice profesor, aunque entumecido de ignorancias, pero previamente fui mandadero (o conchabado) en bufetes, limpiador de baños, barrendero del edificio El Universal, a una cuadra de la Plaza Bolívar. Después, ya en vías de hacerme profesor, trabajé en colegios públicos y privados quince horas diarias para así lograr hacerme con un carrito de cuarta o quinta mano y un apartamentico en el popular barrio Pedro Camejo. Por todos esos trajines me fui volviendo ñángara, y para reforzar mi condición de desadaptado pasé una temporada preso en la cárcel de Cotiza. Rezaba en una papeleta, cuando me sacaron de Cotiza, que estuve detenido por "altanero y ofensivo con la autoridad pública".
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Ya casado me seguí defendiendo para ganarme el duro pan de cada día, pero ya estaba condenado a ser ÑÁNGARA para siempre (todo mi aspecto así lo delataba) y la policía no podía verme porque inmediatamente me pedía los papeles, porque aquella policía de la IV estaba hecha para joder a los pobres. Así seguí echándole aspirando a que algún día lográramos tener un gobierno que nos defendiera, y buscaba entretanto defenderme, que la vida me llegara a sonreír aunque fuera un ñinguita, y llegué a pensar en milagros, que mis esfuerzos y duros trancazos serían de algún modo recompensados, y hubo momentos en que así lo creí, hasta maginando que estaba saliendo de abajo, y venían a ofrecerme los atajos luminosos de un buen cargo, para así seguir elevándome… hasta alguna emputecida cima, desconocida... Porque resulta, que como matemático me estaba defendiendo, por lo que logré hacer un doctorado, y entonces las muecas se multiplicaban, se estaban tornando en aparentes victorias, se me ensalzaba y se me elogiaba como cierta "gran vaina", y venían algunos a puyar la autoestima, el ego, la vanidad que tanto jode, a decirme que un tipo como yo tenía que unirse con los "elegidos", con los escogidos para dirigir (y dirimir) los destinos de los eternos pelabolas que nunca saldrían de allá abajo (de donde yo mismo no podría salir nunca, por CONDENADO). Como profesor titular de la ULA, llegué a ser incluido (sin haberlo pedido) dentro de un especial linaje social, en el que se podía coger a Dios por las barbas…
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Yo estaba destinado, por supuesto, a jamás ser una Casandra, un tránsfuga, a vivir de salto en salto de talanqueras, como tampoco a simularme entre "camaleones revolucionarios", esos que acabaron odiándome más que los propios opositores. Ambos bandos saben que cuento con un detector de gases intestinales los cuales incluso sé percibirlos hasta por un gesto, un saludo, una mirada, una pose o por contorsiones y piruetas que montan por las redes sociales.
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Entonces para mí, no hay engaño que valga. Ante todo, pues, hemos llegado al punto, hoy, de preguntarnos ¿qué es lo que ofrecen los demás candidatos, los que enfrentan a Maduro? ¿Qué carajo, podrían ellos hacer por nosotros, POR EJEMPLO, un patiquín como Daniel Ceballos, quien tiró la toalla después de haber guarimbeado junto con Leopoldo López, y quien es culpable de tantas muertes inocentes? ¿Un Burro Martínez, envilecido adeco de uña engarrotada y rebuznos que degradan a los asnos, que después de ser gobernador en Monagas huyó a Miami del mismo modo como en su momento lo hizo su par de Manuel Rosales? Él, tan BURRO como aquel FILÓSOFO. ¿Qué puede ofrecernos un Antonio Ecarri, seudo-intelectual, vacuo y fofo, de la misma pandilla venida a menos, de Leopoldo López y Daniel Ceballos? Se apoya Ecarri en los principios y valores de don Arturo Uslar Pietri, éste un escritor tan neoliberal como Mario Vargas Llosas.
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¿Y el caso de Edmundo González, un pobrete sacado por arte de magia de una caja de ACE, por la protuberante engreída y soberbia catadura de la doña ensoberbecida y canalla, la que maneja el mandoble del billete y del imperio, María Corina Machado?; ¿un enteco y débil, sin capacidad para tomar decisiones por sí mismo, sin discurso ni programa político alguno, llevado a empellones para sólo cumplir un papel tan deleznable?
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Total, que yo sí estoy enteramente claro, que votaré por Maduro, y que una vez que vuelva a triunfar me empeñaré en decir verdades que escuezan y que están pendientes, para que se proceda cuanto antes a hacer una revolución dentro de la revolución como supo hacerla Mao (con la Revolución Cultural), porque arrastramos desde hace un cuarto de siglo pavorosos y pavosos errores. Incluso habría que decir que un elevado porcentaje de funcionarios públicos son lo menos chavista que quepa imaginar. En gran medida son escuálidos encaletados, logreros y traidores agazapados que a las primeras de cambios son los que cogen las de Villadiego con el botín, saltan y nos apuñalan por las espaldas, prolongando las miserias del pueblo, manteniéndolo en ese eterno infierno que aquí instauraron las clases poderosas desde que el traidor Páez se unió a ellos.